EL EVANGELIO DE LA PROSPERIDAD

Carism‡ticos heridos

 

por

Roger Smalling, D.Min

 

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© Miami, septiembre, 2004. Todos los derechos reservados por Roger Smalling.


 

Contenido

Cap’tulo 1: El  dios en el espejo

Cap’tulo 2: Fe o ficci—n

Cap’tulo 3: Soberan’a y sufrimiento

Cap’tulo 4: Or’genes del evangelio de la prosperidad

Cap’tulo 5: La confesi—n positiva

Cap’tulo 6: ÀEsta su fe da–ada por el movimiento palabra de fe?

Cap’tulo 7: As’ como prospera tu alma

Cap’tulo 8: Pr—speros como Abraham

Cap’tulo 9: Suficiencia s’

Cap’tulo 10: La herej’a de que Jesœs muri— espiritualmente

Cap’tulo 11: Job y el reino

Cap’tulo 12: La psicolog’a del movimiento

Cap’tulo 13: La negaci—n de los s’ntomas: ÀEs v‡lida?

Cap’tulo 14: ÀSan— Jesœs a todos?

Cap’tulo 15: Fe razonable

ApŽndice A: Comparaciones

ApŽndice B: Acerca de la naturaleza divina en 2Pedro 1:3-4

ApŽndice C: 150 vers’culos que no les gusta escuchar a los seguidores de la palabra de fe

Bibliograf’a

Notas
Acerca del autor

Roger Smalling y su esposa Diana son misioneros para AmŽrica Latina de la Iglesia Presbiteriana de las AmŽricas, una rama teol—gicamente conservadora del movimiento de la reforma protestante del siglo XVI. ƒl es director de Visi—n R.E.A.L. (Reformaci—n en AmŽrica Latina), que se dedica a la preparaci—n de cristianos latinoamericanos en el campo del liderazgo b’blico y la ortodoxia teol—gica.

Es tambiŽn autor de la obra S’, Jesœs, muy conocida en el idioma espa–ol sobre el tema de la gracia de Dios. Adem‡s es profesor del Seminario Internacional de Miami (MINTS), el cual comparte su visi—n acerca de la reforma en LatinoamŽrica.

Los esposos Smalling viajan intensamente por toda AmŽrica Latina, dirigiendo seminarios y dando conferencias en iglesias de varias denominaciones.

La pareja ha publicado gu’as de estudio, art’culos y cursos, los cuales est‡n disponibles en su p‡gina de Internet, tanto en espa–ol como en inglŽs. La direcci—n es http://espanol.visionreal.info

 


Prefacio

Enrique sali— de la escuela b’blica a bordo de su auto; iba desesperado. Hab’a invertido su vida, recursos y fe en las ense–anzas de este centro.

La semana anterior hab’a visto morir de disenter’a, enfermedad de f‡cil curaci—n, a uno de sus compa–eros. El desafortunado estudiante, motivado por las ense–anzas del Instituto de la Palabra de Fe, no hab’a aceptado tratamiento mŽdico alguno.

Enrique todav’a cre’a en Dios. Simplemente que ahora ya no quer’a orar m‡s a Žl. En la mente del joven, no era Žl mismo quien abandonaba a Dios, sino al contrario; Dios le hab’a abandonado a Enrique. Su Biblia permanec’a sin abrir en un rinc—n del auto, en el cual se dirig’a a casa, pensando ingresar a la universidad estatal. Ahora, su decisi—n era seguir una carrera que no incluyera el servicio al evangelio.

Conoc’ a Enrique en la universidad. ƒramos compa–eros en un curso de psicolog’a. Nos hicimos amigos por nuestra afici—n a la buena comida mexicana. Un d’a, durante el almuerzo, le preguntŽ a Enrique si era cristiano. Me contest— que s’, aunque no hab’a le’do la Biblia por tres a–os, tampoco hab’a asistido a ninguna iglesia y no ten’a planes de hacerlo. Ah’ fue cuando me cont— la historia desde el principio.

Enrique no sab’a que yo reciŽn hab’a terminado mi manuscrito de la presente obra. Le obsequiŽ una copia que cambi— su vida. Hoy d’a, Enrique es maestro en una escuela pœblica y miembro de una iglesia de sana doctrina. Dios no lo ha abandonado. ƒl sabe ahora distinguir entre el Dios verdadero y el dios falso que ense–an en la escuela de la palabra de fe. La œltima vez que lo vi, me dijo algo muy gracioso y se estaba riendo. No lo hab’a visto re’r mucho en el pasado.

Si usted, lector, est‡ en busca de armas en contra del movimiento carism‡tico, deje este libro. No es para usted. El mismo consejo va para el que busca confirmar que los dones y milagros ya no existen.

S’, dones espirituales

No soy cesacionista (uno que cree que los dones y milagros del Esp’ritu cesaron despuŽs de la Žpoca apost—lica). Creo que los dones espirituales en el Nuevo Testamento existen hoy en d’a, aunque no necesariamente para los mismos fines ni en la misma forma que se ense–a en los c’rculos carism‡ticos.

Es de vital importancia aclarar lo anterior, porque una defensa muy usada por los maestros de la prosperidad ante sus cr’ticos, es afirmar que ellos est‡n Çen contra del Esp’ritu SantoÈ o Çen contra de los dones espiritualesÈ. No me opongo a ninguna de estas cosas. A lo que s’ me opongo es a los dioses falsos, cristos falsos y profetas falsos.

El movimiento carism‡tico tuvo, en sus inicios, aspectos loables. Por ejemplo, la petici—n a Dios de un renovado poder del Esp’ritu Santo y la bœsqueda anhelante de los dones espirituales para edificaci—n de la iglesia; esos son aspectos dignos de alabar. Es m‡s, la Biblia nos manda hacer todo eso.

El movimiento era una bien merecida censura a las denominaciones antiguas y fr’as. Era un fresco recordatorio de mi propia responsabilidad como pastor, de orar por los enfermos... con a veces resultados dram‡ticos.

TambiŽn caracterizaba a este movimiento una gran reverencia a la Palabra de Dios. Aunque algunos carism‡ticos erraban al pensar que la Biblia era como una varita m‡gica para obtener lo que quisieran, otras denominaciones tradicionales, no le prestaban ninguna atenci—n a la Biblia.

Otro producto loable del movimiento carism‡tico es su fresco entusiasmo en la alabanza. Personalmente, ya me estaba cansando de los mismos himnos y c‡nticos. Muchos y hermosos c‡nticos de alabanza que hoy se cantan en iglesias tradicionales nacieron de este movimiento.

Lo que no aprecio es la forma en la cual grandes sectores del movimiento carism‡tico han sido secuestrados por una secta extra–a de tipo gn—stico, conocida como evangelio de la prosperidad,  palabra de fe o movimiento de la fe.

Cuidado el da–o

Mucho menos podr’a apreciar el da–o espiritual y psicol—gico infligido a muchos ex adherentes del movimiento, que ya se han dado contra la dura realidad. Tal vez ellos sean los m‡s afortunados. Mientras otros miles ignoran que pueden estar dando culto a un dios falso y a un cristo falso, por medio de revelaciones de profetas igualmente falsos.

Este libro no ofrece armas. Lo que ofrece es una herramienta misericordiosa. Deseo ayudar a aquellos cuya fe ha sido herida por el movimiento de la fe y ofrecer una salida a aquellos que todav’a permanecen all’, antes de que choquen contra la dura realidad.


Cap’tulo 1: El dios en el espejo

Las religiones paganas tienen una forma t’pica de aproximar al hombre a Dios. Lo hacen reduciendo a Dios a un nivel casi humano y, por otro lado, exaltan al hombre a una condici—n divina. La mitolog’a, antigua o moderna, invariablemente rebaja a Dios a menos de lo que es y eleva al hombre a m‡s de lo que es.

Para griegos y romanos, Zeus era el rey de los dioses. Era similar a un hombre grande y poderoso, sin ser infinito ni omnisciente. Zeus pod’a ser enga–ado. Estos dioses desplegaban todas las flaquezas de la naturaleza humana: celos, codicia y ri–as entre ellos.

En la t’pica mitolog’a pagana, algunos dioses previamente fueron humanos que lograron su deificaci—n gracias al favor de un dios o luego de haber bebido la ambros’a, el elixir divino. Algunos humanos fueron inmortalizados al ser transformados en constelaciones estelares, luego de su muerte.

El ap—stol Pablo se refiere a este proceso de reducci—n-exaltaci—n en Romanos 1:22-23,

Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrœpedos y de reptiles.

En la revelaci—n cristiana, al contrario de la pagana, Dios y el hombre se acercan en una relaci—n que los deja intactos a ambos. En la doctrina cristiana, el punto de encuentro entre Dios y el hombre es una justicia mutua, la de Cristo, acreditada al creyente por medio de la fe en Jesœs (Romanos 3 y 4). No se da ningœn cambio en la calidad existencial ni en la esencia de Dios o del hombre.

En el evangelio, Dios es siempre el ser soberano, infinito y todopoderoso, como lo describen las Escrituras. Y el hombre permanece como el ser creado y dependiente.

En el cap’tulo anterior, vimos c—mo los maestros de la palabra de fe carecen de un concepto claro acerca de la soberan’a de Dios. Esto por s’ solo no es letal. DespuŽs de todo, la soberan’a de Dios y la voluntad del hombre son temas que han intrigado a los te—logos a travŽs de los siglos. Sin embargo, el error va mucho m‡s all‡, como se revela en lo que sigue. Kenneth Copeland describe a Dios como,

Un ser que mide alrededor de un metro noventa o uno noventa y cinco, y pesa unos cien kilogramos o algo m‡s, con un palmo de unos veintitrŽs cent’metros[1].

No es de admirarse que Copeland y sus seguidores tengan dificultad con la soberan’a de Dios. Su ÇdiosÈ es demasiado peque–o para ser soberano.

Copeland supera a los antiguos griegos, al igualar al hombre con Dios. Al referirse a la creaci—n del hombre, Copeland a–ade, ÒDios y Ad‡n eran exactamente igualesÓ [2].

Ni siquiera Zeus era exacto al ser humano.

ÀTiene Dios un cuerpo?

En la teolog’a, se llama antropomorfismo a la noci—n de que Dios posee cuerpo. Este vocablo proviene de dos tŽrminos griegos: antropos (hombre) y morfos (forma). Existe una amplia gama de antropomorfismos que van desde la idea de que Dios tiene un cuerpo espiritual con forma humana, hasta la creencia mormona de un cuerpo material.

Todos los Çmaestros de la feÈ se atienen a algœn tipo de antropomorfismo, aunque difieran entre ellos. Por ejemplo, Hinn no endosa las perspectivas de Copeland, aunque su propio pensamiento es fuertemente antropom—rfico:

ÀSaben ustedes que el Esp’ritu Santo tiene un alma y un cuerpo aparte del cuerpo de Jesœs y del Padre? ... que Dios Padre es una individualidad separada del Hijo y del Esp’ritu Santo y que Dios es Trino y camina en un cuerpo espiritual que tiene cabello ... ojos ... boca ... manos[3].

Aunque el concepto de Hinn sobre la Trinidad con cuerpos espirituales se aleja de la doctrina b’blica, quiz‡ se encuentre progresando teol—gicamente a tropezones.

El peligro del antropomorfismo es que se dirige a la negaci—n de los tres principales atributos de Dios: Todopoderoso, omnisciente y omnipresente. Los eruditos llaman a estas cualidades atributos incomunicables, porque siendo nosotros criaturas finitas no las tenemos en comœn con Dios.

Sea cual fuere la naturaleza de un cuerpo, f’sica o espiritual, este no puede poseer ninguna de esas tres cualidades. El cuerpo, por definici—n, es limitado. Si Dios tiene cuerpo no puede ser infinito. De no ser infinito, tampoco es omnipresente, etc.

Si Dios posee un cuerpo, incluso uno espiritual de gran tama–o, comparado con el infinito, ser’a infinitamente peque–o. Jam‡s he conocido un antropomorfista que acepte que Dios sea infinitamente peque–o. No se pronuncian sobre esta contradicci—n.

Peque–os dioses

Si reducir a Dios al tama–o de un ser humano grande es un desastre teol—gico, igualmente serio es magnificar al hombre al nivel de un peque–o dios[4].

Earl Paulk se une a Copeland y aclara:

Ad‡n y Eva fueron puestos en el mundo como una semilla de la expresi—n de Dios. Tal como los perros procrean perritos y los gatos gatitos, as’ Dios tiene diosecitos y, hasta que comprendamos que somos peque–os dioses, no podremos manifestar el Reino de Dios[5].

Es decir que en la l’nea conceptual de la palabra de fe, el haber sido creados a la imagen de Dios, implica que somos duplicados de Dios. ÀSer‡ que estos maestros tambiŽn confunden la diferencia entre un espejo y el hombre que en Žl se mira?

Cuando me afeito en la ma–ana, Àmiro en el espejo mi piel con espuma de afeitar? No realmente. Lo que veo es vidrio pulido que me refleja. El espejo no sangra si me corto con la navaja.

Esta noci—n de igualdad entre Dios y el hombre no se origina en Copeland o Paulk. Su mentor, Kenneth Hagan, ya ense–aba que:

El hombre fue creado en tŽrminos de igualdad con Dios, y es capaz de pararse en la presencia de Dios sin ninguna conciencia de inferioridad. Dios nos ha hecho tan similares a Žl como fue posible. Nos hizo el mismo tipo de ser que Žl es y el hombre viv’a en Su reino. El hombre viv’a en los mismos tŽrminos que vive Dios. Se llama cristiano al creyente y eso es lo que somos: Ásomos Cristo![6] 

Aqu’ Hagin no se esfuerza en definir a Dios. Es innecesario hacerlo. Si Ad‡n entraba a la presencia divina en iguales tŽrminos, sin ningœn sentido de inferioridad, esto ya revela el concepto que Hagin tiene sobre la esencia y ser de Dios.

La Biblia, por supuesto, no ense–a nada de esto. En el GŽnesis vemos que Dios caminaba en el jard’n en comuni—n con Ad‡n. ÀEs esto suficiente para sugerir que Ad‡n y Dios eran iguales? ÁClaro que no! Si Ad‡n hubiera sido igual, Àpor quŽ habr’a tratado de esconderse de Dios, luego de haber pecado? Hubiera podido crear su propio universo y escaparse.

De vuelta al jard’n

Volvamos al jard’n de EdŽn y veamos d—nde descansa la verdad. GŽnesis nunca deifica a Ad‡n. ÀC—mo se puede restaurar algo que nunca existi— primeramente? Si es que Ad‡n ten’a algœn tipo de deidad, Àpor quŽ se habr’a Satan‡s molestado en ofrecerles a Ad‡n y Eva, que llegar’an a ser como ÇdiosesÈ ? Eva le habr’a replicado: ÒNo, gracias, ya lo somosÓ.

S’, existe una promesa en la Biblia de que podemos llegar a ser como dioses. Pero, n—tese quiŽn hace dicha promesa: Áel mismo Satan‡s! Y continœa ofreciendo su vana promesa hoy en d’a.

Pero el Se–or Dios dice:

... antes de m’ no fue formado dios, ni lo ser‡ despuŽs de m’ (Isa’as 43:10).

Yo soy Jehov‡, y ninguno m‡s hay; no hay Dios fuera de m’ (Isa’as 45:5).

En la mitolog’a de la palabra de fe, Ad‡n perdi— sus privilegios y condici—n de dios. El hombre los recupera por medio de su conversi—n a Cristo. As’ lo explica Benny Hinn:

Los cristianos son peque–os mes’as. Los cristianos son peque–os dioses[7].

En caso de asumir que Hinn habla figuradamente, lŽanse con cuidado las siguientes citas.

ÀEres hijo de Dios? ÁEntonces eres divino! ÀEres hijo de Dios? ÁEntonces no eres humano[8]!

Yo soy un peque–o mes’as caminando por la tierra ... Tœ eres un peque–o dios sobre la tierra[9]. Los cristianos son peque–os mes’as y peque–os dioses[10].

Parece que estos maestros no dicen que todos los seres humanos son dioses. Solo los cristianos son dioses. Copeland afirma, ÒCada cristiano es un dios. No es que tengas a Dios dentro de ti, tœ eres unoÓ [11].

Antes de Copeland, su mentor Kenneth Hagin ense–aba, ÒTœ eres tan encarnaci—n de Dios como lo fue Jesucristo ... el creyente es tan encarnaci—n como lo fue Jesœs de NazaretÓ[12].

Copeland imita, ÒJesœs no es m‡s el UnigŽnito Hijo de DiosÓ[13].

Copeland le resta importancia al tŽrmino unigŽnito de Juan 3:16. Esta palabra hace una diferenciaci—n entre la calidad de Hijo, es decir de Jesœs, y la nuestra como hijos de Dios.

Somos hijos adoptivos (Romanos 8). Jesœs no fue nunca adoptado, porque Žl es parte de la Trinidad desde la eternidad. Aplicar la palabra encarnaci—n a un mero ser humano, bordea la blasfemia.

Paul Crouch y Trinity Broadcasting Network

El canal TBN es la mayor red religiosa de la televisi—n, en la historia. Su fundador Paul Crouch es amigo cercano de Hagin, Copeland, Hinn y los dem‡s maestros de la palabra de fe. Crouch exclama:

Los cristianos son peque–os dioses[14].

Dios no hace distinci—n entre Žl y nosotros. Dios abre la uni—n con la deidad [con la Trinidad] y nos la trae a nosotros[15].

Declarar que no existe distinci—n entre Dios y nosotros es sumamente radical. Si Crouch se refiere al Dios de la Biblia, su conclusi—n deber’a ser que los cristianos son omnipresentes, omniscientes, todopoderosos y perfectos. Eso, o se est‡ refiriendo a algœn otro dios.

En la Biblia, nuestra uni—n con Cristo es por medio de la entrada del Esp’ritu Santo a morar en nosotros y por la imputaci—n de la Justicia de Cristo. ÇUni—nÈ no significa Òdeificaci—nÓ.

Podr’amos pensar que Crouch y los suyos vacilar’an al hacer tales proclamas en un canal pœblico de televisi—n. Deben haber sabido que iban a levantar cr’ticas. ÀCu‡l fue su reacci—n a estas cr’ticas?

ÀSaben quŽ otra cosa queda asegurada esta noche? El clamor, protesta y controversia, engendrada por el diablo, tratando de traer disensi—n en el cuerpo de Cristo, acerca de que somos dioses. Yo soy un peque–o dios. Llevo su nombre. Soy uno con Žl. Estoy en una relaci—n de pacto. Soy un peque–o dios. ÁFuera, cr’ticos![16] 

Crouch cree que el diablo est‡ detr‡s de la cr’tica que han levantado Žl y sus amigos al declararse dioses. Los cr’ticos deben callar. En la mente de Crouch, lo que Žl proclama es verdad obvia.

Su queja no silenci— a los cr’ticos. Cinco a–os m‡s tarde, Crouch nuevamente los ataca:

Creo que est‡n condenados al infierno y no creo que exista ninguna redenci—n para ellos, los cazadores de herej’as, que quieren encontrar alguna peque–a paja de doctrina ilegal en el ojo de algunos cristianos y sacarla de sus ojos, cuando tienen todo el bosque en sus propias vidas y en sus propios ojos. Yo les digo: ÁAl diablo todos ustedes! ... ÁOh, aleluya! Fuera del camino de Dios, dejen de obstaculizar los puentes de Dios. O Dios les destrozar‡ a ustedes, si no Álo hago yo mismo[17]!

Aparentemente es una Òpeque–a pajaÓ aquello de redefinir al Dios cristiano. Aquellos que no concuerdan son maldecidos, sin ninguna esperanza de redenci—n. Merecen que Dios los aniquile.

Defendiendo a sus amigos de la palabra de fe, Crouch continœa:

... si quieren criticar a Ken Copeland por su prŽdica de la fe o a Papa Hagin, ÁFuera de mi vida! ÁNo quiero ni siquiera escucharles o hablarles! ÁNo quiero ver sus feas caras! ÁFuera de mi vista, en el nombre de Jesœs[18]!

Es comprensible que en un estallido de frustraci—n, digamos cosas de las que luego nos arrepentiremos. Todos ofendemos de muchas maneras. A la fecha, no ha habido expresiones de arrepentimiento, ni de Crouch ni de sus amigos, ni una m’nima retractaci—n de esas ense–anzas.

En el paganismo se da una progresi—n. Primero, el humano es como dios. Segundo, parcialmente dios. Tercero, un dios. Al final del proceso piensa que es Dios mismo.

Los maestros del evangelio de la prosperidad no han llegado a esta œltima fase. Ninguno de ellos ha sugerido nunca que ellos mismos sean Dios. Han estado cerca, sin embargo, al pretender una uni—n tan ’ntima con Cristo que la demarcaci—n entre ellos y Cristo se borra.

Por uni—n con Cristo, ellos entienden una mezcla de esencias divinas, no œnicamente una relaci—n personal. Benny Hinn declara:

Cuando estoy en Cristo, soy uno con Žl, unido a Žl; un esp’ritu con Žl. No soy, escœchenme bien, ÁNO SOY PARTE DE ƒL, SOY ƒL! ÁEL VERBO SE HA HECHO CARNE EN Mê! Cuando mi mano toca a alguien, es la mano de Jesœs tocando a ese alguien[19].

ÁYo [Jesœs] les amŽ lo suficiente para hacerme uno de ustedes! ÁY les amŽ lo suficiente para hacerles Yo mismo![20] 

Desear’amos que Hinn estuviera hablando de manera figurada, pero no es as’. ƒl confunde la relaci—n con Cristo con una mezcla de esencia divina. Hinn a–ade:

ÀEst‡n preparados para una verdadera revelaci—n? Ustedes son dios[21].

Tal vez, Hinn haya querido decir: ÒUstedes son un diosÓ. Ojal‡ que no hubiera estado en ese momento acerc‡ndose a la fase final del paganismo.

ÀQuŽ piensa Dios acerca de esto?

El primero de los Diez Mandamientos revela lo que el verdadero Dios piensa acerca de su humanizaci—n:

Yo soy Jehov‡ tu Dios É no tendr‡s dioses ajenos delante de m’. No te har‡s imagen, ni ninguna semejanza de lo que est‡ arriba en el cielo, ni abajo É (ƒxodo 20:1-4)

En conjunto, estos dos mandamientos nos dicen que no tenemos autoridad para definir a Dios en ningœn otro tŽrmino de los que claramente se nos ha revelado. Hacerlo es idolatr’a.

ÀTenemos derecho a una propia opini—n personal acerca de lo que es Dios? No. Por medio de la declaraci—n, Yo soy Jehov‡ tu Dios, el Se–or se reserva el derecho de definirse a s’ mismo y, al hacerlo, anula las opiniones personales y definiciones humanas. ƒl se define claramente a travŽs de la creaci—n, su Palabra y por medio de Cristo. Toda opini—n que contradiga esto, constituye idolatr’a.

La manera m‡s f‡cil de inventar otro dios es con nuestra imaginaci—n. Moralmente hablando, poco importa si nos hacemos un ’dolo de madera, de piedra o dentro de la mente. Cuando suponemos que Dios es cualquier cosa que deseamos que sea, somos id—latras.

La idolatr’a es algo tremendamente serio; posiblemente por esa raz—n sea que estos mandamientos encabezan la lista. La peor forma de idolatr’a es hacernos un dios a nuestra propia imagen y luego adorarlo. Esto es exactamente lo que los maestros de la fe han hecho. Est‡n quebrantando los Diez Mandamientos.

Conclusion

Parece ser que los maestros de la palabra de fe han tomado la ruta pagana, al acercar al hombre a Dios. Su dios no es ni siquiera de la talla de Zeus.

A veces los ni–os o los reciŽn convertidos tienen una idea human’stica de Dios. Pueden visualizarlo como un enorme abuelo celestial sentado en su trono. Aunque esa imaginer’a no es la apropiada, tampoco es peligrosa para esas personas inocentes y suele desaparecer a medida que el cristiano madura.

Si pens‡ramos que estos maestros de la palabra de fe fueran meramente inmaduros en su doctrina de Dios, estar’amos menos alarmados. Pero no es el caso. Por tres dŽcadas han hecho desfilar sus ense–anzas a la vista de todos.

Los eruditos en Biblia han tratado de razonar con ellos. Se han escrito y editado libros que refutan sus doctrinas paganas. Pero ellos han ignorado cada censura, han rechazado toda correcci—n, han menospreciado la sana erudici—n y han maldecido a aquellos que han tratado de ayudarles.

ÀHay algo peor que dar culto a un dios falso? Posiblemente s’ lo haya. Ser’a que la persona se imagine ella misma ser un dios. Los maestros de la palabra de fe hacen ambas cosas.

As’ que, cu’dense de beber de la fuente de esas ense–anzas. La bebida que le ofrecen no es ambros’a. No les transformar‡ en Dios. Pero s’ es un veneno mortal.

En este cap’tulo aprendimos que...

á      Los maestros del evangelio de la prosperidad duplican el pensamiento pagano al redefinir al Dios cristiano, rebaj‡ndolo de lo que revelan las Escrituras acerca de Žl y d‡ndole condici—n divina al hombre.

á      Este movimiento ense–a que los cristianos son peque–os dioses, de la misma esencia de Dios.

á      Estos maestros confunden aquello de a la imagen de Dios con algo que ser’a un duplicado de Dios.

á      La Biblia ense–a que la uni—n con Cristo es a travŽs del Esp’ritu. La doctrina de la palabra de fe ense–a que la uni—n con Cristo es a travŽs de una mezcla de nuestra supuesta divinidad con la de Žl.

á      La doctrina de la palabra de fe iguala nuestra uni—n con Cristo con una mezcla mutua de divinidades.

á      Los maestros de la palabra de fe califican a sus cr’ticos como ciegos y muertos espiritualmente.


Cap’tulo 2: ÀFe o ficci—n?

Cerca de mi casa hay un gimnasio en el que los entrenadores personales ense–an fisicoculturismo. Al igual que esos entrenadores, los maestros de la prosperidad consideran que su misi—n es ayudar a los cristianos en el desarrollo de mœsculos de fe fuertes, para controlar la realidad.

La fe en Dios constituye el punto central de la Biblia. ÀC—mo podr’a tal Žnfasis estar equivocado? De ninguna manera, piensan muchos... asumiendo que esos maestros se refieran a lo mismo que la Biblia, respecto a lo de las palabras fe y Dios.

Veneno en una botella de leche

Llenar una botella de leche con veneno no es necesariamente malo. Pero s’ lo ser’a si le damos esta botella a alguien, diciŽndole que contiene leche.

Algo semejante sucede en la teolog’a, cuando los maestros toman palabras de la Biblia, las vac’an de su contenido, a–aden sus propios significados y las hacen pasar como leg’timas. Sus seguidores terminan aceptando ideas que rechazar’an normalmente.

Es decir que, aun cuando un maestro utilice palabras tales como Dios, fe, Jesœs, esto no garantiza que estŽ ense–ando la Palabra de Dios. Puede tratarse de veneno en una botella de leche.

ÀCu‡l fe?

Kenneth Copeland afirma: La fe es una fuerza poderosa. Es una fuerza tangible. Es una fuerza conductora[22]. La fe es una fuerza espiritual... es una sustancia. La fe puede afectar la sustancia natural[23].

Estos maestros ven la fe como una fuerza m’stica que manipulamos para nuestra propia ventaja. Si se combina la fe con nuestras propias palabras, se convierte en una cat‡lisis para crear nuestra propia realidad.

Dichos maestros no ven la fe como la sola confianza en Dios, sino como un poder m’stico con su propio derecho. Para ellos, es casi una ley natural como la gravedad o el electromagnetismo. Aunque no sea una ley f’sica, es tan poderosa como para afectar a la materia.

No nos preocupar’a eso si pens‡ramos que hablan en sentido figurado o si œnicamente fuera un punto de vista de Copeland, podr’amos ignorar la anomal’a. Sin embargo, es lo que tipifica al movimiento. Charles Caps. manifiesta:

La fe es la sustancia o materia prima... La fe es la sustancia que Dios utiliz— para crear el universo y transport— esa fe por medio de sus palabras... La fe es la sustancia de las cosas, pero no es visible. La fe es una fuerza espiritual[24].

En caso de suponer que Capps hable en sentido figurado, n—tese lo siguiente:

He aqu’ lo que Dios hizo: Dios llen— Sus palabras con fe. Dios us— Sus palabras como contenedoras y transportadoras de esa fuerza espiritual hacia la oscuridad, pronunciando: ÁSea la luz! Esa es la manera en que Dios transport— su fe, generando la creaci—n y la transformaci—n[25].

Copeland hace eco de las palabras de Capp acerca del poder de esta fuerza-sustancia en el escenario de la creaci—n.

Dios us— las palabras para crear los cielos y la tierra... Cada vez que Dios hablaba, liberaba su fe: el poder creativo que hac’a cumplir su palabra[26].

Estos maestros sostienen que Dios tiene fe y que depende de ella por su poder creativo. El evangelio de la prosperidad considera esto un hecho auto evidenciable. Al discutir sobre el potencial de la fe en la vida de los cristianos, Copeland se refiere a...

La misma fe que Dios us— al crear...[27]

Pero, ÀquiŽn cre— esta fe-sustancia de la que depende el poder creador de Dios? Si Dios la cre—, Àpor quŽ tendr’a Žl que depender de ella?

ÀY nosotros los humanos?

De acuerdo con la doctrina de la prosperidad, el creyente tiene acceso a la misma fuerza empleada por Dios al crear el mundo. Como peque–os dioses, podemos servirnos a voluntad de esta fe-fuerza y crear la realidad que deseemos. Si carecemos de prosperidad material o buena salud, el problema est‡ en nuestra ignorancia sobre c—mo controlar la ÇfuerzaÈ de la fe.

A travŽs de los siglos, la teolog’a cristiana ha comprendido el significado de la fe como la confianza o la creencia en Dios. Cualquiera que sea el significado que los del evangelio de la prosperidad hayan dado al tŽrmino, se ve claramente que no concuerda con aquel.

Efecto de choque

A veces me gusta captar la atenci—n de mis estudiantes de teolog’a diciendo: La fe, en s’ misma, no tiene ningœn valor, poder o mŽrito propio. No es una buena obra y no merece recompensa alguna. En ciertos casos, ni siquiera es una virtud.

El tono radical de mi observaci—n se atenœa cuando explico que la fe es como una caja vac’a. El contenido es lo que le da su valor. Si Cristo es el contenido de la caja, su valor es inconmensurable. Pero, ÀquŽ si el contenido de la caja es el diablo?

La fe en s’ misma es moralmente neutral. Adquiere su valor del objeto al cual se la asocia. ViŽndola de esta manera, la fe puede ni siquiera ser una virtud, si no est‡ dirigida a Cristo. En efecto, puede incluso tratarse de un vicio si est‡ puesta en un dios falso o dirigida a nuestra auto aprobaci—n.

La fe es el veh’culo en el que Cristo se aproxima a nosotros. Cuando un amigo llega en su auto a nuestra casa, pensamos en el amigo, no en el veh’culo. Lo que importa es la relaci—n, pero la cercan’a no hubiera sido posible sin el transporte. A esto es a lo que me refiero cuando digo que la fe no tiene valor Çen s’ mismaÈ.

Entonces, si la fe no tiene un valor o virtud inherente, Àc—mo podr’a ser una fuerza creadora? Cristo es el poseedor de todo aquello. La fe es meramente el veh’culo que acerca a Cristo a nosotros.

ÀEs la fe una ÇleyÈ?

En su libro, Las leyes de la prosperidad, Copeland define la fe como una ley indispensable. Sembramos semillas de fe como un agricultor siembra su cultivo, esperando la cosecha.

Esto es cierto, siempre que lo entendamos como una met‡fora acerca de la confianza llana en las promesas de Dios. Si vamos m‡s all‡, consider‡ndola una ÇleyÈ en el sentido de una fuerza m’stica, caemos en un grave error.

Solo en una ocasi—n se refiere la Biblia a la fe como una ÇleyÈ.

ÀD—nde, pues, est‡ la jactancia? Queda excluida. ÀPor cu‡l ley? ÀPor la de las obras? No, sino por la ley de la fe (Romanos 3:27).

En el contexto, Pablo contrasta la fe con las obras como el principio por el cual Dios comunica su don de la justicia. Esto no tiene nada que ver con ninguna fuerza m’stica. La NVI traduce el tŽrmino griego ÇleyÈ como ÒprincipioÓ, posiblemente para evitar tal confusi—n. Las Escrituras nunca definen la fe como una ÇleyÈ en otro sentido que este.

ÀFe en la fe?

El folleto de Hagin titulado: Tenga fe en su fe, fue un elemento importante en el desarrollo del movimiento palabra de fe. All’ se cristaliz— el concepto central de que la fe es una ley manipulable.

Para Hagin, tiene perfecto sentido tener fe en nuestra fe. Si la fe es una fuerza que controlamos, deber’amos obtener m‡s fe a medida que crece nuestra capacidad de manipularla. Hagin ve’a este proceso como una espiral ascendente hacia un poder cada vez mayor.

Hagin estaba en lo correcto si la fe fuera una sustancia m’stica que manipulamos. De lo contrario, es auto dependencia carnal.

ÀY d—nde queda la gracia?

El evangelio es un movimiento de la gracia, no un movimiento de la fe. Cuando Pablo dice: Porque por gracia sois salvos, por medio de la fe ... dej— en claro de una vez y por todas la respuesta a la pregunta sobre quŽ nos salva. La fe NO salva. La gracia es la que salva. La fe es meramente el veh’culo que transporta la gracia de Dios.

Gracia significa inmerecido favor de Dios. Si la fe fuera una fuerza o sustancia que podemos manipular, entonces la salvaci—n podr’a ser una obra que merece recompensa. En ese caso, la fe estar’a excluida, por la misma causa que las obras son excluidas... precisamente porque merecer’a una recompensa.

El Ap—stol Pablo clarifica:

Ahora bien, cuando alguien trabaja, no se le toma en cuenta el salario como un favor sino como una deuda (Romanos 4:4).

Por eso la promesa viene por la fe, a fin de que por la gracia ... (Romanos 4:16).

ÀPor quŽ dice a fin de que? Porque Žl entiende que la fe no merece recompensa. Por lo tanto es el œnico veh’culo apropiado de la gracia. ÀC—mo podr’a entonces ser la fe una ley, sustancia o fuerza que nosotros controlamos para obtener bendici—n? ÀD—nde quedar’a la gracia?

A los maestros de la prosperidad se les escapa esta paradoja. Precisamente, debido a que la fe b’blica NO es una ley, fuerza o sustancia, es que puede ser el veh’culo de la gracia.

ÀD—nde se origina la fe?

En el pensamiento de la palabra de fe, esta œltima no es un don de gracia. La gracia contradice el concepto de una fuerza-sustancia m’stica manipulable a discreci—n nuestra.

La Biblia ense–a claramente que la fe es un don de gracia. Aun cuando la gracia salvadora viene por medio de la fe, esta fe es generada por la misma gracia. Esto no es un razonamiento circular, porque Dios es el origen del proceso.

... [Apolos] ayud— mucho a quienes por la gracia hab’an cre’do (Hechos 18:27).

La gracia de nuestro Se–or se derram— sobre m’ en abundancia, junto con la fe y el amor que hay en Cristo Jesœs (1Timoteo 1:14).

En resumen

Frecuentemente los cristianos decimos que somos salvos por fe. ÀAcaso queremos decir que es la fe en s’ misma la que nos salva? No. Se trata de una forma breve y b’blica de expresar que la fe es un instrumento vital para aproximar a Cristo, que es el que salva.

Una buena ilustraci—n que viene al caso es cuando Jesœs le dijo a una mujer arrepentida: Tu fe te ha salvado. (Lucas 7:50) Lo que expres— es que la fe de la mujer abri— la puerta a Aquel que salva. ƒl nunca implicar’a que la fe de la mujer por s’ sola le daba la salvaci—n. Si fuera as’, no hubiera sido para nada necesario el que ella fuera a Jesœs.

A veces la Escritura asocia dos cosas tan cercanamente que una se vuelve met‡fora de la otra. Ejemplo: En Juan 17:3 y 12:50, la obediencia a los mandatos de Dios es llamada vida eterna. La obediencia en s’ no es la vida eterna, pero lleva a ella. Ser’a absurdo llamar a la obediencia una sustancia m’stica que podemos manipular para generar vida eterna.

Asimismo, en la Escritura, la fe es tan vitalmente asociada a la obtenci—n de bendiciones, que podr’a parecer que la fe por s’ misma genera las bendiciones. Es una forma breve de mostrar la importancia de la fe, no para demostrar que la fe sea una fuerza m’stica que, manipulada apropiadamente, produce lo que nosotros queramos.

ÀResulta denigrante a la fe b’blica este cuestionamiento al as’ llamado movimiento de la fe? No. Nuestra intenci—n es que la fe estŽ en su posici—n correcta, no en una mayor ni menor a la correcta. Cristo, a su vez, recibe la gloria que merece.

El as’ llamado movimiento de la fe, lleva un nombre equivocado. Estos maestros no ejercitan la fe en sentido b’blico alguno. Se trata de un movimiento pseudocristiano de idolatr’a, egotismo y narcicismo. ÀIdolatr’a? S’. ÀCu‡l es el ’dolo? Ellos mismos.

En este cap’tulo aprendimos que...

á      El evangelio de la prosperidad ense–a que:

o   La fe es una fuerza m’stica y una sustancia espiritual.

o   Dios mismo depend’a de la fe al crear al universo.

o   Como dioses creados, los seres humanos tienen la capacidad de crear su propia realidad, manipulando la ley de la fe.

o   Debemos tener fe en nuestra propia fe.

á      El evangelio de la prosperidad no ense–a la fe bajo ninguna definici—n b’blica.

o   La fe b’blica no es ni ley, ni fuerza, ni sustancia m’stica.

o   La fe es una confianza sencilla en Dios.

o   La fe es moralmente neutral, pues su valor depende del objeto al que se la asocie.

o   El evangelio es un movimiento de la gracia, no un movimiento de la fe.

o   La fe es un don de la gracia de Dios.


Cap’tulo 3: Soberan’a y sufrimiento

MirŽ entre la multitud esperando bajo la carpa. El gent’o usual: una mezcla interesante de caras latinoamericanas, desde ni–os hasta ancianos. Unos pocos adolescentes se escond’an t’midamente en las sombras, temerosos de ser vistos por sus amigos. Muchos escucharon el rumor de que los ÇgringosÈ estaban exhibiendo pel’culas bajo la carpa. En este pueblo no hab’a ninguna sala de cine y pocos ten’an televisores, lo que hac’a nuestra campa–a evangelista el mejor espect‡culo del momento.

Esta t’pica multitud sudamericana ten’a una cosa en comœn. Ninguno hab’a escuchado una exposici—n clara del Evangelio. Lo que yo iba a predicar en los pr—ximos minutos ten’a que ser simple y claro. ComencŽ diciendo: ÁDios es un Dios bueno!

Cuando declarŽ esto, me di cuenta de que aquellos que ser’an salvos esa noche, enfrentar’an pruebas en los meses venideros. Ser’a necesario ayudarlos a entender quiŽn es Dios y lo que significa bueno. Supe tambiŽn que este proceso de aprendizaje no es f‡cil.

Cuando la gente comienza a madurar en Cristo, pronto se da cuenta de que la definici—n de la palabra bueno no es tan obvia como pensaba previamente. Al fin y al cabo, el convertido sufre un revŽs, una enfermedad en la familia o un problema financiero. ƒl aprende de la Biblia que Dios es Todopoderoso. ÀPor quŽ, entonces, Dios no resuelve este problema? Sus amigos le dicen que el diablo lo caus—. ÀSignifica esto que Dios no tiene control sobre el diablo?

Muy pronto la brigada local de la fe informa al convertido que el problema es debido a su falta de fe. Le dicen que es su culpa. El nuevo convertido se pregunta: ÀDepende todo de m’? Pero no se siente capaz de enfrentar el problema.

En resumen, el convertido se encuentra ante el viejo dilema: La soberan’a de Dios y el sufrimiento de los justos. ÀEs posible responsabilizar a Dios aun cuando continuemos am‡ndolo y confiando en Žl?

El œnico problema con el lema ÒDios es un Dios buenoÓ, reside en un posible malentendido de la palabra bueno. A veces pensamos que el vocablo ÇbuenoÈ es equivalente a Òlo que nos agradaÓ. Sin embargo, Dios tiene otra cosa en mente. ÀEs lo que nos agrada realmente el bien mayor? o ÀEs que Dios tiene en mente algo m‡s importante que lo que nos agrada?

Bueno ... ÀQuiŽn lo define?

Algunas personas suponen que la prioridad m‡s alta de Dios es el bienestar del hombre. Por lo tanto, definen ÇbienestarÈ en tŽrminos de beneficios: Salud, riqueza, paz y seguridad. No obstante estamos totalmente enga–ados si imaginamos que hay alguna verdad en estas afirmaciones.

Hay al menos dos cosas m‡s importantes para Dios. Veamos una de ellas en Romanos 8:28-29,

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su prop—sito son llamados. Porque a los que antes conoci—, tambiŽn los predestin— para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que Žl sea el primogŽnito entre muchos hermanos.

Notemos en este texto que el prop—sito definitivo de Dios es que seamos conformes a la imagen de Cristo. La prioridad m‡s alta de Dios es la santificaci—n. Llegar a ser como Cristo es nuestro bien mayor, no nuestra comodidad. Esta prioridad es tan alta que Dios aun nos puede hacer temporalmente infelices para que al final tengamos una felicidad suprema.

Recientemente, le’ un comentario que me choc— grandemente: ÒLa meta final de la santificaci—n es nadaÓ. DespuŽs de recuperarme del impacto, tuve que aceptar esta aseveraci—n. La santificaci—n es la meta, y Dios nos ama mucho como para renunciar a su compromiso de santificarnos. La santidad no tiene prop—sito m‡s all‡ de s’ misma. Nuestra felicidad es un resultado de nuestra santificaci—n.

Se deduce, entonces, que Dios define el tŽrmino ÇbuenoÈ como todo aquello que produce santidad en nosotros. Todos los dem‡s principios de la Escritura est‡n subordinados a esto.

Considerando ello, es menos sorprendente que los cristianos experimenten pruebas y sufrimientos. Dudoso ser’a que los creyentes no sufrieran m‡s de lo que sufren.

Otra consideraci—n, y acaso la de mayor importancia, es la gloria de Dios. Considere lo siguiente: Dios cre— al hombre conociendo perfectamente que este caer’a. ÀPor quŽ?

Romanos 9:21 sugiere la respuesta: ÀO no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? (NVI). La m‡s alta prioridad de Dios es revelar su naturaleza. El bienestar del hombre es secundario. La historia completa de la redenci—n, la salvaci—n y la condenaci—n, es el escenario en el cual Dios despliega Sus atributos.

C.S.Lewis trajo a la luz el extraordinario pensamiento de que Shakespeare estuvo equivocado cuando dijo: El mundo es un escenario y nosotros somos los actores. A medida que miramos m‡s de cerca el escenario, descubrimos que Dios es el protagonista principal y no nosotros. ƒl es el œnico sobre el escenario, y nosotros somos meramente el tel—n.

La gracia no podr’a existir sin un pecador. Una hermosa flor no podr’a crecer sin el abono m‡s elemental el que, por cierto, es tan repulsivo. Pero, ÀExiste la gracia para la mayor’a? dif’cilmente! Si usted les hace el mismo favor a todos, entonces esta actitud llega a ser una pol’tica general en lugar de un favor. Una vecina, por ejemplo, nos trae pan fresco hecho en casa, como un signo especial de amistad. Si ella le hace eso a todo el mundo, ya no ser’a un favor especial. La ira de Dios tampoco podr’a existir sin el pecador. Para mostrar justicia tiene que haber alguien a quien juzgar. Para creer que Dios nos santificar‡ conforme a su prop—sito debemos reconocer que Dios es soberano y que no puede fracasar.

Las opciones son claras: ƒl es soberano o no lo es.

Hubo una Žpoca no muy lejana, en la historia de la iglesia, en la cual si una persona cuestionaba la soberan’a de Dios era considerada herŽtica. Aun hoy, hay personas que afirman que las manos de Dios est‡n atadas a menos que alguien ore. Tales declaraciones son una blasfemia porque la Biblia dice:

... ƒl hace segœn su voluntad en el ejŽrcito del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ÀQuŽ haces? (Daniel 4:35)

Nuestro Dios est‡ en los cielos; todo lo que quiso ha hecho (Salmos 115:3).

... Mi consejo permanecer‡, y harŽ todo lo que quiero (Isa’as 46:10).

Entonces, ÀDepende Dios del libre albedr’o del hombre? Revisemos algunos ejemplos b’blicos.

Nabucodonosor

Este rey pagano de Babilonia cometi— tres errores graves.

Primero: Se hizo un dios de oro (Daniel 3). ÁQuŽ actitud tan t’picamente humana! El hombre quiere un Dios a quien pueda manipular, y vivir libre de reprensiones por sus pecados. Hoy la gente es m‡s creativa. En lugar de usar oro, simplemente usa su imaginaci—n e inventa sus propios dioses.

Segundo: Us— cada medio a su disposici—n para conseguir que otros adoraran a su dios falso. (Es algo bueno que Nabucodonosor no tuviera radio ni televisi—n. ƒl pudo haber tenido Žxito).

Tercero: Atribuy— las obras del Todopoderoso a su dios (Daniel 4:30). El Dios verdadero lo llam— loco.

ÀQuŽ hizo Dios al respecto? Dios toc— el interior de Nabucodonosor y le quit— la raz—n, el libre albedr’o y todo. Lo dej— como una bestia por siete a–os.

ÀNecesit— Dios el permiso de Nabucodonosor para hacer eso? ÀNecesit— las oraciones de alguien para llevarlo a cabo? DespuŽs de siete a–os, cuando Dios tuvo a bien, le devolvi— su mente.

ÀQuŽ aprendi— Nabucodonosor de esta experiencia cuando recuper— su raz—n? ... y Žl hace segœn su voluntad en el ejŽrcito del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano...

El anticristo y las diez naciones

ÀQuiŽn controlar‡ la mente del Anticristo... el falso profeta, la gran bestia y las diez naciones durante los tiempos finales? ÀEl diablo?

Porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que Žl quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios (Apocalipsis 17:17).

 Los enemigos de Jesœs

... a este, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios ... (Hechos 2:23).

ÀCreyeron los ap—stoles en la soberan’a de Dios con las acciones y la voluntad del hombre?

... y dijeron: Soberano Se–or, tœ eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay ... verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesœs, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo hab’an antes determinado que sucediera (Hechos 4:24,27,28).

ÀControl— Dios a los egipcios?

Y he aqu’, yo endurecerŽ el coraz—n de los egipcios para que los sigan; y yo me glorificarŽ en Fara—n y en todo su ejŽrcito ... (ƒxodo 14:17).

Al examinar estos ejemplos b’blicos vemos que Dios puede controlar todo, incluso la voluntad humana.

Miles de cristianos hoy en d’a, no saben que Dios es soberano. Alaban una parodia del Dios verdadero que tiene las manos atadas. Tal concepto de Dios proviene de la cultura moderna humanista en lugar de los conceptos b’blicos. Se puede llamar a este el Òdios falsoÓ de la cristiandad moderna.

Segœn el evangelio de la prosperidad, Dios tiene las siguientes caracter’sticas: Sus manos est‡n atadas al menos que alguien ore. Est‡ sujeto a un conjunto de leyes espirituales superiores a Žl mismo. Depende del libre albedr’o humano para actuar. Es incapaz de detener a sus rebeldes criaturas que frustran Sus planes, tom‡ndolo por sorpresa. Recompensa a los hombres con dinero, en proporci—n directa a la fe que ellos tienen.

No est‡ realmente al control de este mundo. No es soberano. Por mucho que tal dios agrade a la naturaleza humana, tiene un defecto fatal: ÁNo existe!

ÀC—mo es el Dios verdadero?

El Dios de la Biblia es soberano. Controla absolutamente todas las cosas.

ƒl hace segœn su voluntad en el ejŽrcito del cielo, y en los habitantes de la tierra (Daniel 4:35).

De esto concluimos que Dios no est‡ bajo ninguna obligaci—n de prestar atenci—n a las protestas de nuestro Çlibre albedr’oÈ con respecto al proceso de santificaci—n.

Ahora, ÀquŽ sabemos la doctrina de la soberan’a de Dios? Estamos tratando de explicar c—mo contestar el dilema del sufrimiento de los buenos sin culpar a Dios. Hemos probado que Dios hace como le place, y nada ni nadie lo limita. ÀNo es esto empeorar al dilema? Parece que si. Al finalizar el an‡lisis veremos que no.

Hay cristianos bien intencionados que tienden a negar la soberan’a de Dios para resolver el dilema de un Dios bueno y un mundo malo. Sin embargo, estos cristianos no consideran la posibilidad de que Dios no quiere librarse del dilema. Quiz‡s tenga un prop—sito con tal dilema y no quiere que nadie se lo quite.

Muchos cristianos consideran esta soluci—n completamente aceptable. Sugieren que Dios nos ha delegado parte de su autoridad y que las respuestas a todos nuestros problemas yace en nosotros mismos. Sus manos est‡n efectivamente atadas en cierta manera, a menos que actuemos en su favor. As’ parece que el dilema est‡ resuelto y podemos abandonar la discusi—n y olvidarnos del problema.

Pero hay un elemento suelto que nos obliga a revisar esta explicaci—n. Si Dios ha entregado una parte de su soberan’a al hombre, entonces no merece toda la gloria. Debemos determinar exactamente quŽ porcentaje de su gloria le ha cedido al hombre. Solo as’ sabremos a quŽ grado podemos adorarle. DespuŽs de todo, no queremos darle toda la gloria si nosotros tenemos parcialmente el control. Eso no ser’a justo, Àverdad?

Si Žl le ha dado veinticinco por ciento de su soberan’a al hombre, entonces deber’amos adorar a Dios un setenta y cinco por ciento y al hombre un veinticinco por ciento. O podemos alterar 2Corintios 1:24 diciendo: ÒPorque por el setenta y cinco por ciento de la fe en Dios est‡is firmes. He aqu’ el otro veinticinco por ciento te pertenece a tiÓ.

En lugar de llamarlo el Todopoderoso, tendr’amos que llamarlo el Casi Todopoderoso. Perd—neme todo este sarcasmo, pero es claro que negar la soberan’a de Dios nos conduce a un dilema peor.

El error b‡sico aqu’ est‡ en fallar al distinguir la diferencia entre autoridad compartida y abandono de autoridad. Es como una cuenta corriente conjunta. Si usted a–ade el nombre de otra persona a la cuenta, eso no le quita la autoridad para firmar los cheques, ni est‡ limitado a la aprobaci—n de la otra parte. Si usted quiere, puede arreglar el asunto de tal forma que los otros necesiten su aprobaci—n, sin necesitarlos para nada. Perfectamente legal y l—gico.

ÁQuŽ tremendo error imaginar que Dios ha renunciado a cualquier parte de su autoridad solo porque la comparte con algunas de Sus criaturas!

He observado a cristianos que poseen un entendimiento s—lidamente b’blico de la soberan’a de Dios. Atraviesan las pruebas con m‡s facilidad y rara vez preguntan: ÒÀPor quŽ permitiste esto?Ó Entonces, ÀCu‡les son las opciones cuando confrontamos una prueba dura? Tenemos tres, y solo una es la correcta.

Opci—n uno: Acusarle a Dios de injusto por meternos en problemas

Todas las pruebas espirituales consisten en estar aparentemente abandonados por Dios. Si este sentimiento estuviera ausente, dejar’a de ser una prueba v‡lida.

Un arma potente para pasar exitosamente a travŽs de las pruebas, es saber que estas son inevitables. No se preocupe, saber esto no es una confesi—n negativa. La realidad es as’. Pedro nos advirti—:

Amados, no os sorprend‡is del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extra–a os aconteciese ... (1Pedro 4:12).

Culpar a Dios nos da solamente un sentimiento de alivio temporal y superficial... como cuando estamos tratando de extinguir un fuego arroj‡ndole palos de madera.

Opci—n dos: Someterse pasivamente a la aflicci—n como la voluntad de Dios, puesto que Žl es soberano y pudo haberla prevenido

Esta reacci—n es casi tan peligrosa como la anterior. Algunas religiones se aprovechan de este razonamiento para mantener a los oprimidos en sujeci—n.

En Jueces 3:2 leemos que Dios dej— a los enemigos en la tierra sabiendo que ellos atacar’an a Israel. ÀPor quŽ hizo eso? Porque quer’a que los israelitas aprendieran a luchar.

Suponga que los jud’os hubieran asumido que Dios estaba ense–‡ndoles a ser humildes. Pudieron haberse acostado en las calles y sumisamente dejar que los carros pasaran sobre ellos. Habr’an aprendido la humildad correctamente, pero esa no era la lecci—n que deb’an aprender. Algunas veces Dios le permite al diablo atacar al creyente para que este aprenda a defenderse.

Recuerdo la historia de un joven estudiante de la Biblia, que sufri— pruebas severas por varias semanas. Nada le sal’a bien. Todo el mundo se peleaba con Žl. Una depresi—n constante lo consum’a. Una noche, estando solo, sœbitamente grit—: ÒSatan‡s, Áen el nombre de Jesœs, Áfuera!Ó La paz lo cubri—. Se dio cuenta de que Dios le estaba ense–ando el arte de la autodefensa espiritual.

Someterse pasivamente a toda prueba y aflicci—n no es b’blico, es m‡s, es peligroso.

Opci—n tres: Someterse a Dios pero resistiendo la aflicci—n, aun si sabe que Dios en su soberan’a la permiti—

Desde el punto de vista de algunos, nunca en la historia de la humanidad ha existido un aguij—n tan agudo como el de Pablo. Algunos dicen que era una enfermedad. Otros dicen que no.

Al enfrascarse en estas disputas, los cristianos pierden los puntos principales de la lecci—n. Si para Dios eso fuera muy importante, el texto se–alar’a claramente lo que era el aguij—n. Observemos algunas reacciones de Pablo con respecto a su aguij—n:

Nunca par— de enfrentar su aflicci—n. ƒl pele—. Tan simple como eso.

Segundo, observe la forma en que pele—. Fue con oraci—n humilde y persistente. ƒl le pidi— a Dios que se lo quitara. No se lo orden—, ni trat— de manipular a Dios. Hizo algo mejor que eso: simplemente or—. Nunca trate de manipular a Dios. Cada vez que lo intento, recibo reprensiones del Se–or.

Note tambiŽn que Pablo or— m‡s de una vez sobre su problema. Algunos han pensado que es falta de fe orar dos veces por la misma cosa. Pablo no pensaba as’. Si mi carro no arrancara al primer intento, lo intentar’a otra vez hasta que arranque.

La forma como Pablo trat— este problema demuestra que el resultado final depend’a de la soberan’a del Se–or.

Indudablemente, si Dios le hubiera dicho a Pablo que la soluci—n era pararse de cabeza y clamar: ÒSalve al reyÓ, Žl lo habr’a hecho, porque estaba dispuesto a hacer lo que el Se–or le dijera que hiciera, aun si eso fuera no hacer nada.

En efecto, Òno hacer nadaÓ es exactamente lo que el Se–or le dijo que hiciera: B‡state mi gracia. Aun m‡s, Pablo no perdi— su santa agresividad. Acept— esa gracia y la aprovech— para glorificar a Cristo.

Alguien me pregunt— acerca de la diferencia entre un ataque Satan‡sico y una prueba divina. Realmente no importa. Puesto que Dios es soberano, ambas circunstancias son siempre lo mismo. Dios le permite al diablo atacarnos porque desea que nosotros lo derrotemos. Si no fuera por el diablo, la iglesia ser’a perezosa y los cristianos aprender’an poco.

El libro de Job ilustra esto con claridad: Dios afirmaba la sinceridad de Job, mientras que Satan‡s la negaba. Esto result— en una prueba de la integridad de Job, siendo Satan‡s la causa inmediata y activa, y Dios la causa final y pasiva.

Vemos entonces que tanto Satan‡s como Dios usaron los mismos eventos pero con intenciones opuestas. La diferencia, entonces, entre un ataque Satan‡sico y una prueba divina, no est‡ en los medios sino en los prop—sitos opuestos. Satan‡s quiere probar lo peor de nosotros, y Dios desea probar lo mejor. As’ que es un desperdicio de tiempo tratar de encontrar cu‡l es cual. Simplemente somŽtase a Dios y presente batalla ante la aflicci—n.

En todo esto no pec— Job, ni atribuy— a Dios desprop—sito alguno (Job 1:22).

Algunas veces la esencia de la prueba espiritual gira alrededor de una pregunta: ÀCu‡l es la calidad de nuestro amor? Amamos a Dios porque hace cosas buenas por nosotros. Pero en el reino de Dios esta clase de amor es inferior. ƒl quiere que nosotros le amemos por lo que es y no por lo que nos da. Esto implica una elecci—n mental m‡s que emocional. En tiempos de prueba es necesario hacer este tipo de elecciones.

Lo anterior nos da ciertas pautas para atravesar pruebas ordinarias pero, ÀquŽ acerca de las verdaderas tragedias, como la pŽrdida de un ser amado o un accidente con consecuencias terribles? Estas desgracias dif’cilmente pueden ser catalogadas como ÇpruebasÈ.

Un tr‡gico accidente ocurri— durante nuestra conferencia misionera en Ecuador, en 1981. Un cami—n que transportaba a casi una docena de j—venes se volc— debido a un error del conductor, que era una dama misionera. Fue un milagro que nadie muriera, pero un ni–o de ocho a–os qued— lisiado de su pierna derecha. La misionera estaba confusa y se sent’a culpable. Pocos d’as despuŽs del accidente, ella me hizo la inevitable pregunta: ÒÀPor quŽ Dios lo permiti—?Ó

Yo esperaba esa pregunta, as’ que quise estar preparado con una respuesta. Haciendo a un lado mi propia frustraci—n, le respond’ con otra interrogaci—n: ÒAun si Dios nos diera la respuesta, Àaliviar’a eso el dolor del ni–o o el tuyo?Ó No siempre tenemos explicaciones a las tragedias, pero tenemos la promesa de Romanos 8:28. Para mi gran sorpresa, esa respuesta le dio mucho alivio a la dama.

A veces lo œnico que tenemos es una promesa de Dios. Pero si la creemos, veremos que es suficiente para nuestro consuelo.

Los cristianos con un firme asimiento a la soberan’a de Dios atraviesan las pruebas y tragedias mucho m‡s f‡cil que aquellos que dudan de ella. Esta verdad ha sido el basti—n de los santos en todas las edades y a medida que avanzamos a los tiempos finales, debemos asirnos a ella tenazmente.

No se imagine que soy un sufridor experto porque proclamo estas verdades. Admiro a aquellos hermanos dulcemente pasivos, que aceptan las dificultades con una quietud reposada. ÀSon as’ por gracia o es realmente el resultado de una predisposici—n natural del temperamento? Ser’a dudoso si todos mis lectores fueran as’. En lo personal, prefiero las rabietas.

Para mi disgusto, descubr’ muy temprano que Dios permanece inm—vil ante mis protestas. ƒl continœa la prueba de todas maneras. Aparentemente, podemos a–adir tenacidad a su lista de atributos. ƒl parece determinado a bendecirnos con cualidades morales que no sab’amos que eran parte del convenio cuando aceptamos a Cristo.

Lamento no haber resistido las pruebas pasadas de manera m‡s victoriosa. Espero hacerlo mejor en el futuro. Ser’a muy simple si solo pudiŽramos hallar la forma de quitarle al sufrimiento ese peque–o detalle: Áel dolor!

Aparte de eso, el sufrimiento ser’a completamente tolerable.

Lo digo para aclarar que conocer unas pocas verdades acerca de nuestras pruebas y su relaci—n con nuestro soberano Se–or, no aliviar‡ el dolor, ni contestar‡ todas las preguntas. Aœn doler‡. Pero al menos se vuelven tolerables cuando entendemos que hay significado y prop—sito detr‡s de ellas.

Estoy dolorosamente consciente de que los puntos de vista que he compartido no logran explicar bien la expresi—n, ÒDios es un Dios buenoÓ. Ser’a un tonto si pensara eso.

As’ que dejemos el asunto a los pies de Dios, donde Žl quiere que estŽ. Sigamos con humildad, sabiendo que Žl es mayor que cualquier concepto que podamos alguna vez imaginar acerca de Žl.

En este cap’tulo aprendimos que...

á      Dios es soberano sobre todas las cosas, incluido el mal. Aunque Dios no es causante del mal, este est‡ bajo su control.

á      Debido a que el valor m‡s preciado por Dios es la santidad del creyente, Žl permite que suframos pruebas para santificarnos. Por lo tanto, la falta de fe no es forzosamente causa de enfermedad o pobreza.

á      Aparte de no ser b’blico, es algo muy cruel acusar a una persona de falta de fe, si sufre pobreza o enfermedad.

á      A pesar de la tensi—n filos—fica entre la bondad de Dios y la existencia de la maldad, Dios nos llama a confiar en Žl.


Cap’tulo 4: Or’genes del evangelio de la prosperidad

El evangelio de la prosperidad tiene sus ra’ces en una secta pagana, el gnosticismo, que rivaliz— con la cristiandad durante los tres primeros siglos de la era cristiana.

Existieron varias sectas gn—sticas. Todas sosten’an una forma de dualismo que ense–aba que lo material era malo y que lo espiritual era bueno. Sin embargo, la Biblia ense–a que Dios cre— ambas dimensiones y las llam— bueno.

Algunos gn—sticos ense–aban que hab’a dos dioses; uno malo que gobernaba la dimensi—n material, y uno bueno por encima del espiritual. Todos, sin embargo, sosten’an que entre las dos dimensiones exist’a una serie de leyes espirituales que permit’an controlar ambos reinos.

Ciertos grupos gn—sticos, segœn ellos espiritualmente superiores, se cre’an dotados con una gnosis especial o conocimiento por revelaci—n que les permit’a aprender a manipular esas leyes m’sticas para su beneficio... Incluso para controlar sus propios destinos espirituales.

Una de las metas de los gn—sticos era alcanzar la divinidad y convertirse en una especie de ÇdiosÈ creativo. Esto deb’a acontecer ÇliberandoÈ el esp’ritu del reino material a travŽs del ÇconocimientoÈ especial de las fuerzas m’sticas que gobiernan el universo.

Ireneo, uno de los padres del tercer siglo que combati— el gnosticismo, en su libro En contra de las herej’as, hace el siguiente comentario acerca del orgullo espiritual caracter’stico de los gn—sticos: ÒEllos se consideran a s’ mismos tan ÔmadurosÕ que nadie se les puede comparar en la grandeza de su conocimiento, ni siquiera Pedro o Pablo ni cualquiera de los otros ap—stolesÓ. (I, XIII, 6). Ireneo a–ade que... ÒÁTal persona se infla tanto que camina pavone‡ndose con un semblante despreciativo y el aire pomposo de un gallo!Ó (III, XV, 2).

Los paralelos entre el gnosticismo antiguo y el evangelio de la prosperidad son muy impactantes para ser ignorados. Pero, Àc—mo se transport— el gnosticismo al siglo veinte? Por esta informaci—n, estamos profundamente agradecidos y en deuda con Judit Matta, autora de La respuesta cristiana a las herej’as gn—sticas carism‡ticas[28].

Judit es la experta m‡s notable en los Estados Unidos en lo que tiene que ver con el origen gn—stico del movimiento palabra de fe. Ella se gradu— en el seminario teol—gico Talbot y fue una estudiante de primera clase.

Indica Judit que en 1875, Mary Baker Eddy public— Ciencia y salud, produciŽndose el lanzamiento de la secta Ciencia Cristiana, o Ciencia de la Mente. La Primera Iglesia de Ciencia Cristiana fue fundada en Boston en 1879. Eddy hab’a adaptado muchos de los primeros conceptos gn—sticos en sus escritos, que inclu’an la negaci—n de la realidad de la enfermedad y la materia.

Uno de los primeros convertidos a la Ciencia Cristiana y miembro de la iglesia madre desde 1903 hasta su muerte en 1908, fue el Dr. C.W. Emerson. Este fund—, a fines de siglo, una escuela preparatoria para j—venes en Boston llamada Escuela Emerson de Oratoria.

Uno de los primeros estudiantes de la escuela Emerson fue un joven de nombre E.W. Kenyon, que recogi— algunos de los conceptos gn—sticos y m‡s tarde los incorpor— en sus propios escritos.

Kenyon muri— en 1948, pero la antorcha gn—stica no muri— con Žl, sino que fue tomada por otro joven y entusiasta predicador, hambriento de lo sobrenatural, de nombre Kenneth Hagin... el reconocido l’der del movimiento palabra de fe.

Hagin alaba a Kenyon en uno de sus primeros libros: El nombre de Jesœs, declarando abiertamente la fuente que le influencia. Posteriormente, Hagin pas— estas ense–anzas a Kenneth Copeland. A travŽs de Copeland fueron a Charles Capps, Jerry Savelle y otros. En 1972, T.L. Osborn tambiŽn expres— su profunda deuda a Kenyon en una carta a la nieta de este en la que lo llamaba Çap—stolÈ.

Los tŽrminos palabra de fe y conocimiento por revelaci—n encuentran su origen en los libros de Kenyon. Mucho de lo que Žl escribi— suena edificante y exalta el poder y se–or’o de Cristo. Desafortunadamente, las herej’as est‡n mezcladas con estos aspectos, debido sin ninguna duda a la influencia de su mentor, Mary Baker Eddy de la secta Ciencia Cristiana.

Su folleto, Dos formas de conocimiento, es especialmente peligroso por su sutileza. Kenyon, hombre de temperamento supremamente m’stico, cae en la usual trampa gn—stica de emplear la raz—n para negar la validez de ella. Kenyon califica de Çconocimiento sensorialÈ a la informaci—n derivada de nuestros cinco sentidos y la correlaci—n de esa informaci—n se hace por l—gica. Pero Çel conocimiento por revelaci—nÈ viene directamente a nuestro esp’ritu, salt‡ndose tanto la raz—n como los sentidos. Kenyon cre’a que como Dios es espiritual, es imposible comprenderlo a Žl y las verdades espirituales sin esa Çrevelaci—nÈ especial.

Por medio de esto, se introduce un error peligroso y sutil. Si una persona lo asimila, entonces la Biblia en s’ misma pasa a ser juzgada por la norma del conocimiento por revelaci—n que esa persona experimenta en forma subjetiva. Sutil e inconscientemente, el lector de Kenyon se convierte en su propia norma de la verdad.

Kenyon olvid— que el ojo que lee la Biblia, el o’do que la escucha y el cerebro que la correlaciona son todos —rganos f’sicos. La Biblia es un libro humano y divino. Pasar por alto los sentidos y la raz—n inevitablemente lleva a pasar por alto la Biblia tambiŽn. Los cristianos inexpertos y ansiosos de experiencias sobrenaturales pueden f‡cilmente caer en el misticismo de Kenyon.

Aunque Hagin fundamenta mayormente sus conceptos en Kenyon, Žl mismo ha aportado algunas ÇrevelacionesÈ interesantes obtenidas a lo largo de su propio caminar.

En la introducci—n a una de las ediciones anteriores de su libro Arte de la intercesi—n, Hagin describe su octava ÇvisitaÈ de Cristo. Un ser espiritual, que se identific— como ÇJesucristoÈ, entr— al dormitorio de Hagin, se sent— y habl— con Žl por hora y media. Durante esa visita, es ÇJesucristoÈ le dio una Çrevelaci—nÈ sobrecogedora: Todos los te—logos de anta–o que ense–aron que Dios estaba en control absoluto de todas las cosas estaban equivocados. En el primer cap’tulo, Hagin expresa la Çrevelaci—nÈ que constituye la premisa del resto del libro: ÒDios no est‡ gobernando el mundo... y Dios no puede hacer nada al menos que alguien aqu’ abajo se lo pidaÓ.

Este ÇserÈ aparentemente olvid— leer su Biblia antes de negar categ—ricamente la soberan’a de Dios. Observe:

Todo lo que Jehov‡ quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra ... (Salmos 135:6).

... para que conozcan los vivientes que el Alt’simo gobierna el reino de los hombres ... (Daniel 4:17).

En la sŽptima ÇvisitaÈ , el ser espiritual le dijo a Hagin que no orara m‡s por sus necesidades sino que ordenara a los ‡ngeles que las satisficieran. De nuevo, ese ser olvid— algunas claves escriturales:

Padre nuestro que est‡s en los cielos ... el pan nuestro de cada d’a, d‡noslo hoy. (Mateo 6:9, 11)

En el contexto, el Se–or Jesœs de la Biblia nos ordena orar al Padre por nuestras necesidades.

ÀEstoy insinuando que el ÇserÈ que visitaba a Hagin y que le da las revelaciones de la palabra de fe no es realmente Jesucristo, sino un demonio enga–ador? No estoy insinuando eso. Lo estoy declar‡ndolo como un hecho b’blicamente comprobable, solo comparo los enunciados de ese ser con las ense–anzas b’blicas.

El secuestro de Hagin: C—mo entraron estas ense–anzas al movimiento carism‡tico

El movimiento carism‡tico echa ra’ces en las dŽcadas de los sesenta y setenta del siglo pasado. A veces se le denomina neo-pentecostalismo, este se caracteriza por su rechazo a la marchita ortodoxia de algunas denominaciones tradicionales y su bœsqueda de un nuevo Žnfasis en el Esp’ritu Santo y los dones espirituales.

En sus inicios, el movimiento carism‡tico fue inocuo. No hay nada de malo en la bœsqueda de nueva llenura del Esp’ritu Santo o de los dones espirituales. En efecto, es un mandato de las Escrituras que as’ lo hagamos. Sin embargo, hubo una falla fundamental en el movimiento y fue la falta de bases teol—gicas s—lidas.

Los carism‡ticos rechazaron una ortodoxia ya marchita. Sin embargo, muchos no apreciaban tampoco su alternativa, la ortodoxia viva. M‡s bien, desarrollaron un misticismo sin sentido. Por eso, las ense–anzas de Hagin encontraron terreno fŽrtil en el nuevo movimiento.

Muchos carism‡ticos eran evangŽlicos de estratos sociales medios. Aunque se interesaban en experiencias emocionantes, no les entusiasmaba mucho unirse a los pentecostales tradicionales. Estos, originalmente, proven’an de clases m‡s pobres y menos educadas.

Los carism‡ticos estaban listos para recibir ense–anzas frescas dentro de su propio contexto socioecon—mico. Era el escenario propicio para el secuestro de Hagin.

Aunque Hagin era el l’der reconocido, no era tan elocuente como algunos de sus seguidores. Su acento campesino, mala gram‡tica y obvia carencia de educaci—n formal eran poco apreciados por las clases medias.

El movimiento gan— ’mpetu con un l’der m‡s joven y bien articulado, Kenneth Copeland. Su obra titulada Leyes de la prosperidad, lo lanz— al estrellato del movimiento de la fe, ofreciendo una nueva visi—n del mundo que tapaba las brechas dejadas por una ortodoxia abandonada.

El mercado se vio inundado de las obras de estos maestros y los nuevos carism‡ticos las devoraban como los peces hambrientos a la carnada. Lamentablemente, lo que determinaba quŽ libros aparec’an en el mercado cristiano era la ganancia econ—mica, m‡s que la verdad. Aquellos que disent’an se encontraron con grandes obst‡culos para publicar sus obras.

El anuncio hecho por Paul Crouch, del canal televisivo TBN [Trinity Broadcasting Network] en cuanto a que adoptaba el enfoque del movimiento de la fe en su programaci—n contribuy— a su difusi—n. TambiŽn Jim Bakker, del programa PTL [Praise The Lord] junto a Paul Crouch, endos— los conceptos del movimiento y ambos los expusieron a nivel mundial.

El resultado: El gnosticismo, disfrazado bajo el estandarte de la ÇfeÈ, comenz— a enraizarse profundamente en la conciencia de los carism‡ticos estadounidenses.

Un paralelo romano-estadounidense

Muy similar a los actuales Estados Unidos, Roma fue en su tiempo una sociedad pr—spera. En los tres primeros siglos, mientras la cristiandad echaba ra’ces, Roma pasaba su Žpoca de declive. Cund’a la corrupci—n social. Las instituciones religiosas o gobernantes no pod’an detener el nivel de perversidad que dominaba en la sociedad.

La cultura parec’a incapaz de recuperar su sentido de poder y dominio de antes. La poblaci—n sufr’a saturada de una inseguridad sutil, pero generalizada.

En el campo de batalla, ahora les costaba m‡s derrotar a los enemigos peque–os que lo que antes les hab’a tomado triunfar sobre los grandes. Lo mismo se ve hoy en d’a en la naci—n americana.

Las clases medias y altas de cualquier sociedad, antigua o moderna, est‡n acostumbradas a tener el control de sus propias vidas. Sin embargo, cuando las condiciones sociales se vuelven inseguras, se pierde el optimismo ante el futuro y se siente la pŽrdida de control. As’ se prepara el suelo para que las ra’ces del gnosticismo se profundicen.

Este tipo de condiciones genera crisis psicol—gicas. Los cristianos estadounidenses est‡n sujetos a presiones similares. Su dilema es: C—mo experimentar el consuelo del evangelio y a la vez mantener el control al cual estaban acostumbrados. Igual que sucedi— en la antigua Roma, las condiciones en Estados Unidos est‡n fŽrtiles para que un movimiento pseudocristiano, de tipo gn—stico como palabra de fe, se arraigue. La esencia de su mensaje es una religi—n que le da a la gente una sensaci—n de control dentro de su propia realidad.

Adem‡s, como un conveniente subproducto, los maestros logran una importante cosecha financiera. Las clases medias y medio altas tienen recursos para gastar, y responden bien a la ret—rica positiva y a las revelaciones nuevas. Todos felices... excepto Dios.

La influencia del evangelio de la prosperidad ha sido, en parte, cortada por tres factores:

Primero, las Asambleas de Dios, la denominaci—n pentecostal m‡s importante e influyente a nivel mundial, repudiaron las ense–anzas de palabra de fe por medio de un documento oficial.

Segundo, la publicaci—n de dos importantes obras de advertencia contra el movimiento: El Cristianismo en Crisis, por Hank Hanegraaff, y La seducci—n del cristianismo, por David Hunt.

Finalmente, el golpe m‡s serio fue la ca’da de Jim Bakker (PTL) a finales de los a–os ochenta del siglo pasado, junto con similares esc‡ndalos entre los televangelistas estadounidenses. Sin embargo, esos sucesos terminaron siendo tan solo una poda de las ramas del movimiento, sin llegar a sus ra’ces, es decir Hagin y Copeland y su falso dios. Aunque debilitado, el ‡rbol sigue floreciente en los Estados Unidos hoy.

Estamos frente a una iron’a hist—rica: el mismo gnosticismo pagano que se opon’a al cristianismo de los primeros siglos ha resucitado para infiltrarse en la iglesia de hoy.

En este cap’tulo aprendimos que...

á      El evangelio de la prosperidad es un renacimiento de los conceptos gn—sticos, adaptados al lenguaje cristiano.

á      Esas ideas gn—sticas fueron transmitidas por Mary Baker Eddy y su secta de la Ciencia Cristiana al Dr. Emerson de Boston. Las que E.W. Kenyon fusion— con las doctrinas cristianas.

á      Kenneth Hagin adopt— las ense–anzas de Kenyon y las transmiti— a Kenneth Copeland y otros.

á      El movimiento de la palabra de fe encontr— suelo fŽrtil en el movimiento carism‡tico y virtualmente lo secuestr—.

á      La popularidad del movimiento se explica en tŽrminos sociol—gicos. Las condiciones de los Estados Unidos de hoy en d’a son similares a aquellas que encendieron el gnosticismo en la antigua Roma.


Cap’tulo 5: La confesi—n positiva

ÁTodas las fuerzas naturales y todas las circunstancias de nuestra vida son controladas por nuestra lengua![29] Cuando hablamos positivamente, una gran fuerza espiritual se genera dentro de nosotros, y esta cambia al mundo que nos rodea[30]. Las situaciones m‡s dif’ciles pueden ser cambiadas por nuestra lengua. Si prosperan los malvados, es porque nosotros los cristianos hemos declarado que es as’. Incluso la salvaci—n de las almas depende de nuestra confesi—n positiva. Al no querer, podr’amos estar echando una maldici—n a alguien, si declaramos que ese alguien est‡ a punto de resbalar y, cuando lo hace, ser’a resultado de nuestra maldici—n, mas no profec’a[31].

Tales enunciados son medianamente representativos de las doctrinas de la palabra de fe, acerca de la confesi—n con nuestra boca. Aunque parecen tremendamente extremas, aœn hay m‡s; por ejemplo, Charles Capps atribuye el nacimiento virginal de Cristo, a una declaraci—n positiva de Mar’a. Ella recibi— la palabra del ‡ngel en su esp’ritu y luego esta se manifest— en su vientre[32].

Tanto Copeland como Capps nos dicen que Satan‡s nos ha programado insidiosamente para que, desde j—venes, hablemos palabras perversas y de muerte. Debemos eliminarlas de nuestro vocabulario ya que Òellas ponen en movimiento la llama ardiente de las fuerzas espirituales negativasÓ.

ÀCu‡les son estas palabras tan horrorosas que Satan‡s nos ha ense–ado a pronunciar? Por ejemplo: ÒMe muero por tal o cual cosa...Ó; ÒMe mor’a de la risaÓ; ÒTal o cual cosa me mat— de la risaÓ y otras expresiones similares. Segœn Copeland, son... ÒÁDiscursos perversos! ÁPalabras de muerte! ÁContrarias a la Palabra de Dios![33]Ó

Cristo clarifica que todo lo que hagamos en nuestros ministerios, especialmente aquello de tipo milagroso, debe ser precedido por una absoluta dependencia de Dios. La iniciativa debe ser de Dios y no tenemos nosotros el derecho de soltar la lengua como nos plazca.

Si tuviŽramos fundamento para sospechar que estos hombres solo est‡n exagerando, podr’amos ignorar sus ense–anzas. Pero hay iglesias, algunas grandes, dedicadas a ense–ar estas doctrinas.

Para defender sus ideas, los l’deres del movimiento se basan en los siguientes textos:

Respondiendo Jesœs les dijo: Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Qu’tate y Žchate en el mar, y no dudare en su coraz—n, sino creyere que ser‡ hecho lo que dice, lo que diga le ser‡ hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibirŽis, y os vendr‡ (Marcos 11:22-24).

El principio fundamental de la fe est‡ expresado en el œltimo vers’culo. Debemos creer que Dios ya ha contestado nuestra petici—n antes de que la formulemos. Esta es la base para una declaraci—n positiva de nuestra fe en la voluntad de Dios, tanto para escucharnos como para contestarnos.

La confesi—n positiva es ciertamente mejor que la negativa. Pero sin una base b’blica s—lida, puede llevar a una visi—n errada de la realidad. El pasaje mencionado nunca signific— un cheque en blanco para cualquier cosa que deseemos o digamos. Es m‡s un patr—n b‡sico de fe que puede ser ejercitada cuando el Se–or nos da una promesa personal.

Hay que observar que el texto comienza con la frase: Tened fe en Dios. El griego original es: exete pistin theou, que literalmente se lee como tener fe de Dios. Esto se conoce gramaticalmente como un genitivo absoluto y solo significa tened fe en Dios. As’ se lo traduce correctamente en todas las versiones modernas.

Cristo nos clarifica que todo lo que hagamos en el ministerio debe estar precedido por una absoluta dependencia de Dios. La iniciativa debe ser de Žl, y nosotros no tenemos el derecho de hacer lo que nos plazca. El texto en verdad no se refiere al uso de un principio m’stico de fe, del tipo del cual Dios mismo depende.

 En el contexto del cap’tulo, Jesœs maldijo a la higuera y esta se sec—. Pedro, siempre curioso, recalca esto en el vers’culo 21: Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado, como si dijera: ÒÀC—mo pudiste hacer eso?Ó Los vers’culos que siguen, entonces, son meras explicaciones de c—mo lo hizo: ÒPrimero, Pedro, tienes que estar operando en el Esp’ritu, y no ser impulsivo. Debes determinar cu‡l sea la voluntad del Padre, y al conocerla, actuar en feÓ.

Por supuesto que Jesœs no usa estas palabras, pero un an‡lisis cuidadoso del texto y otros pasajes relacionados, nos revelan que esa es la intenci—n del texto.

Existe una gran diferencia entre el ejercicio ordinario de la fe en nuestras vidas y el don espec’fico de la fe, que recibimos directamente de Dios. Esto œltimo se confirma en 1Corintios 12:9 como un don sobrenatural. En tal contexto, se nota que no es para todos ni en todos los casos. Pablo dice: a otro, fe por el mismo Esp’ritu...

Que se marchiten las higueras y se muevan las monta–as no son cosas de todos los d’as en la vida del creyente. Por su naturaleza excepcional requieren un don sobrenatural de fe divina. Lograr comprender todo esto nos guiar‡ a una posici—n equilibrada sobre la fe y la confesi—n positiva consecuente. Lo que Cristo expres— en Marcos 11:24 no es un texto que pruebe que tenemos el derecho de obtener cualquier cosa que deseemos. El ejercicio de nuestra fe se basa en la voluntad de Dios declarada previamente. Podemos tener lo que sea que declaremos, si Dios lo dijo primero.

Santiago, Cap’tulo 3

Los proponentes de la superfe, usualmente usan este cap’tulo como apoyo de su punto de vista, segœn el cual las circunstancias que rodean la existencia humana son determinadas por las confesiones negativas o positivas.

El vers’culo 6 es un texto favorito de palabra de fe, ya que se refiere a la lengua como capaz de encender fuego a la rueda de la creaci—n. Sin embargo, el contexto de este cap’tulo, combinado con el an‡lisis del texto griego, nos lleva a concluir que Santiago se refer’a a algo distinto que la manipulaci—n de la realidad a travŽs de la lengua.

La frase rueda de la creaci—n es ton trochon tes geneseos en griego y es de dif’cil traducci—n. ÇTrochonÈ literalmente significa ÒruedaÓ, y ÇgeneseosÈ Òorigen, fuente, nacimiento, existencia, vida". En el Diccionario expositivo de Vine se describe a esta rueda que enciende fuego desde su eje interno y lo manda hacia afuera, justamente como el da–o que causa la lengua.

Santiago se refiere simplemente a la influencia que tiene nuestra lengua en nuestras relaciones humanas. Dice: Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que est‡n hechos a la semejanza de Dios. ÀSe est‡ acaso refiriendo al control de las fuerzas naturales, nuestra salud o finanzas mediante nuestra lengua? ÁClaro que no! Santiago se refiere a nuestras relaciones, ya que si hablamos mal de la gente que nos rodea, esto naturalmente afectar‡ el curso de nuestra vida, nos haremos de enemigos.

Nuestro chisme destruir‡ a otros y a nosotros mismos. Usar este cap’tulo 3 de Santiago para probar que todas las circunstancias de nuestra existencia est‡n controladas por las palabras que proferimos, en cualquier sentido m‡s all‡ de nuestras propias relaciones humanas, es Ñsin dudaÑ violentar el texto.

Te has enlazado con las palabras de tu boca (Proverbios 6:2).

Citar este texto como una advertencia en contra de la declaraci—n negativa es tomarlo fuera de su contexto. No se refiere a ningœn tipo de confesi—n positiva o negativa, sino que m‡s bien advierte a evitar la firma como garante de deudas contra’das por amigos. El texto completo es como sigue: Hijo m’o, si salieres fiador por tu amigo, si has empe–ado tu palabra a un extra–o ... y has quedado preso con los dichos de tus labios ...

Y, ÀquŽ acerca de la palabra confesi—n en la Biblia? Algunos maestros del movimiento se–alan que este tŽrmino en griego es Çhomolog’aÈ, que se compone de homo (igual) y logo, ÒhablarÓ. Consecuentemente, segœn ellos, significar’a Òhablar la misma cosaÓ. Es decir, que si hablamos Òla misma cosa que DiosÓ, obtendremos el resultado deseado.

Incorrecto. En la era precristiana, la palabra ten’a ese significado, pero en la Žpoca en que el Nuevo Testamento fue escrito, el significado que tiene es Òprofesar fe en algo o alguienÓ. De las cuarenta veces usadas en el Nuevo Testamento (en la forma mencionada y tambiŽn en la manera enf‡tica exhomologeonai o verbo homologeo, en ninguna apoya el punto de vista de que las palabras de nuestra boca tengan algœn poder creador. Observen algunos usos del Nuevo Testamento:

Profesi—n de fe

En maestros falsos (Tito 1:16); en Cristo (Lucas 12:8); de los fariseos en los ‡ngeles y en la resurrecci—n (Hechos 23:8); de los esp’ritus admitiendo o negando la deidad de Cristo (1Juan 4:3).

Confesi—n de pecado

De los hechiceros efesios convertidos y declarando pœblicamente sus obras (Hechos 19:18); de los cristianos confesando sus pecados a Dios (1Juan 1:9); de los creyentes confesando sus culpas unos a los otros (Santiago 5:16).

Promesa a alguien

Judas prometiendo traicionar a Cristo (Lucas 22:6).

Acci—n de gracias

De Jesœs al Padre (Lucas 10:21).

No existe ni un solo rastro en la Biblia que apoye el uso de la palabra confesi—n, en el uso que le atribuyen los maestros de palabra de fe.

Dos problemas graves

Aparte de la err—nea aplicaci—n de la Escritura, existen dos problemas graves en la ense–anza de la doctrina de la declaraci—n positiva:

ƒnfasis excesivo

Las ep’stolas fueron expresamente escritas para instruir a los creyentes sobre c—mo vivir en forma victoriosa, pero no se ve un Žnfasis del tipo que da este movimiento en ninguna manera.

Adem‡s, a veces se encuentran algunas declaraciones supuestamente negativas pronunciadas por el mismo ap—stol Pablo:

 ... pero Satan‡s nos estorb—. 1Tes. 2:18

Porque segœn pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los ap—stoles como postreros, como a sentenciados a muerte. Aun hay m‡s ejemplos: que estamos atribulados en todo. 1Corintios 4:9-11:

Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados y no tenemos morada fija.

Quienes llevan el ministerio de Dios con responsabilidad, no ense–an a su grey que se pueden desatar fuerzas espirituales negativas, solo con pronunciar ciertas palabras o frases comunes. Los ap—stoles no vieron que la realidad pudiera ser fruto de una declaraci—n negativa, ni tuvieron temor de expresarla. Este tipo de temor no proviene de una fe bien sustentada, sino m‡s bien de una falta de fe.

Generalizaci—n de casos particulares

De los dos problemas se–alados, este es el m‡s grave, pues es aqu’ donde se lastima a la gente. Como hemos estudiado, los maestros de palabra de fe consideran la prosperidad y la salud del creyente como verdad absoluta: todo cristiano, sin excepci—n, debe estar y ser saludable y pr—spero al momento presente, ya que Dios ha declarado que as’ es su voluntad, segœn ellos. Por lo tanto, se considera innecesario orar o pedir revelaci—n sobre estos dos aspectos.

A medida que veamos que esta premisa de palabra de fe es insostenible, comprenderemos cu‡n peligroso es lanzarse a una fe as’, sin sostenerse en la voluntad de Dios primeramente. Los que proceden de esa forma, se encontrar‡n de seguro con problemas y dolor.

Existe una trampa muy sutil en este aspecto. Supongamos que la voluntad de Dios es que el Sr. Fulano prospere, pero no busca la voluntad de Dios primeramente. Se lanza, siguiendo las f—rmulas de los libros. ÀLos resultados?ÁFunciona! As’ que Fulano asume que todo le funcion— porque los maestros de palabra de fe est‡n en la verdad, ense–ando verdades absolutas que todos pueden llegar a experimentar. Fulano no considera que la voluntad de Dios para su vida se cumpli— en Žl, de manera personal, no universal.

Ahora supongamos que Juan proclama estas buenas noticias a un hermano de la iglesia y este se lanza de similar manera que Juan, pero para Žl, todo termina en frustraci—n y fracaso. Entonces, culpa a Dios, pierde la fe y entra en una crisis emocional. Si hubiera buscado primeramente la voluntad de Dios, habr’a podido escuchar algo como: ÒNo, hijo, eso no es para ti. Esa fue mi voluntad para Fulano, yo tengo algo mejor para ti. Quiero que me sirvas en la India y, si eres fiel, te considerarŽ digno de sufrir por el amor de mi nombre, e incluso que tu sangre sea sangre de m‡rtirÓ.

ÀPodr’amos considerar a alguno de ellos superior al otro, si ambos encuentran la voluntad de Dios en sus vidas?

Los creyentes deben reconocer la soberan’a de Dios.

Las Asambleas de Dios, la denominaci—n pentecostal m‡s grande del mundo, denuncian la ense–anza de la palabra de fe sobre confesi—n positiva con estas palabras:

Hacer hincapiŽ en la confesi—n positiva tiene la tendencia a incluir frases que parecen indicar que el hombre es soberano y Dios su siervo. Estas frases que exigen a Dios actuar, implican que Žl ha entregado su soberan’a; que no est‡ en capacidad de actuar de acuerdo con su propia sabidur’a y prop—sito. Se hace referencia a que­ la verdadera prosperidad consiste en ­usar el poder y­ la capacidad de Dios,­ para satisfacer ­necesidades, cualesquiera que estas sean. As’, se posiciona­ al hombre usando a Dios, en vez de que el hombre se rinda a ser usado por Dios[34].

Una manifestaci—n ins—lita de Copeland

Hasta la fecha, la manifestaci—n m‡s ins—lita que he o’do de los maestros del movimiento Ñacerca de la confesi—n positivaÑ, provino de Copeland durante un programa televisado en la cadena TBN, el 12 de noviembre de 1985.

DespuŽs de humildemente pedirle a Dios permiso para manifestar esta ÇverdadÈ, se volvi— a Paul Crouch, el anfitri—n, y le hizo esta pregunta: ÒÀSabe usted quiŽn es el m‡s grande fracasado de la Biblia?Ó Crouch se qued— perplejo, sin contestar, as’ que Copeland le inform—. ÒÁEl fracasado m‡s grande de la Biblia es Dios!Ó

Copeland explic— que Dios era incapaz de impedir que sus criaturas se rebelaran en contra de Žl. Dios era realmente sorprendido por sus criaturas, pero no entraba en p‡nico ni hac’a confesiones negativas, porque Dios sab’a que hacer tales confesiones, lo har’an ver como un fracasado.

As’ que Dios, explic— Copeland, busc— una soluci—n. Orar no ser’a la soluci—n porque no hab’a a quien pedir. Ayunar tampoco porque Dios no come. Entonces se le ocurri— una soluci—n: ÁLa semilla de la fe! ÁS’! Dios plantar’a una semilla porque sab’a que la ley de la semilla de la fe siempre funciona. ÀCu‡l fue esa semilla que Dios plant—? Su hijo Jesœs, por supuesto. ÀD—nde la plant—? En el infierno para que sufriera por los pecados. Jesœs estuvo en el infierno como un pecador condenado en nuestro lugar.

En lo que respecta a Dios, Jesœs ya no exist’a. La œnica esperanza que Dios ten’a era la ley de la siembra y la cosecha combinada con su confesi—n positiva. Dios sab’a que eso siempre resulta. Por tanto, cuando Jesœs Ñque estaba en el infierno sufriendo como un pecador condenadoÑ naci— de nuevo por el Esp’ritu, tres d’as despuŽs sali— con poder. Resultado: Dios no solamente obtuvo a su hijo de regreso, sino que adem‡s consigui— muchos m‡s hijos.

S’, explic— Copeland, Dios tuvo fe. Žl sab’a que la ley de la semilla de la fe siempre funciona. Los aplausos y vivas que Copeland recibi— de la audiencia cristiana, incluyendo a Paul Crouch, por esta revelaci—n, fueron ensordecedores.

En este cap’tulo aprendimos que...

á      El movimiento de la fe practica el ocultismo por medio de un concepto distorsionado de confesi—n positiva.

o   En la teor’a ocultista, la mente controla la realidad. Las palabras tienen un poder propio y permiten transferir im‡genes mentales a la realidad.

o   De acuerdo con la ense–anza de palabra de fe, el cristiano debe visualizar lo que quiere obtener, para luego crearlo con su palabra y su confesi—n positiva.

o   El tŽrmino confesi—n tiene solamente dos significados en la Biblia: Profesar la creencia en una verdad o admitir la culpa. Nunca se refiere a un poder propio de la palabra.


Cap’tulo 6: ÀEst‡ da–ada su fe por el movimiento palabra de fe?

El seguidor del movimiento palabra de fe vive en un limbo psicol—gico entre el mundo real y uno de fantas’a que trata de crear con su confesi—n positiva. Es sincero, pero su entendimiento es defectuoso.

Cuando la realidad penetra mediante un problema financiero o de salud, se golpea contra la dura pared de la realidad. Eso le lastima, de manera que comienza a experimentar frustraci—n y desesperaci—n cuando sus f—rmulas de fe fracasan.

Estas v’ctimas expresan su dolor en diferentes formas. Algunos se sienten desesperados. Otros llegan a enojarse con Dios. Sienten que Žl les ha fallado al no honrar sus sinceras declaraciones de fe. Una de esas v’ctimas quer’a que Dios se disculpara con ella por no haber cumplido su palabra. Si esa gente no estuviera tan herida, esto ser’a algo gracioso.

Cuando una persona llega a ese punto, est‡ m‡s dispuesto a comprender c—mo el enemigo lo enga–—. Sin embargo, raras veces rechazan las ense–anzas err—neas de la noche a la ma–ana. La naturaleza humana tiene una tendencia incre’ble a adherirse tenazmente a las mismas ilusiones que le hacen da–o.

Mi prop—sito es ayudar a aquellos que han sido atrapados y heridos por este movimiento. Con ese objetivo escrib’ a varios pastores que antes estaban en ese movimiento. Me dieron algunas ideas acerca de c—mo ayudar a esas personas heridas. Mi oraci—n y la de ellos es que las v’ctimas puedan restaurar su confianza en Dios, mientras que al mismo tiempo ayuden a liberar a otras personas de los errores que causaron su ca’da.

El pastor ex participante del movimiento palabra de fe, Eric Hill, me escribi—:

Si quieres alcanzar a esta gente, debes dejar bien claro que oras por el enfermo y que crees que Dios bendice. Al hacer eso, les quitas sus muletas. La gente de la prosperidad observa cada cosa positiva o negativa, fracaso o victoria, pobreza o riqueza, enfermedad o salud. La mayor’a siente que no tiene alternativa entre el movimiento palabra de fe y el cautiverio tradicional de la incredulidad. Debes mostrar que tu desacuerdo con el evangelio de Copeland, no significa un regreso a una mentalidad de pobreza y fracaso. Muchos abandonar’an el movimiento, si solo fueran llevados cara a cara con la verdad por una persona que viva en victoria.

Recordemos que los l’deres de palabra de fe pretenden tener poder divino y fe especial para hacer milagros debido a sus doctrinas. Pero muchos misioneros y ministros han vivido por fe y han experimentado grandes milagros de sanidad sin las ense–anzas de ese movimiento. As’ que la cuesti—n con la que estamos tratando no tiene nada que ver con la experiencia sino con la doctrina correcta o incorrecta.

As’ que la pauta nœmero uno esÉ

Ñ La v’ctima del movimiento debe entender los errores sin negar la sanidad y la provisi—n divina.

La primera ‡rea de ense–anza que tenemos que exponerle a la v’ctima es su concepto errado de Dios. En la misma medida en que esto queda distorsionado, tambiŽn se distorsiona el resto de la doctrina.

Un arquitecto me explic— que si el fundamento de un edificio se inclina solamente a un cent’metro de la plomada, la inclinaci—n no se nota en el primer piso. Sin embargo, despuŽs de muchos pisos, la inclinaci—n se convierte en un edificio que ve ladeado, con el consiguiente peligro de derrumbarse.

Igualmente un concepto correcto de Dios es fundamental para la vida cristiana. Tanto la relaci—n del coraz—n como una sana doctrina son elementos esenciales. Una sin la otra, siempre significa desastre. Mas al‡bese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme ... Jerem’as 9:24.

El ex adherente debe aprender que Dios no puede ser manipulado por supuestas leyes espirituales. El maestro de la palabra de fe carece de sentido cuando dice: ÒYo he aprendido c—mo lograr que Dios trabaje para m’Ó. Uno se pregunta de quŽ dios est‡ hablando.

Esto nos conduce a la pauta nœmero dosÉ

Ñ El adherente al movimiento debe darse cuenta que ha estado sirviendo a un dios falso y que debe arrepentirse.

Ahora que hemos considerado la naturaleza del dios de este movimiento, es apropiado que tambiŽn discutamos la calidad de la fe ense–ada. Existen diferentes clases de fe. No todas son buenas. En la Segunda Guerra Mundial los nazis ten’an una gran fe en Hitler. Los comunistas ten’an fe en su causa y en su victoria final. Los mormones creen en un dios humanoide que emigr— de un sistema estelar distante y que lleg— a ser Ad‡n.

Vimos anteriormente c—mo la fe, en s’ misma, es moralmente neutral, tomando su valor del objeto al que se asocia. El asunto entonces no es tanto la fortaleza de la fe de uno, sino el contenido moral de ella. Es mucho mejor tener un poco de fe en el verdadero Dios, que una gran fe en uno falso.

El Dios verdadero no est‡ obligado a honrar la fe en una parodia perversa de s’ mismo. Tampoco tiene que cumplir con promesas que nunca ha hecho.

Nunca en la historia de la humanidad ha habido tantos recursos disponibles para estudiar la Biblia. Los padres de la iglesia primitiva quedar’an con la boca abierta de envidia si vieran los comentarios, las referencias b’blicas en cadena, las gu’as de estudio, los materiales de consulta del griego y las mœltiples traducciones que tenemos hoy. La mayor’a de todo esto es hecho por respetables y calificados eruditos, entrenados para no perder nada que sea importante en el an‡lisis textual.

Pero los maestros de la palabra de fe nos dicen que hoy tenemos acceso a algo mucho m‡s superior, las revelaciones de ellos mismos. Esta generaci—n tiene menos excusa que cualquier otra en la historia en cuanto a tal tonter’a.

ÀQuiŽn le permitir’a a un cirujano no calificado operar su cuerpo mortal? Pero muchos se congregan por miles para permitirle a una persona ignorante operar con sus esp’ritus eternos. Y cuando ellos terminan heridos, Áes Dios quien recibe la culpa!

Jesœs ense–— que si construimos una casa sobre la arena, es muy probable que se caiga cuando la tormenta venga. Es lo mismo que ocurre con las interpretaciones falsas de su Palabra. Es imperativo para las v’ctimas del movimiento tomar plenamente la pauta nœmero tres:

Ñ Dios no es responsable de la fe mal aplicada ni de las interpretaciones err—neas de su Palabra.

Durante su participaci—n en el movimiento, el adherente t’pico imagina que su fe es admirablemente fuerte. Se siente superior a los que no tienen las mismas revelaciones que Žl.

Los pecados del orgullo espiritual son frutos comunes de la clase de ense–anza de este movimiento. Raras veces se dan cuenta del pecado en que est‡n viviendo. Es dif’cil creer que es posible sostener las premisas del movimiento palabra de fe sin vivir en esos pecados.

Tan sutiles y peligrosos son tales pecados que el creyente debe ser severo consigo mismo cuando los detecte en su vida.

La v’ctima del movimiento necesita examinar su conciencia. Esto es necesario para recibir liberaci—n completa de las heridas causada al impactarse contra la pared de la realidad. ÀHa criticado a alguien por su incredulidad o pecado simplemente porque estuvo en apuros econ—micos o enfermedad?

Podr’a ser valioso que conforme Dios le gu’e, les ofrezca disculpas a aquellos que ha ofendido. Dios puede usar eso para traer sanidad emocional a ambas partes, interna y relacional tambiŽn.

Esto nos lleva a nuestra œltima pauta, una muy importante que requiere valor y convicci—n. Practicarla le abrir‡ puertas para la sanidad emocional y una nueva direcci—n en la vida a la v’ctima del movimiento palabra de fe.

La v’ctima de la palabra de fe debe arrepentirse de cualquier orgullo y arrogancia espiritual experimentada mientras estuvo en el movimiento.

Un œltimo comentario: En la misma medida que el creyente perciba su participaci—n en el movimiento como meramente un ÇdesequilibrioÈ doctrinal, ser‡ su liberaci—n un tanto incompleta. ÀC—mo podemos ÇequilibrarÈ a un dios falso? ÀC—mo podemos ÇequilibrarÈ una interpretaci—n torcida de un texto de la Biblia? La œnica soluci—n es rechazar la falsa y reemplazarla por la verdadera.

Mi consejo para esas personas es que busquen una iglesia que predique una teolog’a sana, enfatizando la soberan’a de Dios sin negar los dones espirituales. Estos dos elementos son dif’ciles de encontrar en una misma iglesia, pero existen.

En este cap’tulo aprendimos que...

á      Los seguidores del movimiento de la fe viven en un mundo de fantas’a creado por sus maestros. Por la misericordia de Dios, a veces llegan a chocar con la realidad.

á      Para liberarse, los ex seguidores deber’an:

o   Arrepentirse de haber adorado a un dios falso, aunque lo hubieren hecho de forma inocente. La Palabra de Dios les da la revelaci—n necesaria sobre QuiŽn es Žl verdaderamente.

o   Rechazar los errores, sin abandonar la fe b’blica en la sanidad y la provisi—n divina.

o   Reconocer que Dios no es responsable de la fe mal aplicada o de las err—neas interpretaciones de su Palabra.

o   Arrepentirse del orgullo espiritual experimentado mientras segu’an al movimiento.


Cap’tulo 7: As’ como prospera tu alma

Amado, yo deseo que tœ seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, as’ como prospera tu alma (3Juan 2).

Este vers’culo es infaltable en cualquier publicaci—n del evangelio de la prosperidad, por breve que fuere. Los maestros de la fe proclaman que este vers’culo confirma de manera contundente que los cristianos siempre prosperar‡n en proporci—n directa a la condici—n de su alma. Las claves son la obediencia y la fe. Segœn ellos, la prosperidad es el resultado de ciertas leyes tan absolutas como la gravedad.

B‡sicamente, los maestros de la ÇfeÈ obtienen tres premisas de este vers’culo:

1.    Es la voluntad de Dios que todos los creyentes prosperen.

2.   La prosperidad y la salud f’sica son las m‡s altas prioridades de Dios para nosotros.

3.   Nuestro grado de prosperidad financiera es un fiel reflejo de nuestra condici—n espiritual.

ÀHallar’an acaso estos hermanos una f—rmula espiritual y un estilo de vida que nos pueda enriquecer a todos los creyentes? De ser as’, yo estar’a dispuesto a aceptarlo de coraz—n, pero bajo la condici—n de que alguien me contestara aceptablemente las siguientes cuatro objeciones a su interpretaci—n de 3Juan 2.

Objeci—n 1: No existe ninguna cl‡usula condicional en este vers’culo

Una cl‡usula condicional es la parte de la oraci—n que indica un condicionamiento para que algo suceda y generalmente va precedida de la conjunci—n si, como en la siguiente oraci—n: ÒSi crees, ser‡s salvoÓ. La part’cula si, inmediatamente introduce la condici—n para ser salvo. No todas las cl‡usulas de este tipo contienen la conjunci—n, pues a veces est‡ en forma t‡cita o reemplazada por introducciones diferentes como: el que, quien, cuando, etc.

En estos casos, el idioma griego es muy preciso. Cuando se trata de una condici—n general, lo indica con ciertas construcciones gramaticales fijas. Pero la frase As’ como prospera tu alma, NO contiene tal tipo de construcci—n gramatical. Por lo tanto, no puede ser considerada como condicionamiento para nada.

Jerry Savelle utiliza una l’nea argumentativa bastante extra–a para salir de este atolladero. ƒl se–ala que Juan 3:16 es una promesa escrita por el ap—stol Juan y que, como 3Juan 2 tambiŽn pertenece al mismo autor, debe ser igualmente una promesa[35].

Sin embargo, falla al no tomar en cuenta que Juan 3:16 contiene todas las caracter’sticas de una promesa, mientras que 3Juan 2 no contiene ninguna. Juan 3:16 emplea la cl‡usula relativa condicional que todo aquel que en Žl crea con ciertos aspectos gramaticales como el subjuntivo, caracter’stico de una oraci—n condicional, y se trata efectivamente de una promesa. Si el ap—stol hubiera intentado que el vers’culo 2 de su tercera carta fuera una promesa con la misma intensidad, no hay ninguna raz—n para que no hubiera utilizado similar construcci—n gramatical.

En 3Juan 2, el autor sencillamente enuncia un hecho acerca de Gayo, sin poner ninguna condici—n para Žl o nosotros. Este tipo de cl‡usula es de tipo indicativo, porque simplemente informa o se–ala un hecho sin ninguna implicaci—n subsiguiente.

Algunos han insistido que las palabras as’ como se refieren a una relaci—n Òproporcionalmente directa aÓ. Pero, la palabra en griego es kathos, y Juan la emplea cuarenta y cinco veces en sus cinco libros del Nuevo Testamento. Aunque podr’a ser traducida, bajo ciertas circunstancias, de tal manera, es dif’cil encontrar ejemplos en los escritos de Juan. Normalmente Žl la emplea para indicar un hecho simplemente. Veamos algunos ejemplos:

Juan 17:11 ... para que sean uno, as’ como nosotros.

Juan 17:14 ... porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

Juan 13:15 ... Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho...

1Juan 4:17 ... pues como Žl es, as’ somos nosotros en este mundo.

Los maestros de la prosperidad asumen que debido a que kathos puede introducir una cl‡usula condicional, esto prueba que la cl‡usula final del vers’culo 2 es una. Pero, al ignorar la gram‡tica del griego, no captan que no es la presencia del tŽrmino lo que hace condicional a la cl‡usula, sino m‡s bien la forma del verbo. Los ejemplos mencionados ilustran al respecto.

Ningœn comentario serio que yo haya examinado, respalda dicha interpretaci—n de esta cl‡usula. As’ por ejemplo, Gray y Adams se–alan que Juan conoc’a la situaci—n espiritual de Gayo por quienes lo visitaban de parte de Žl. Eso es confirmado por los siguientes cuatro vers’culos (3-6) en los cuales nos detalla lo que quiere decir al referirse a la prosperidad del alma de Gayo.

En el vers’culo 3, dice que se regocija cuando los hermanos le dieron testimonio de la verdad que hallaron en Gayo. En el vers’culo 5, Juan alaba la hospitalidad que este les brind— a las personas extra–as. En el vers’culo 6, menciona que estos visitantes pudieron dar fe de su amor. En resumen, la cl‡usula as’ como tu alma prospera es simplemente un reconocimiento de cuanto le informaron los visitantes de parte de Gayo.

Objeci—n 2: La palabra ÇdeseoÈ ser’a m‡s adecuadamente traducida como Òyo oroÓ

El Diccionario Expositivo de Vine asimismo indica que, aun cuando la Biblia traduce esta palabra como ÇdeseoÈ, el significado que se encuentra en Juan 3:2 apunta a una implicaci—n de Òoraci—nÓ.

Adem‡s, ya que este vers’culo meramente registra la oraci—n de Juan por su amigo, no puede interpretarse como una declaraci—n de Dios aplicable a todo el cuerpo de Cristo ni debe verse como una promesa.

La frase en todas las cosas debe tambiŽn reexaminarse. El Comentario de Barnes se–ala que ser’a m‡s apropiado traducirlo como con respecto a todas las cosas. Lo explica en base a que al decir sobre todas las cosas parecer’a indicar que Juan consideraba a la salud y la prosperidad como la prioridad m‡s alta, pero ese no es el caso ni es tampoco una apropiada interpretaci—n del griego original.

El Nuevo Comentario Internacional, de gran prestigio en c’rculos evangŽlicos, tambiŽn se–ala que el griego original es peri panton y significa: Òen todo respectoÓ, lo cual no equivale a pro panton, que significar’a Òsobre todas las cosasÓ o Òsobre todoÓ.

Por lo tanto, asumir que la salud y la riqueza sean la prioridad de Dios para el ser humano, no encuentra apoyo en 3Juan 2.

Pero, Àcu‡l entonces es la verdadera prioridad de Dios? Pablo la explica en Efesios 1:5-6, habiŽndonos predestinado para ... alabanza de la gloria de su gracia. As’ pues, la gloria de Dios mismo, no la nuestra, es la prioridad, y para que Dios la cumpla, todo es leg’timo: sea la riqueza o la pobreza, la persecuci—n o la popularidad.

Muchos me han preguntado: ÑÀQuŽ da m‡s gloria a Dios: un santo que vive en riqueza o uno que vive en pobreza?Ñ, a lo cual podr’amos replicar: ÑÀQuŽ glorificar’a m‡s a Dios: Un santo que vive victorioso a pesar de sus riquezas, o uno que vive triunfante pese a su pobreza?Ñ El tema es la victoria del creyente, no la econom’a. La cuesti—n a considerar es la victoria en la vida del creyente, no su estado econ—mico.

Objeci—n 3: Se trata de una forma de salutaci—n comœn en el primer siglo

Esta ep’stola sigue el modelo de un formato t’pico del gŽnero en el primer siglo. William Barclay, uno de los eruditos m‡s sobresalientes del mundo, se–ala este hecho y cita un ejemplo de una carta de un capit‡n de barco, que usa terminolog’a casi idŽntica a la de 3Juan 2.

En el Nuevo Comentario Internacional, Howard Marshall confirma el punto de vista de Barclay al se–alar que el anciano (Juan) sigue la costumbre tradicional de su tiempo, cuando expresa sus buenos deseos al amigo Gayo.

Claro est‡ que este hecho no reduce la verdad de que es Escritura inspirada, simplemente explica por quŽ se encuentra en esa forma. M‡s importante aun, no se trata de una declaraci—n universal de Dios en cuanto a su voluntad para todos los creyentes. Tratarla como si fuera ello, es sacarla de su contexto hist—rico y literario.

Objeci—n 4: No es una declaraci—n universal de Dios para todo el cuerpo de Cristo

Aun cuando la Biblia es un libro para todo el pueblo de Dios, no todo cuanto contiene es para toda persona creyente. Ejemplos: Los mandatos de Pablo a Timoteo de que se cuide de Alejandro y de traerle su capa antes del invierno. Las instrucciones a Tito de quedarse en Creta. Estos son parte tambiŽn de la Palabra de Dios. En el caso de los maestros de la prosperidad, ellos han pasado por alto la diferencia de una directiva individual y una promesa universal.

Ni la gram‡tica, ni el contexto ni el trasfondo hist—rico apoyan la interpretaci—n de 3Juan 2 que dan los maestros del evangelio de la prosperidad.

ÀSignificar’a esto que 3Juan 2 no tiene validez para los cristianos del presente o que todos estamos condenados a vivir en pobreza? ÁNo! Este vers’culo es el ejemplo perfecto del cuidado amoroso y la oraci—n que todos los hermanos en Cristo debemos hacer unos por otros. ÁCu‡n alentado se habr‡ sentido Gayo al ver reconocidas sus cualidades por Juan! ÁCu‡n cuidadoso era Juan ante las necesidades de sus hermanos creyentes!

La Biblia est‡ llena de promesas de Dios concernientes al cuidado que tiene para sus hijos. Es su voluntad, normalmente, que los cristianos puedan disfrutar de la vida y que sus necesidades sean suplidas. Pero lo hace en base a su gracia, no a nuestro merecimiento.

Un testimonio personal

En los treinta a–os de servicio misionero en muchos pa’ses, mi esposa y yo hemos visto c—mo Dios ha suplido nuestras necesidades, de una manera consecuente, sin haber tenido que recurrir a una interpretaci—n indefendible de la Palabra para estimular nuestra fe. Pienso que la iron’a del punto de vista del evangelio de la prosperidad en cuanto a 3Juan 2 no se encuentra solo en su falsedad sino m‡s en que no es necesario en absoluto.

Antes de dejar la doctrina de la prosperidad, demos una mirada a otros dos textos clave de la palabra de fe.

InterŽs del diez mil por ciento

De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras por causa de m’ y del evangelio, que no reciba cien veces m‡s ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna (Marcos 10:29-30).

ÒUna asombrosa devoluci—n del 100 por uno es nuestro derecho divinoÓ, proclaman los maestros l’deres del evangelio de la prosperidad. ÒDios est‡ obligado a darnos 100 d—lares por cada d—lar que entregamos al evangelio. Y si damos 1000, Ános dar‡ 100.000![36]Ó

Si estos vers’culos son una promesa de un interŽs del 10000% a nuestros prŽstamos a Dios, merecen nuestra total atenci—n. Naturalmente, aunque no cuestionamos la verdad de la Biblia podemos considerar las interpretaciones dadas por algunos.

Una vez fui exhortado a Òsimplemente creer en la BibliaÓ, a ra’z de una discusi—n sobre estos puntos. Sin embargo, el cuestionamiento de una interpretaci—n popular no significa estar en desacuerdo con las Escrituras.

Existen dos opciones l—gicas al interpretar esos vers’culos: literal o figurativamente.

La palabra de fe presenta una interpretaci—n literal, as’ que debemos examinarla de esa manera primero. Por definici—n, este tipo de an‡lisis requiere que no se a–ada ni quite nada del texto. La doctrina de la prosperidad viola su propio principio de literalidad en dos puntos:

Primero, no hay menci—n alguna de que se dŽ nada a nadie

El concepto de entregar cosas a Dios est‡ completamente ausente del texto. Jesœs no dijo Òcualquiera que entregue algo al evangelioÓ. ƒl dijo Òquienquiera que dejeÓ. El texto paralelo que se halla en Mateo emplea el tŽrmino abandone, lo cual significa Òdejar completamente todoÓ.

El mismo verbo describe la manera en que los disc’pulos abandonaron sus redes para seguir a Jesœs y nuevamente se lo menciona cuando abandonando a Jesœs, huyeron. Ellos no ÇentregaronÈ a Jesœs a Dios. Tampoco fueron al templo a dejar all’ sus redes. Simplemente las dejaron atr‡s y siguieron a Jesœs. No existe en el texto la noci—n de ofrendar bienes materiales a Dios. M‡s bien se refiere a ofrendar nuestra vida entera. Los bienes deben ser dejados atr‡s y olvidados.

Segundo, tampoco se menciona el dinero

Solo ocho elementos espec’ficos se encuentran en la lista, los cuales ser‡n cien veces retribuidos.

Seis son varios parientes y los otros dos son tierras y casas. Incluso si el tema fuera el de ÇdarÈ, no existe una opci—n de que podamos escoger quŽ dar, pues la lista es limitada.

Si se requiere una interpretaci—n literal, entonces debemos tambiŽn exigir que el tema de dar dinero sea excluido de la discusi—n, para no violar el principio mismo de este tipo de an‡lisis. Por otro lado, si no se requiere este tipo de interpretaci—n, tampoco podemos reclamar la cl‡usula del 100 x 1 como literal. Nuevamente, las ense–anzas de la prosperidad se encuentran ante un dilema creado por sus mismos promotores.

Parece que el literalismo se ha topado con obst‡culos, pero todav’a hay otros: pues, Àc—mo podr’amos tener cien madres o hijos? Y ÀquŽ de los disc’pulos a quienes Jesœs hablaba estas palabras? ÀAcaso recibieron sus intereses en dinero? M‡s bien llegaron al martirio.

La cl‡usula con persecuciones, al final del vers’culo no debe olvidarse. Algunos maestros permanecen imp‡vidos ante esta frase y replican que la persecuci—n persistir‡ solo si nosotros se lo permitimos, pues podemos reprenderla en el nombre de Jesœs para que nos deje en paz. La confesi—n positiva saldr‡ victoriosa. Pero nunca vemos a los ap—stoles practic‡ndola o ense–‡ndola en las ep’stolas a los creyentes.

Al haber visto que una interpretaci—n literal es imposible, nos queda examinar la posibilidad del sentido figurado.

Consideremos la posibilidad de que estos vers’culos constituyan una hipŽrbole. Esta es una forma did‡ctica muy comœn en los tiempos antiguos, semejante a una par‡bola. Consiste en una exageraci—n extrema para destacar la certeza de lo expresado.

La par‡bola del sembrador, por ejemplo, contiene una hipŽrbole. Jesœs ense–aba acerca de la buena semilla que se multiplicaba trienta, sesenta y hasta cien veces. En el contexto se refiere a los convertidos ganados para Cristo, pero no significa que se convertir’an precisamente 30 personas en su lugar de predicaci—n.

Habiendo sido misionero, he visto lugares donde toma unos veinte a–os llegar a tener ese nœmero de convertidos aunque en otros Ñcomo en LatinoamŽricaÑ, lo mismo sucede en veinte minutos. Existen tambiŽn lugares en donde no habr‡ ni uno solo. Jesœs estaba ense–ando el principio de productividad de su Palabra.

El factor del Çcien por unoÈ enunciado en algunas partes de la Biblia es similar. Expresa verdades relacionadas al autŽntico cuidado de Dios y su bendici—n sobre los que entregan todo por su causa. Es posible incluso que Dios provea de cien casas a alguien que lo haga; es cierto que Žl cuidar‡ y proveer‡ a esa persona y la usar‡. Cristo quiere que esperemos bienes terrenales por nuestros sacrificios por Žl y no relegarlo todo al cielo. Quiere que sepamos que las bendiciones terrenales que podamos recibir no son una substracci—n de nuestra cuenta celestial. All‡ la obtendremos en su totalidad. Ese es todo el punto de estos vers’culos. En esto, la doctrina de la prosperidad tiene raz—n parcialmente. El contenido b‡sico de esos vers’culos es este principio y, las partes referentes a las tierras y casas, el Çcien por unoÈ y todo eso, son solo el envoltorio.

ƒl se hizo pobre, 2Corintios 8:9

Porque ya conocŽis la gracia de nuestro Se–or Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros por su pobreza fueseis enriquecidos.

ÀFue la vida entera de Cristo un sacrificio sustitutivo para que vivamos en prosperidad? A primera vista puede parecer posible que los maestros de la palabra de fe tengan raz—n en este punto.

Aunque los defensores de esta doctrina conceden que hay otras formas de riquezas aparte de las materiales, enfatizan que Cristo no fue pobre espiritualmente. Fue pobre en cuanto a la econom’a del mundo. Segœn este razonamiento, el vers’culo solo se podr’a referir a la garant’a de riqueza terrenal para los creyentes por medio de Cristo.

Este argumento ser’a v‡lido si asumimos que el texto se refiere a la vida entera de Cristo. La interpretaci—n completa gira alrededor del significado de las cl‡usulas Òhacerse ricoÓ y Òhacerse pobreÓ.

El verbo traducido como hacerse pobre corresponde a un participio aorista en el griego. Este tipo de construcci—n gramatical hace que la palabra se refiera a un punto espec’fico en el tiempo y no es de naturaleza continua. Si Pablo hubiera querido dar a significar que Cristo vivi— una vida de pobreza durante su paso por el mundo, habr’a puesto el verbo en otra forma (en imperfecto del indicativo), el cual se refiere a una acci—n continua en el pasado.

En contraste, la cl‡usula era rico s’ es una forma de pasado continuo (un participio perfecto). Pablo afirma entonces que hubo un tiempo en que Cristo era rico (tiempo continuo) y algo repentino sucedi— que hizo que abandonara tales riquezas.

Para interpretar correctamente este vers’culo ahora, nos debemos hacer las siguientes preguntas: ÀCu‡ndo fue Jesœs continuamente rico? Y Àen quŽ consist’an dichas riquezas? Seguro que no fue en la tierra; fue solo en el cielo. Entonces, ÀquŽ sucedi— repentinamente en el cielo para que se hiciera pobre? La encarnaci—n, por supuesto.

ƒl dej— su continuo dominio eterno para concretar el hecho de venir a la tierra por nosotros, para que compartiŽramos las riquezas de sus dominios espirituales. Al considerar esto se hace imposible interpretar el vers’culo como si se refiriera a riquezas materiales o terrenales.

Las riquezas en las que vamos a internarnos no son terrenales. Se refieren a nuestra coherencia con Cristo y nuestra participaci—n como hijos, nuestra participaci—n de su gracia. Este es el tema de todo el cap’tulo.

Eruditos reconocidos y prestigiosos confirma este punto. Meyers se–ala que el aorista denota el evento œnico de entrar en la pobreza y que no se refiere a la vida de Cristo[37]. El Comentario Internacional est‡ de acuerdo con que el aorista se refiere al punto de la Encarnaci—n[38].

Cuando existe clara evidencia para una interpretaci—n alternativa, se debe dejar a un lado el dogmatismo. Este es un principio clave en an‡lisis de las Escrituras. Es justo pedir a los maestros de la prosperidad que se abstengan de dogmatismo en cuanto a 2Corintios 8:9, ya que existe fuerte evidencia de una interpretaci—n alternativa.

Reconocemos que Dios a veces bendice a los creyentes con la prosperidad para que puedan hacer avanzar el evangelio. Lo hemos visto incluso entre los m‡s pobres de LatinoamŽrica. Estos cristianos a veces sufren cierto grado de persecuci—n; algunos de sus antagonistas afirman que siguen al evangelio porque los misioneros les pagan por hacerlo. Debido a que a veces Dios bendice en lo material, los incrŽdulos asumen que este debe ser el caso.

S’, reconocemos que Dios bendice y nuestros convertidos tambiŽn lo saben, pero no les prometemos que se volver‡n ricos, porque la Biblia tampoco lo hace. Cuando mi esposa y yo mencionamos que existe un movimiento en los Estados Unidos que cree que si una persona no es rica es porque le falta fe, ellos se echan a re’r de lo absurdo que esto suena.

En este cap’tulo aprendimos que...

á      La premisa del movimiento, de que los cristianos siempre ser‡n pr—speros econ—micamente, no tiene apoyo b’blico.

á      Tampoco existe apoyo escritural para la presunci—n de que la prosperidad del creyente est‡ en relaci—n directa con sus condiciones espirituales.

á      Un texto citado a menudo por los maestros de la prosperidad, 3Juan 2, no constituye apoyo a estas presunciones, ya que:

o   No existe ninguna cl‡usula condicional en el vers’culo.

o   La palabra ÇdeseoÈ es mejor traducida como ÒoroÓ, del verbo orar.

o   Es un saludo muy usado en el primer siglo.

o   No es una declaraci—n para el cuerpo de Cristo en general.

o   Los maestros de la prosperidad usan otros vers’culos fuera de contexto, tales como 2Corintios 9 y Marcos 10:29-30.

o   La Biblia ense–a que la voluntad de Dios para los creyentes es que disfruten de lo suficiente, no necesariamente de riquezas.


 

Cap’tulo 8: Pr—speros como Abraham

Mientras discut’amos acerca de la doctrina de la prosperidad con un pastor de palabra de fe en un restaurante, le comentŽ,

ÑYo no puedo juzgar que un hermano en la fe estŽ en pecado solo porque sea pobre.

El pastor aludido tranquilamente me contest—:

ÑPero yo s’.

Su respuesta tan confiada me hizo captar que no ten’a intenciones de aparecer como juzgando a nadie. Para Žl, era un hecho obvio basado en las premisas de su mensaje de fe. Entonces, a–adi—:

ÑVer‡, la Biblia nos dice que todos somos hijos de Abraham por la fe en Cristo. ƒl era un hombre rico, as’ que si nosotros no lo somos, es por causa de nuestra propia falta de fe.

Si hay alguna verdad en esto, debemos investigarla: muchos desean ser ricos y si Dios ha revelado un plan para llegar a serlo, debemos descubrirlo. Sin embargo, a–os de observar caprichos doctrinales pasando por la iglesias evangŽlicas, me han generado en mi suficiente escepticismo para provocarme a analizar estas doctrinas con cuidado.

As’ es como, despuŽs de haber le’do unos cuarenta libros y publicaciones de los maestros l’deres de la ÇfeÈ he podido ver clara su posici—n, la cual es: A travŽs del pacto con Abraham, tenemos acceso a riquezas que van m‡s all‡ de nuestros sue–os m‡s fant‡sticos. No solo seremos pr—speros, sino que tendremos m‡s de lo que podr’amos usar en nuestra vida. Nuestro œnico impedimento es nuestra propia falta de fe, segœn ellos[39].

El Nuevo Testamento ense–a que somos descendientes espirituales de Abraham a travŽs de la fe en Cristo. En G‡latas 3:7 leemos: Sabed, por tanto, que los que son de la fe, estos son los hijos de Abraham; sin embargo, basar la doctrina de la prosperidad en esto es otra cosa. Los maestros de la prosperidad no han podido replicar a las siguientes objeciones:

Objeci—n 1: El pacto abrah‡mico original no contiene promesa de riqueza material

El texto del pacto se encuentra en GŽnesis 12 y es citado por Pablo en G‡latas 3:15-16. Al revisar sus tŽrminos originales, como constan en GŽnesis 12, vemos:

Y harŽ de ti una naci—n grande; y te bendecirŽ, y engrandecerŽ tu nombre y ser‡s bendici—n. BendecirŽ a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldecirŽ, y ser‡n benditas en ti todas las naciones de la tierra.

Espec’ficamente, los tŽrminos son:

1. Dios formar‡ de Abraham una gran naci—n.

2. Dios bendecir‡ a quienes bendigan a Abraham y maldecir‡ a quienes lo maldigan.

3. Todos los habitantes de la tierra ser‡n bendecidos a travŽs de Abraham.

4. Dios engrandecer‡ el nombre de Abraham.

Notoriamente ausente es la menci—n de riqueza material. Pablo dijo en G‡latas 3:15: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le a–ade. La doctrina de la prosperidad cae dentro de lo a–adido, o sea precisamente se hace lo que Pablo dijo que no se hiciera.

Objeci—n 2: Abraham ya era rico antes del pacto con Dios

Esta es la prueba contundente de que la riqueza de Abraham no ten’a nada que ver con el pacto. Al seguir su trayectoria desde GŽnesis 11, vemos que se traslada a Har‡n, donde muere su padre TarŽ. Luego, ya realizado el pacto en GŽnesis 12:1-3, Abraham toma a su esposa y a su sobrino Lot y todos sus bienes que hab’an ganado y las personas que hab’an adquirido en Har‡n, y salieron para ir a tierra de Cana‡n. Las personas adquiridas eran evidentemente esclavos que hab’an comprado. Los pobres no pod’an poseer esclavos, pues estos eran costosos. No se sabe cu‡ntos esclavos ten’a Abraham, pero cuando tuvo que ir a rescatar a Lot, acudi— con 318 hombres, todos criados suyos.

Cuando lleg— a Cana‡n, hubo all’ una gran hambruna y, sin posibilidad de establecer ningœn negocio, baj— a Egipto. A pesar de esta clara cronolog’a b’blica, los maestros de la prosperidad insisten en sostener que Abraham fue rico gracias al pacto con Dios.

Objeci—n 3: En el Nuevo Testamento siempre se define al pacto en tŽrminos espirituales y no materiales

Pedro se refiere al pacto como el perd—n de pecados en Hechos 3:25-26; mientras que en los cap’tulos 3 y 4 de G‡latas se relaciona con la promesa del Esp’ritu a travŽs de la fe. El discurso de Pablo acerca de la justificaci—n por la fe de Romanos 4, se basa en este pacto. El escritor de Hebreos sostiene en el cap’tulo 6, que el pacto significa nuestra seguridad en cuanto a ser salvos. Todos estos textos se refieren al pacto en tŽrminos espirituales y no en referencia a riquezas materiales.

Si Dios hubiera querido revelarnos c—mo podemos obtener riquezas materiales por medio del pacto, habr’a inspirado a todos esos autores para que as’ lo manifestaran.

Objeci—n 4: No hay tal cosa como las llamadas Çbendiciones de AbrahamÈ

Una cuidadosa investigaci—n en la concordancia revela que no existe tal frase en la Biblia, m‡s parece ser que se ha divulgado justamente por las prŽdicas de este evangelio de la prosperidad y algunos cantos.

Lo m‡s cercano a la frase que se encuentra en la Biblia est‡ en G‡latas 3:14: para que en Cristo Jesœs la bendici—n de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiŽsemos la promesa del Esp’ritu. N—tese que la palabra bendici—n se halla en singular, y no como se ha divulgado: ÒbendicionesÓ, en plural. Esta bendici—n es definida por Pablo como la promesa del Esp’ritu, as’ que nadie puede confundir que se refiere a otra cosa.

Algunos maestros han sostenido que se trata de una bendici—n, pero con varios aspectos, dentro de los cuales estar’a la riqueza material[40]. Pero no encontramos ninguna confirmaci—n de este punto de vista en todo el Nuevo Testamento. La bendici—n no es del tipo material, es bendici—n espiritual, y puede resumirse en una palabra: salvaci—n.

Objeci—n 5: El pacto fue irrelevante en ciertos aspectos de la vida privada de Abraham

Un contrato humano puede diferir de otros aspectos de la vida personal. No todo lo que Abraham haya dicho o hecho en su vida, est‡ conectado con su pacto con Dios. Por ejemplo, Abraham tom— a Hagar como su concubina, tambiŽn minti— a Abimelec acerca de Sara; pero, Àson o estuvieron esos eventos relacionados con el pacto?

No se menciona en ninguna parte del pacto los derechos del concubinato, ni que el tŽrmino bendici—n fuera un cheque en blanco para todo lo que se le viniera en gana. Aceptado esto, la cuesti—n de su situaci—n econ—mica es igualmente irrelevante. El estilo de vida de cada persona puede estar rodeado de circunstancias irrelevantes a un contrato realizado por ella misma. Se debe reclamar respuestas a los maestros de la prosperidad en cuanto a por quŽ excluyen el concubinato del pacto, y por quŽ incluyen la riqueza.

La ley de Moises y el pacto con Abraham

Varios maestros de la prosperidad est‡n conscientes de estos vac’os en su teolog’a, por lo que han tratado de parcharlos con algœn mŽtodo ingenioso. Un tipo de parche es cuando a–aden la ley de MoisŽs a manera de extensi—n del pacto abrah‡mico y luego citan las bendiciones de Deuteronomio 28:3.[41]

Esos maestros ni siquiera intentan demostrar en esto ningœn fundamento teol—gico, optan por solo declararlo as’. Uno de esos maestros incluso proclama la ley de MoisŽs como los art’culos del pacto de Abraham. Otros afirman que la totalidad de la ley de MoisŽs fue el resultado del pacto de Dios con Abraham.

ÀAcaso se nos ense–a en el Nuevo Testamento que estos dos pactos puedan ser indistintamente mezclados entre s’? Vamos a Romanos 4:13-14,

 Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que ser’a heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa.

Pablo ense–a que nuestra fe resultar’a vana y el pacto de Abraham anulado, el instante en que se intentara juntar la ley con el pacto. El grado en que intentemos hacer tal mezcla indica la medida de nuestra inmadurez teol—gica. Este punto es el tema central de G‡latas.

Pablo adem‡s ilustra bellamente este punto en el cap’tulo 4 de G‡latas, poniendo el ejemplo de Sara y Hagar; leamos:

Decidme, los que querŽis estar bajo la ley: Àno habŽis o’do la ley? Porque est‡ escrito que Abraham tuvo dos hijos: uno de la esclava, el otro de la libre. Pero el de la esclava naci— segœn la carne; mas el de la libre, por la promesa. Lo cual es una alegor’a, pues estas mujeres son los dos pactos ... Mas, ÀquŽ dice la Escritura? Echa afuera a la esclava y a su hijo, porque no heredar‡ el hijo de la esclava con el hijo de la libre (vers’culos 21-24 y 30).

Sara representa al pacto abrah‡mico, el cual a su vez simboliza la salvaci—n por gracia. Hagar representa la ley de MoisŽs y, ÀquŽ concluye Pablo acerca de estas dos? Concluye que as’ como Sara y Hagar no pod’an llevarse entre s’, tampoco podemos mezclar los dos pactos. ÀPor quŽ? Porque las dos mujeres eran enemigas mortales por la naturaleza de su relaci—n diferente con Abraham. Pero, siguiendo el razonamiento, Àpor quŽ difieren tanto si ambos pactos vienen de Dios? La doctrina de la prosperidad usa este œltimo razonamiento para cimentar su afirmaci—n de que la ley es meramente una extensi—n del pacto abrah‡mico.

Hay que observar que las dos mujeres vivieron bajo el mismo techo y ambas tuvieron un hijo de Abraham. Cada una tuvo su propia e independiente relaci—n con Žl; sin embargo, debido a la naturaleza del pacto, no pod’an relacionarse entre ellas, como afirma la Escritura: No heredar‡ el hijo de la esclava con el hijo de la libre. Por eso, Hagar fue echada al desierto.

La conclusi—n es que Dios efectu— dos pactos, cada uno independiente del otro y con dos motivos diferentes, pero no relacionados entre s’.

Varios maestros de la prosperidad han tratado de evitar esta l’nea argumentativa afirmando que Cristo nos redime de las maldiciones de la ley, pero deja intactas las bendiciones. Y para ello citan G‡latas 3:13: Cristo nos redimi— de la maldici—n de la ley, hecho por nosotros maldici—n.

Esta es una interpretaci—n errada pues el texto se parafrasea subjetivamente: al leer las palabras maldici—n de la ley, las cambian un poco para que lean: las maldiciones que son bajo la ley. Pablo no se refiere a las maldiciones espec’ficas que se encuentran en la ley mosaica, sino a todo el cuerpo de tal ley.

El contraste no es entre bendici—n y maldici—n, sino entre los dos pactos que cada una representa. Nada que se encuentre en la ley mosaica corresponde a algo del pacto abrah‡mico, ya que la ley en s’ es la maldici—n, pues as’ termin— siŽndolo para los jud’os, al condenarlos indefectiblemente. Dios quiso que as’ sucediera para que los jud’os pudieran reconocer su pecado y buscaran al Salvador prometido.

El contexto de G‡latas 3 carga esta interpretaci—n. Los maestros de la prosperidad parece que no vieran el vers’culo 12, que dice: y la ley no es de fe. Entonces, si la ley no tiene nada que ver con la fe, Àc—mo se la vincula con el pacto de Abraham? Pablo continœa as’: el que hiciere estas cosas, vivir‡ por ellas, es decir que si queremos vivir bajo la ley, deberemos vivir bajo su totalidad.

Este principio se aclara cuando analizamos el cap’tulo 28 de Deuteronomio.

Un d’a, MoisŽs se presenta ante el pueblo y empieza a resumir los mandamientos de la ley. Lo que empieza en el Cap’tulo 1, vers’culo 6 continœa ininterrumpidamente por 32 cap’tulos m‡s. El Cap’tulo 28 es parte de esta cita y contiene las bendiciones resultantes del cumplimiento de las leyes. La condici—n era que Israel recibiera todos los mandamientos que MoisŽs les entregara ese d’a.

Acontecer‡ que si oyeres atentamente la voz de Jehov‡ tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, tambiŽn Jehov‡ tu Dios te exaltar‡ sobre todas las naciones de la tierra (Deuteronomio 28:1).

ÀCu‡les son tales mandamientos? Entre otros: sacrificios de animales, matrimonio con la viuda del hermano, d’as de fiestas, circuncisi—n, restricciones en la dieta, matar a enemigos, etc. ÀNos sujetar’amos a todas esas condiciones?

En contraste, Abraham no hizo nada que le mereciera las promesas de bendici—n. La gracia fluy— libremente de la voluntad divina, no de la de Žl.

Pero los problemas no terminan all’. Los mensajeros de la fe son muy intransigentes cuando afirman que la iglesia es la heredera de las promesas a Israel bajo la Ley. Esta es una parte necesaria de su teolog’a.

Sin embargo, este es un asunto teol—gico muy sensible pues muchos eruditos evangŽlicos rechazan el punto de vista de que la iglesia hereda las promesas dadas a MoisŽs, porque existe fuerte evidencia b’blica que lo contradice.

Esto œltimo no ha servido para disuadir o detener a los maestros de la fe en ninguno de sus argumentos. Parece que sienten que han descubierto una pista especial dada secretamente por el Esp’ritu, por la cual se hace innecesario todo conocimiento cabal de la Biblia, razonamiento o evidencia teol—gica. Y, Àcu‡l es ese algo especial? Ellos lo llaman Çconocimiento reveladoÈ, es decir que el Esp’ritu les ha revelado ciertas cosas y todos debemos creer lo que dicen como revelaci—n divina.

Ante lo dicho debemos ver algunas realidades de la Palabra:

1.    El escritor de Hebreos sostiene que las promesas dadas bajo la ley de MoisŽs son inferiores a las que tenemos ahora. En Hebreos 8:6-13 se lee: [Cristo] es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. Luego cita de Jerem’as 31:31-32, en donde se explica c—mo Dios intenta abolir el pacto que hiciera con MoisŽs cuando los sac— de Egipto. El pacto en su totalidad es abolido porque es inferior. Deuteronomio 28 es parte de ese convenio. Nos queda preguntar Àpor quŽ citar promesas inferiores de un pacto ya abolido?

2.   El cuerpo de Cristo no es una extensi—n de Israel, sino m‡s bien un nuevo hombre de acuerdo con Efesios 2:12-22. Es una especie de ser radicalmente nueva, un organismo vivo que no es ni jud’o ni gentil. Es la iglesia.

3.   Estamos cimentados en un pilar diferente que Israel: edificados sobre el fundamento de los ap—stoles y profetas, siendo la principal piedra del ‡ngulo, Jesucristo mismo, Efesios 2:20. (Aqu’ profetas se refiere a los del Nuevo Testamento, lo cual se confirma en Efesios 3:5).

La promesa hecha a Abraham fue tan incondicional como la salvaci—n representada por ella. De ah’ que los dos pactos no se pueden mezclar. Sus cimientos son diferentes y se excluyen mutuamente.

Mas sus descendientes no entendieron este principio.

Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios (Romanos 10:2-3).

El peligro de la doctrina de la prosperidad es que gu’a a sus seguidores a la misma pobre perspectiva espiritual que encegueci— a los jud’os, la que les impidi— ver la gracia divina; todo lo anterior lleva a un grado de orgullo espiritual que hace imposible el ejercicio de la fe genuina.

En este cap’tulo aprendimos que...

á      El pacto de Abraham no apoya las premisas del evangelio de la prosperidad, porque:

o   el pacto abrah‡mico original no contiene promesas de riquezas materiales.

o   Abraham ya era un hombre rico antes del pacto.

o   El Nuevo Testamento siempre define el pacto de Abraham en sentido espiritual, no material.

o   No existen las llamadas ÇbendicionesÈ de Abraham. Es una bendici—n: la de la justicia por la fe.

o   Deuteronomio 28 no constituye una promesa para los cristianos. Es una advertencia a la naci—n de Israel acerca de guardar la ley.


Cap’tulo 9: Suficiencia s’

Algunos de los puntos de la doctrina de la prosperidad son verdaderos y œtiles en la medida en que su aplicaci—n se enmarque dentro de los l’mites apropiados, algo que vale la pena revisar.

Como con muchas doctrinas controversiales, hay aspectos que son verdaderos y otros falsos. Justamente por eso es controversial.

Examinemos 2Corintios 9:6-12:

Pero esto digo: El que siembra escasamente, tambiŽn segar‡ escasamente: y el que siembra generosamente, generosamente tambiŽn segar‡. Cada uno dŽ como propuso en su coraz—n: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundŽis para toda buena obra; como est‡ escrito: Reparti—, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre. Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveer‡ y multiplicar‡ vuestra sementera, y aumentar‡ los frutos de vuestra justicia, para que estŽis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acci—n de gracias a Dios. Porque la ministraci—n de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta sino que tambiŽn abunda en muchas acciones de gracias a Dios.

Estos vers’culos ense–an con claridad que la voluntad de Dios es que los creyentes vivan a un nivel superior al de la mera subsistencia. Hay excepciones que ser‡n tratadas m‡s adelante. Este texto puede ser entendido bajo tres principios:

La siembra y la cosecha

Repetidas veces en toda la Escritura vemos el principio de la siembra y la cosecha. Cristo lo ense–— como la ley fundamental de c—mo opera el ÇdarÈ en el reino de Dios. En Lucas 6:38 nos ense–a:

Dad, y se os dar‡; medida buena, apretada, remecida y rebosando dar‡n en vuestro regazo; porque con la misma medida con que med’s, os volver‡n a medir.

TambiŽn Pablo ense–a que... todo lo que el hombre sembrare, eso tambiŽn segar‡. (G‡latas 6:7)

En el contexto de 2Corintios 9 obviamente se refiere a dinero. Se expone el principio de que los cristianos pueden prosperar sobre el nivel de subsistencia y tener de sobra para dar a la obra del evangelio y a los que estŽn en necesidad.

El primer paso toma la ley de la siembra y la cosecha acompa–ado de un par de adverbios importantes: escasamente y abundantemente. Estos dos tŽrminos deben ser tomados en forma relativa, en proporci—n a los medios de cada uno y no en comparaci—n a lo que otro pueda dar o a lo que el mundo pueda considerarÇabundantÈ. Jesœs revel— esto en el templo cuando una viuda desconocida entreg— m‡s que todos los dem‡s (Lucas 21:3). A travŽs de eso notamos que el ÇdarÈ es cualitativo m‡s no cuantitativo. Los maestros de la prosperidad est‡n en lo correcto en este punto.

Motivos

Los motivos correctos son esenciales en el proceso. El tŽrmino generosamente (eulogia, en griego) significa literalmente Òbendici—nÓ. En el vers’culo 5 se le opone a ÒcodiciaÓ y se traduce ÒescasamenteÓ.

Pablo enfatiza que el motivo del que da debe ser para ver bendiciones en otra persona y no el de obtener riquezas para s’ mismo. La codicia no debe ser la motivaci—n para dar. Los œnicos motivos correctos son para la gloria de Dios y el aumento de las bendiciones a los dem‡s.

No se debe olvidar a los pobres. Reparti—, dio a los pobres, su justicia permanece para siempre (v.9). Me sorprendi— descubrir que el sujeto t‡cito (Žl), no se refiere a Dios, sino al creyente que da. Esta es una cita del Salmo 112 y, en su contexto, se refiere claramente al hombre justo.

Resultados de dar

Ahora demos una mirada a los resultados generales de la obediencia a este patr—n de dar:

Primeramente, el vers’culo 8 nos dice que Dios har‡ abundar todo tipo de gracia en nosotros. La gracia divina se har‡ evidente en cada instancia de nuestra vida. Podremos ser independientes. La palabra griega es autarkeia, que significa Òaut—nomoÓ, implicando independencia y suficiencia. TambiŽn dice que tendremos todo tipo de buenas obras y recibiremos no solo para cubrir nuestras propias necesidades, sino tambiŽn para poder dar con generosidad y continuar con el ciclo.

En el vers’culo 10 vemos que Dios tambiŽn aumentar‡ los resultados de nuestro ministerio y los frutos de vuestra justicia. La palabra frutos (genemata, en griego) significa en este caso reto–os o progenie. Es la forma sustantiva del verbo ÒengendrarÓ. Los frutos y los resultados de nuestro ministerio se ven aqu’ y aumentar‡n.

Seremos enriquecidos en todo con toda liberalidad (vers’culo 11). ÀQuŽ significa liberalidad? En griego, haplotes ordinariamente significa ÒsinceridadÓ, y se traduce como ÒgenerosidadÓ.

FijŽmonos ahora en una palabra clave del contexto: Enriquecidos, la cual es ploutizo en el original. Cuando se estudia otro idioma, a menudo uno puede descubrir el tono y sabor de cada palabra, m‡s all‡ del significado simple del diccionario. Creo que el tŽrmino hacer rico de la Nueva Versi—n Internacional es muy fuerte para este vocablo. Hay otro verbo relacionado que se usa en muchas otras partes de la Biblia.

Ploutizo no conlleva el significado de hacerse rico, como vemos cuando alguien dice: ÒSoy un hombre ricoÓ. Esa es la palabra que uno esperar’a escuchar cuando dos hombres de negocios dir’an en un di‡logo como el que sigue: ÒÀC—mo van los negocios?Ó A lo que el otro responde: ÒMe va bienÓ. Lo cual no significa que ya es rico, sino que su negocio va bien y est‡ obteniendo una buena ganancia.

Prosperidad en el dar y el recibir

No debemos quedarnos con el super‡vit de la prosperidad. Este es el sentido literal de la frase enriquecidos con toda liberalidad. El saldo de la diferencia entre nuestras necesidades y nuestra prosperidad debe darse para la obra del evangelio.

Dios bendice a algunas personas para que puedan ser generosos, no para que se pongan a exhibir su prosperidad o a juzgar a otros cristianos pobres en cuanto a su falta de fe o a su espiritualidad.

He aqu’ la matem‡tica del principio dado por Pablo: El ingreso pr—spero menos las necesidades presentes es igual lo que uno le da a Dios. El resultado se debe entregar a Dios y a su obra. El prop—sito de la prosperidad no es una vida llena de lujos, sino el avance del evangelio.

Algunos maestros del movimiento reconocen esta interpretaci—n, pero todav’a sostienen la premisa b‡sica de que la prosperidad es proporcional a nuestra justicia personal.

Bellas excepciones

La suficiencia es la voluntad de Dios para la mayor’a de los cristianos. Aunque puede ocurrir una prueba ocasional, los creyentes experimentar‡n patrones coherentes de bendici—n econ—mica, mientras van aprendiendo a ser obedientes al Se–or en cuanto a DAR. Aunque aceptamos que esto es cierto en sentido general, Dios tiene algunas excepciones honrosas.

Algunos son llamados por Dios para que vivan en un nivel espiritual m‡s elevado que la prosperidad. Hay algunos patrones en la Escritura en cuanto a las relaciones divinas con diferentes prioridades. Dios llama a algunos a que dejen unas bendiciones a favor de otros. No que sean ellos menos dignos, sino m‡s dignos.

Excepci—n 1: Cierto tipo de misioneros

Ya est‡is saciados, ya est‡is ricos, sin nosotros rein‡is. ÁY ojal‡ reinaseis, para que nosotros rein‡semos tambiŽn juntamente con vosotros! Porque segœn pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los ap—stoles como postreros ... (1Corintios 4:8).

Los Corintios ten’an un problema: su orgullo espiritual. Dios los hab’a bendecido materialmente, porque Pablo menciona que son ricos. Hab’an evidentemente llegado a cierto nivel de comprensi—n de los principios gubernamentales del reino de Dios porque Pablo dice rein‡is... Y vemos c—mo se burla el ap—stol del orgullo espiritual de ellos, que hab’a surgido despuŽs de haberse hecho ricos.

Podemos imaginarnos a los corintios diciendo: ÒHemos llegado verdaderamente a las fuentes de la fe, del poder y de la prosperidad. Hemos llegado a comprender los principios que gobiernan el reino de Dios. Hemos empezado a reinar realmente en vida con Cristo, con sabidur’a y honor. Y no solo eso, sino que entramos a un nivel de vida que ni siquiera Pablo comprende. DespuŽs de todo, Žl es pobre. Si tuviera fe tambiŽn ser’a rico, como nosotros. Tenemos que orar por Pablo para que Dios le dŽ la fe que necesitaÓ.

As’ que Pablo tuvo que quitar el velo que cubr’a los ojos de los corintios para que pudieran ver que hab’an ca’do en el pecado de orgullo espiritual. Pablo tuvo que explicarles que su llamado al apostolado era algo que sobrepasaba cualquier cosa que ellos conocieran. Observen c—mo pone al descubierto el ap—stol ese orgullo.

Nosotros somos insensatos por amor a Cristo, mas vosotros prudentes en Cristo; nosotros dŽbiles, mas vosotros fuertes, vosotros honorables, mas nosotros despreciados (1Corintios 4:10).

Algunas personas son llamadas a una vida de sufrimiento intercesor para bien del cuerpo de Cristo. Pablo menciona esto en Colosenses 1:24: y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia.

Este sufrimiento intercesor no es expiatorio, porque este aspecto fue totalmente cumplido en la cruz. Pero hay una vida intercesora de sufrimiento para bien del cuerpo de Cristo. Se menciona en el contexto c—mo la vivi— el gran ap—stol: Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija (1Corintios 4:11). Un ministerio intercesor de este tipo requer’a no solo oraciones, sino cierta vida que lo llevara. ƒl vivi— en un nivel mucho m‡s profundo que la mayor’a de los ministros experimentan.

Los corintios, inmaduros espiritualmente, no pod’an haber sido llamados por Dios para nada m‡s all‡ que la mera prosperidad.

Excepci—n 2: Persecuci—n

En Hebreos 11, as’ como en otros lugares de la Biblia y de la historia de la iglesia, podemos observar que muchos cristianos se han visto forzados a sufrir escasez, dentro de la soberana voluntad de Dios, como resultado directo de la persecuci—n. En Hebreos 11:37 leemos:

Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada, anduvieron de aqu’ para all‡ cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno É

Dios tiene una perspectiva diferente a la nuestra acerca de la persecuci—n. Somos como los que observan un tapiz por el lado contrario, que cuando vemos una hebra que parece totalmente fuera de lugar deseamos arrancarla; pero vista del lado correcto, vemos que la misma hebra no solo est‡ bien colocada sino que en realidad, Áes el tema principal de la obra!

Dios desea que sus hijos compartan su gloria, pero ciertos aspectos de esta no pueden existir sin oposici—n. No hay hŽroes sin aventura; ni medallas ol’mpicas sin competencia, ni coronas sin cruces.

Una gloria obtenida f‡cilmente no es gloria. La gloria del luchador no est‡ solo en su fuerza, sino en la de sus oponentes. El hecho de que en la lucha del cristiano, las armas usadas sean dŽbiles, solo aumenta su gloria. David derrota a la espada, la lanza y la armadura del gigante con una piedra de honda. Jesœs conquista a la muerte sometiŽndose a ella. Los cristianos derrotan a la mano hostil dando la otra mejilla.

La persecuci—n es, entonces, tanto el sello de la salvaci—n del creyente como la perdici—n del incrŽdulo. Por eso es que Dios puede verla como una necesidad en ciertos casos. A veces las privaciones pueden ser resultado de presiones mundanas, y no solo una muestra de que la gente no sabe manejar las finanzas.

Excepci—n 3: Crecimiento espiritual

No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situaci—n. SŽ vivir humildemente, y sŽ tener abundancia; en todo y por todo estoy ense–ado, as’ para estar saciado como para tener hambre, as’ para tener abundancia, como para tener necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Filipenses 4:11-13)

Pablo se enfrent— con un dilema encantador que todo misionero encuentra al agradecer a sus auspiciantes. ƒl quiere que ellos entiendan su gratitud hacia la generosidad que le muestran, pero clarifica que no depende de ellos. Ve al Se–or como su sustentador a pesar de que estaba en tiempo de necesidad.

Pablo confiesa haber sufrido a veces de escasez, lo cual lo hizo humilde. ÀQuiŽn se parar’a frente a Žl a acusarlo de falta de fe?

Un maestro de la palabra de fe escribe que el tŽrmino ÇcontentarmeÈ significa en realidad ÒsuficienciaÓ y que es el mismo vocablo utilizado en 2Corintios 9:8. Indica que Pablo realmente quiso expresar que no solo viv’a en riqueza, sino que predicaba y ense–aba acerca de la prosperidad como parte de la expiaci—n[42].

Las palabras contentarme (Filipenses 4:11) y suficiencia (2Corintios 9:8) son b‡sicamente las mismas en griego: autarkes y autarkeia son ÒsuficienteÓ y ÒsuficienciaÓ, respectivamente. En esto, el dicho maestro est‡ en lo correcto. Pero cae en error al no observar que la forma verbal de la cual ambas palabras se derivan, se encuentra tambiŽn en 1Timoteo 6:8:

As’ que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Aqu’ no hay lugar para la doctrina de la prosperidad.

Autarkeia es una palabra con dos significados, dependiendo de los l’mites del contexto. Puede significar ÒsuficienciaÓ o ÒcontentamientoÓ. En 2Corintios 9:8 significa Òlo primeroÓ, por fuerza del contexto. Pero no significa esto mismo en Filipenses 4, porque all’ el contexto es diferente. Los maestros de la prosperidad ignoran estas palabras, humilde y hambriento o padeciendo necesidad, del vers’culo 12. La Escritura no se puede forzar de esta manera para adaptarse a una doctrina.

ÀDesea Dios que vivamos todos en la pobreza? ÀEs santa la pobreza? Ciertamente que no, pues asumir que la voluntad de Dios es que todos seamos pobres, es igualmente err—neo que asumir que la prosperidad es para todos. Ambas presunciones se basan en suposiciones que no hallan fundamento en la Escritura.

La doctrina de la pobreza no es necesariamente opuesta a la doctrina de la prosperidad. Hay una tercera opci—n, la cual es b’blica y es el contentamiento.

En 1Timoteo 6:5-8 leemos:

É disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia, ap‡rtate de los tales. Pero gran ganancia es la piedad acompa–ada de contentamiento; porque nada hemos tra’do a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. As’ que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto.

Pablo est‡ preocupado principalmente por los judaizantes de su propio tiempo, pues ellos eran sus perseguidores y quienes le causaban continuamente problemas al evangelio.

Los judaizantes manten’an la misma premisa del mensaje de la prosperidad actual. Pablo revela su causa en el vers’culo 4, que es el orgullo espiritual. Ese problema es tanto la ra’z como el fruto del ‡rbol.

Pero, ÀquŽ significa el contentamiento? En la voz media de la gram‡tica griega (como se ve en los vers’culos anteriores), significa Òestar satisfechoÓ. Un cristiano debe tener suficiente gracia de Dios y poder espiritual para llegar a un punto de su fe en el que descanse en Cristo y sus circunstancias exteriores parezcan irrelevantes ante su relaci—n con Dios.

Esto œltimo no debe entenderse como resignaci—n a la pobreza o a la opresi—n; tampoco como un fatalismo o estado trascendental de la mente. Es una forma de descanso en la fe, en la cual las circunstancias externas no son vistas como el reflejo de una condici—n espiritual. Es decir, todo lo opuesto a las premisas de los maestros del evangelio de la prosperidad.

Un creyente equilibrado no ve a la prisi—n a causa del evangelio como un juicio divino, o un revŽs financiero como una falta de fe. Tampoco mide su espiritualidad y la compara con su cuenta bancaria. El verdadero creyente madura en Cristo lo suficiente como para dejar de medir su realidad espiritual de tales maneras y, por lo tanto, est‡ contento en cualquier condici—n en la que Dios le coloque, siempre y cuando sepa que viene de Žl. Su bar—metro espiritual es interno, no externo.

En ninguna de las cuarenta publicaciones que he examinado hasta aqu’, he podido encontrar ninguna referencia a 1Timoteo 6:5-6. Ninguno de los l’deres del movimiento ni siquiera intenta explicarla en sus tŽrminos. Simple y llanamente evitan mencionarla o citarla.

Dios nos promete suficiencia, para que podamos tener un sentido total de seguridad en Žl en cuanto a nuestras necesidades materiales. Junto con esto tambiŽn ha provisto de suficientes excepciones a la regla, para que no seamos nunca tentados a juzgar a nuestro hermano porque tenga menos. A los ojos de Dios, tal vez este hermano tenga realmente m‡s.

En este cap’tulo aprendimos que...

á      Es la voluntad ordinaria de Dios que los cristianos tengan lo suficiente para cubrir sus necesidades, con algo restante para bendecir a otros.

á      La ley de la siembra y la cosecha es v‡lida, cuando se aplica a las cosas de Dios y con ense–anzas correctas.

á      Dios puede prosperar a algunos creyentes con el fin de que haya recursos para el avance del evangelio, no necesariamente para elevar su nivel de vida.

á      Existen excepciones para todos los puntos ya mencionados.

o   Ciertos misioneros llamados a circunstancias extraordinarias.

o   Persecuciones

o   Crecimiento espiritual

Cap’tulo 10: La herej’a de que Jesœs muri— espiritualmente

Una base primordial del movimiento palabra de fe consiste en una ense–anza muy extra–a acerca del sacrificio de Cristo. Dicho punto de vista fue sistematizado por primera vez por E.W. Kenyon en su obra Lo que sucedi— entre la cruz y el trono. Kenyon no invent— esta doctrina ya que exist’a desde la Edad Media. Eso s’, fue el primero en sistematizarla en el siglo XX.

Teol—gicamente, a esta postura se la conoce como la herej’a Jesœs muri— espiritualmente (JME) y constituye la fuente de una sorprendente cadena de errores, explicados a continuaci—n:

El sacrificio del cuerpo y la sangre de Cristo en la cruz no expiaron el pecado; la muerte f’sica de Cristo en la cruz ocurri— solamente para permitir que Žl muriera en su Esp’ritu. ƒl se hizo, literalmente, pecado en la cruz y se puso sobre s’ una naturaleza Sat‡nica, siendo entregado as’ a Satan‡s. En consecuencia, Cristo perdi— su deidad y fue al infierno como un hombre condenado.

Fue all’, no en la cruz, que cumpli— sus sufrimientos por los pecados. Al cabo de tres d’as, el Esp’ritu Santo descendi— al infierno y permiti— que Jesœs naciera de nuevo, restaur‡ndose entonces su deidad. Durante su estancia en el infierno, libr— una batalla, luego de la cual Cristo tom— las llaves del infierno y la muerte, las arrebat— del poder de Satan‡s. Finalmente fue resucitado de los muertos y ocup— su lugar a la diestra del Padre[43].

Por horrorosa que parezca esta ense–anza, es aun peor. Debido a que Jesœs tuvo que nacer de nuevo como cualquier otro pecador, con lo cual se le restaur— su deidad, el nuevo nacimiento de los creyentes tambiŽn nos otorga deidad a nosotros, dicen los maestros del movimiento de prosperidad. Nos volvemos dioses en nuestro esp’ritu, supuestamente. Nuestros esp’ritus recreados son hechos a la imagen de Dios y son incapaces de pecar. Afirman que los cristianos pecan en la carne, pero no con su esp’ritu.

Aseveran que nosotros como dioses tenemos poder creador y, tal como Dios a travŽs de su Palabra cre— los mundos, en condici—n de dioses con esp’ritu perfecto tenemos igual poder con nuestras lenguas. Por medio de la confesi—n positiva, podemos proferir palabras creadoras como dioses y crear milagros de sanidad y prosperidad.

Las anteriores doctrinas blasfemas se encuentran en las ense–anzas citadas de Copeland. TambiŽn declara Hagin: ÒLa muerte f’sica de Jesœs en la cruz no fue suficiente para salvarnosÓ.[44] Le escuchŽ a Hagin predicarlas en la radio en diciembre de 1984. Todos los maestros de la palabra de fe sostienen la herej’a JME, puesto que es la piedra angular de su teolog’a.

El tŽrmino blasfemia no es demasiado fuerte para calificar esas doctrinas. Tales ense–anzas equivalen a un ataque al valor de la cruz y de la sangre all’ derramada. Si la cruz no fue un sacrificio suficiente, entonces la sangre derramada tampoco lo ser’a. Jesœs no derram— su sangre en el Hades.

De acuerdo con la Biblia, Àla expiaci—n fue corporal o espiritual?

... haciendo la paz mediante la sangre que derramo en la cruz ... los ha reconciliado en el cuerpo mortal de Cristo mediante su muerte ... (Colosenses 1:20-23).

En Žl tenemos la redenci—n mediante su sangre ... (Efesios 1:7).

Y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado (1Juan 1:7).

... somos santificados mediante el sacrificio del cuerpo de Jesucristo ofrecido una vez y para siempre (Hebreos 10:10).

En el œltimo cap’tulo de este libro, el lector hallar‡ una lista de treinta vers’culos del Nuevo Testamento con los cuales se demuestra que el sacrificio de Cristo en la cruz fue con su cuerpo y su sangre (v.g. solo corporal). Jesœs no muri— en su Esp’ritu.

De resultar insuficientes dichas referencias, escuchemos a Jesœs directamente declarando cu‡ndo se consum— la expiaci—n de los pecados.

Al probar Jesœs el vinagre, dijo: Todo se ha cumplido. Luego inclin— la cabeza y entreg— el esp’ritu (Juan 19:30).

Pero ÀquŽ significa esto de que todo se ha cumplido? En el griego original, se usa el tŽrmino tetelestai, el cual deriva del verbo comœn terminar (teleo) y se utilizaba para firmar recibos. Su significado es ÒcanceladoÓ, viz. Òpago por totalÓ.

ÁGloria a Dios! Todo lo que se requer’a para nuestra salvaci—n se cumpli— en ese instante, antes de que Jesœs fuera a los infiernos, a donde descendi— no como hombre condenado sino como Se–or conquistador.

Y, ÀquŽ es lo que manifiestan los maestros de la palabra de fe acerca de este vers’culo? Copeland responde:

Cuando [Jesœs] dijo todo se ha cumplido, en esa cruz, no estaba hablando del plan de redenci—n. Este plan acababa de empezar, pues faltaba que transcurrieran tres d’as con sus noches [45].

ÀQuŽ piensa Copeland que dijo Jesœs al pronunciar estas palabras, si no se refer’a a la redenci—n? Pues los problemas aumentan para la interpretaci—n de Copeland:

Padre, en tus manos encomiendo mi Esp’ritu (Lucas 23:46).

ÀAcaso suena esto como que Jesœs iba a ser entregado a Satan‡s?

Y Jesœs le dijo [al ladr—n crucificado]: Ciertamente te digo, que hoy estar‡s conmigo en el para’so.

ÀSuena esto otro como que Jesœs se iba a sufrir en el infierno cual hombre condenado?

ÀEn quŽ textos se basan los defensores de la doctrina JME?

Porque tambiŽn Cristo padeci— una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en esp’ritu ...  (1Pedro 3:18).

Los maestros de JME se–alan que este texto significa que fue revivido en el Esp’ritu. Entonces habr’a tenido que estar muerto en el esp’ritu para poder ser revivido en Žl.

Pero hay problemas reales con esta interpretaci—n, pues en el griego original hay dos peque–as palabras intraducibles: men ... de. En una cl‡usula, ellas connotan Òpor un ladoÓ y Òpor otro ladoÓ. De all’ que, las palabras finales del vers’culo realmente significan algo como: Òpor un lado estuvo muerto en la carne, pero por el otro estaba vivo en el esp’rituÓ. No solo que est‡ totalmente lejos de ser una prueba a favor de la doctrina de JME, sino que es una fuerte evidencia en su contra.

El siguiente vers’culo confirma esta interpretaci—n: Por medio del Esp’ritu fue y predic— a los esp’ritus encarcelados. ÀAcaso pensaremos que los esp’ritus en el infierno predican? En su contexto el vers’culo significa que Jesœs estuvo muerto f’sicamente, pero vivo en su Esp’ritu, lo cual le permiti— descender a los mundos subterr‡neos y predicar all’.

Los defensores de JME tambiŽn enfrentan un obst‡culo con la frase una sola vez, del vers’culo 18, porque ense–an que Jesœs muri— dos veces: una muerte f’sica y una espiritual. Pero se cavan su propia fosa al citar de este vers’culo ya que dice claramente que padeci— una sola vez.

TambiŽn se confunden con la palabra justificar

ƒl se manifest— como hombre y fue vindicado por el Esp’ritu (1Timoteo 3:16).

En la traducci—n inglesa, de la que dependen estos maestros, se usa la palabra justificado, en vez de vindicado. Se arriman a una definici—n errada de esta palabra.

La JME ense–a que habiendo sido Cristo justificado en el Esp’ritu, debi— haber existido un tiempo en que Žl habr’a sido injustificado legalmente, por tanto, muri— en el Esp’ritu.

Nuevamente, la ignorancia de la lengua original es la base de esta falsa interpretaci—n. El tŽrmino justificar no significa, como la creencia popular supone, el ser hecho justos, sino ser declarado justos, o ser vindicados. La cl‡usula significa que el Esp’ritu de Dios declar— que Jesœs es justo. Este es el testimonio del Padre respecto al Hijo en todo el Nuevo Testamento. El vers’culo entero es un resumen de la vida de Cristo y sigue el patr—n de su venida: Se manifest— en la carne, es la encarnaci—n. Justificado en el Esp’ritu, es la resurrecci—n. Recibido en la gloria, es la ascensi—n.

Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibi— pœblicamente, triunfando sobre ellos en la cruz (Colosenses 2:15).

Supuestamente este vers’culo comprueba que hab’a una gran batalla en el infierno entre Jesœs y Satan‡s.

Los maestros de JME deben estar desesperados para tener que recurrir a este vers’culo como evidencia, pues tan solo un atisbo al contexto derriba esa interpretaci—n. N—tese el vers’culo anterior: Anulando el acta de los decretos que hab’a contra nosotros, que nos era contraria, quit‡ndola de en medio y clav‡ndola en la cruz. (Colosenses 2:14). Queda demostrado que fue all’ en la cruz, no en el infierno, que triunf— sobre principados y potestades. Nuevamente el texto acaba con la herej’a JME.

Y se dispuso con los imp’os su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte (Isa’as 53:9).

Los defensores de JME citan este vers’culo porque insisten que la palabra muerte estar’a en plural en el hebreo, lo cual, segœn ellos, probar’a que Jesœs muri— dos veces... una muerte f’sica y otra espiritual.

Todo estudiante principiante del idioma hebreo sabe que el sustantivo plural se usa a veces para recalcar su importancia. Entonces, aunque se aceptara que el sustantivo muerte estŽ aqu’ en plural, eso no puede ser la prueba de una doble muerte de Jesœs. Simple y llanamente, significa que Isa’as recalca la extremada importancia de su muerte.

Sin embargo, es muy lejano a la verdad que este sustantivo estŽ en plural en el hebreo. Es el art’culo que acompa–a al sustantivo el que aparece en plural. Judith Matta lo explica de la siguiente manera en su obra Jesœs nacido de nuevo:

Es verdad que el art’culo est‡ en plural en algunos manuscritos, pero el sustantivo muerte no est‡ en el texto hebreo. TambiŽn es verdad que los manuscritos m‡s antiguos no contienen el art’culo Su en plural. Esto ha hecho asumir a los estudiosos que el art’culo plural es meramente un error del copista, debido a que no acompa–a a un sustantivo plural, como deber’a ser. Las presunciones de Kenyon en su art’culo sobre un Jesœs nacido de nuevo, se equilibran igual que lo har’a un elefante sobre una cabeza de alfiler; tanto Žl como sus defensores basan su postura en unos pocos manuscritos con un error del copista que no se encuentra en otros. Ningœn traductor ha usado la palabra ÒmuertesÓ en este vers’culo[46].

La Biblia indica:

Porque no dejar‡s mi alma en el Hades, ni permitir‡s que tu Santo vea corrupci—n (Hechos 2:27).

La palabra griega hades se refiere aqu’ al infierno. Como lo revela la narraci—n de Lucas 16, sobre el hombre rico y L‡zaro, el Hades se compone de dos partes: el lugar de tormento para los condenados y el seno de Abraham, o el para’so, para los salvos. Estos dos sitios est‡n cerca, tanto es as’ que el hombre rico pod’a ver a L‡zaro en el otro lado. Jesœs descendi— al Hades, pero en ninguna parte de la Escritura se nos ense–a que haya ido al lugar de los tormentos. Existe evidencia, sin duda, de que fue al para’so; en Lucas 23:43 dice: Hoy estar‡s conmigo en el para’so.

Dios m’o, Dios m’o, Àpor quŽ me has desamparado? (Mateo 27:46)

Esta ser’a la prueba, segœn JME, de que Jesœs estuvo totalmente separado del Padre en la cruz y que, por lo tanto, muri— espiritualmente. De otra manera, Àc—mo hubiera podido interrumpirse la comuni—n entre el Padre y el Hijo?

La clave que devela lo dicho por Cristo en la cruz yace en la primera frase que pronunci—: Dios m’o. Notemos que no dijo: Padre m’o, sino Dios m’o. ÀPor quŽ se refiri— al Padre como mi Dios, si Žl mismo era Dios? La respuesta se basa en la comprensi—n de que fue tambiŽn totalmente un ser humano.

En algunas ocasiones Jesœs habla como Dios a los hombres, en otras habla como hombre a Dios, esto œltimo sucede en la cruz y nos recuerda el pasaje de Juan 20:17 cuando, despuŽs de su resurrecci—n, habl— a Mar’a Magdalena de la siguiente manera: Ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.

Se identific— as’ como bajo las dos relaciones porque la resurrecci—n ya se hab’a cumplido.

Como hombre perfecto, estaba realizando el sacrificio perfecto para nosotros. Obviamente se rompi— su comuni—n humana, pero no existe ni la m’nima insinuaci—n de que su deidad o Esp’ritu se hubiera afectado. M‡s bien, varios textos indican lo contrario:

Padre, perd—nalos porque no saben lo que hacen (Lucas 23:34). Jam‡s ser’an esas palabras de naturaleza Satan‡sica. Padre, en tus manos encomiendo mi Esp’ritu, en Lucas 23:46, ÀSuenan acaso como las de un esp’ritu sin comuni—n con el Padre? ÀEn manos de quiŽn encomendaba su Esp’ritu el Se–or? ÀEn manos de Dios Padre o de Satan‡s?

Al que no conoci— pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuŽsemos hechos justicia de Dios en Žl (2Corintios 5:21).

Los maestros de JME apoyan todo su peso en este vers’culo y lo consideran prueba suficiente de que Jesœs literalmente se transform— en pecador en la cruz y de que sufri— muerte espiritual.

La clave para comprender este vers’culo se encuentra en la palabra hamartia, ÒpecadoÓ, en la primera cl‡usula. Ser hecho pecado es una frase idiom‡tica del hebreo, transferida al griego y que significa Òofrenda por pecadoÓ.

La misma es usada de idŽntica manera en Hebreos 10:6-8: holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones no quisiste. La frase, expiaciones por el pecado traduce la palabra hamartia.

Por lo tanto, el significado de hamartia en 2Corintios 5:21 es sacrificio por pecado u ofrenda para expiaci—n, mas no pecado en s’.

La palabra hebrea para ofrenda por pecado, chattah, es traducida en la Septuaginta[47] (Antiguo Testamento griego) como hamartia, unas noventa y cuatro veces en la ley mosaica, donde el significado es de ofrenda por pecado.

La ley lev’tica denomina cosa muy santa tanto a la ofrenda por el pecado como a la ofrenda por la culpa: Asimismo es la ley del sacrificio por la culpa; es cosa muy santa (Lev’tico 7:1); ser‡ comida en lugar santo; es cosa muy santa, como el sacrificio por el pecado, as’ es el sacrificio por la culpa; una misma ley tendr‡n. (Lev’tico 6:6-7)

Nuestro Se–or Jesucristo, que es el cumplimiento de estos prototipos, fue Santo en su nacimiento, Santo en su vida, Santo en la cruz, Santo en su muerte, Santo en el Hades, Santo en la resurrecci—n, y sigue siŽndolo delante de todos los ‡ngeles que ante su trono le proclaman ÁSanto, santo, santo, Se–or Dios todopoderoso!

Batalla en el infierno

El aspecto de la batalla en el infierno tambiŽn presenta un agujero en su interpretaci—n, pues no existe una sola porci—n de la Escritura que indique que Satan‡s haya estado alguna vez en el infierno, ni que tenga dominio sobre este, ni que siquiera desee ir all’.

La Biblia ense–a que Satan‡s es el pr’ncipe de la potestad del aire (Efesios 2:2), que va y vuelve de la tierra (Job 1:7) y que fue desarmado en la cruz (Colosenses 2:14-15). Los cuentos de Satan‡s versus Jesœs en el infierno tienen sus or’genes en la mitolog’a medieval, como por ejemplo El infierno de Dante, y ahora perviven en la imaginaci—n de los maestros de la palabra de fe.

As’ queda aclarado que los defensores de JME no tienen ningœn soporte para su doctrina. ÀNo se les ha dicho esto alguna vez? ÀAbandonar’an ellos su posici—n confrontados por los hechos? Lo dudo, porque JME es la base y cimiento de la herej’a de la nueva creaci—n.

Herej’a de la nueva creaci—n

La historia de la batalla en el infierno continœa en que cuando Jesœs naci— de nuevo en el infierno, pudo recuperar su deidad. Cuando nacemos de nuevo, tambiŽn recuperar’amos nuestra deidad, la cual fuera perdida por Ad‡n en el jard’n del EdŽn, volviŽndonos entonces dioses menores. Es as’ como estos maestros justifican esta herej’a.

Copeland lo expone de la siguiente manera: Cuando Dios cre— al hombre, le dio una voluntad con poder, la cual es realmente una voluntad divina, de un dios, debido a que el hombre tiene el poder de escoger su destino eterno. Solo un dios tiene ese tipo de opci—n.

Copeland no inici— esta ense–anza. Su verdadero iniciador en el siglo XX fue Kenyon, quien la formul— en sus obras, El pacto de sangre y verdades de la nueva creaci—n. Kenyon insiste en que el creyente, tal cual un dios, podr’a caminar como Jesœs, sin ninguna conciencia de inferioridad delante de Dios o Satan‡s ...[48] lo cual ser’a posible solo si fuŽsemos dioses.

Earl Paulk, en un programa televisado en California, lo pone aun m‡s claro: ÒHasta que comprendamos que somos dioses menores y comencemos a actuar como tales, no podemos manifestar el reino de DiosÓ [49].

Como Dios cre— en el principio todo a travŽs de su palabra, nuestros esp’ritus divinos tendr’an poder creativo similar. Cuando hablamos con palabras (ej. confesi—n positiva) estas tambiŽn son creadoras y nos pueden traer salud y bienestar (as’ sostienen los defensores de la palabra de fe).

Supuestamente, esta influencia de nuestras palabras habladas con el poder de nuestros esp’ritus divino-humanos, es tan poderosa que incluso el Se–or Jesucristo es controlado por ellas.

El Dr. Paul Cho, pastor de la iglesia m‡s grande del mundo, en Seœl, Corea del Sur, declara que uno puede crear la presencia de Jesœs con su boca. Si uno habla de salvaci—n, el Salvador Jesœs aparece. Si se habla de sanidad divina, aparece el Jesœs sanador. Cristo est‡ atado a los labios y palabras de quienes las pronuncian[50].

ÀDe veras? ÁAs’ podr’a yo tener al Se–or Jesucristo como mi propio esclavo! Áƒl es mi siervo, atendiŽndome a m’, no vice versa! Perdonen mi sarcasmo, pero tales ense–anzas blasfemas me causan enojo.

Incluso m‡s all‡, los l’deres de la palabra de fe a–aden que nuestros esp’ritus humanos son recreados a la imagen de Dios, es decir perfectos. No podemos pecar en nuestro esp’ritu, solo en la carne.

Existe una gran diferencia entre imagen y duplicado. El espejo refleja mi imagen, pero no es un duplicado de mi persona. Es de vidrio, no de carne. Por m‡s claro que sea el espejo, el reflejo representa solo una peque–a parte de lo que yo soy.

Igual sucede con la imagen de Dios. La palabra imagen no implica comunicaci—n de sustancia divina o atributos divinos. Nosotros reflejamos ciertas caracter’sticas comunes con Dios, como el sentido moral y la voluntad, pero nada m‡s.

Nuestros esp’ritus tienen atributos divinos, dicen, y conocen cosas que nosotros no conocemos. En su serie de grabaciones acerca de los dones espirituales, Hagin ense–a que siempre debemos prestar atenci—n a nuestros esp’ritus y, si lo hacemos, nunca nos equivocaremos.

Vayamos de regreso al jard’n del EdŽn y veamos d—nde se encuentra la verdad:

ÀAcaso encontramos en alguna parte de la Escritura que Ad‡n hubiera tenido algœn tipo de deidad? ÀC—mo podr’a algo ser restaurado si jam‡s existi—? Si Ad‡n la hubiera tenido, Àpor quŽ entonces Satan‡s se habr’a dado la molestia de ofrecer que los har’a como dioses? Eva le habr’a replicado: Lo lamento, perdiste la venta hoy, ya tenemos eso.

Y la serpiente le dijo a la mujer: Vosotros no morirŽis, sino que sabe Dios que el d’a que com‡is de Žl, ser‡n abiertos vuestros ojos, y serŽis como Dios, sabiendo el bien y el mal (GŽnesis 3:4-5).

Existe en la Biblia una promesa de que podemos volvernos como dioses. Pero hay que observar quiŽn la hizo. ÁSatan‡s! Y aun ahora continœa haciendo esta misma promesa vana. ÀQuŽ dice Dios al respecto?

Yo soy Jehov‡, y ninguno m‡s hay; no hay Dios fuera de m’ (Isa’as 45:5).

ÀQuŽ dice la Biblia acerca de la condici—n del esp’ritu del cristiano?

As’ que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiŽmonos de toda contaminaci—n de carne y de esp’ritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios (2Corintios 7:1).

ÁQuŽ maravilla que un solo vers’culo de la Palabra de Dios pueda derribar toda una monta–a de errores! Pablo comprendi— que existe pecado del esp’ritu como pecado de la carne. Un creyente puede pecar en cualquiera de los dos niveles, pues existe pecado espiritual y pecado carnal. Uno de los pecados espirituales m‡s usuales es el orgullo espiritual, valga la redundancia. Ir—nicamente, Áeste pecado es muy comœn entre los adherentes del movimiento palabra de fe!

ÀPodemos buscar gu’a espiritual dentro de nuestro propio esp’ritu? Conozco, oh Jehov‡, que el hombre no es se–or de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos (Jerem’as 10:23).

En ningœn lugar de la Escritura se nos indica que busquemos gu’a espiritual dentro de nosotros mismos. Debemos siempre buscar nuestra gu’a en el Esp’ritu de Dios. La carga de demostrar lo contrario queda sobre los hombros de los adherentes a la herej’a que aqu’ se estudia.

Pero, ÀquŽ evidencia presenta este movimiento herŽtico para probar que los cristianos son dioses?

Uno de sus textos favoritos es Juan 10:34-36,

Jesœs les respondi—: ÀNo est‡ escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? Si llam— dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), Àal que el Padre santific— y envi— al mundo, vosotros dec’s: Tœ blasfemas, porque dije Hijo de Dios soy?

Los defensores de JME consideran este texto como la evidencia suficiente de sus puntos de vista. ÀQuŽ podr’a ser m‡s claro que el simple enunciado de: sois dioses?

Retornemos al Salmo 82, del cual Jesœs estaba citando y busquemos all’ una aclaraci—n. Los vers’culos 1 y 2 dicen: Dios est‡ en la reuni—n de los dioses; en medio de los dioses juzga. ÀHasta cu‡ndo juzgarŽis injustamente, y aceptarŽis las personas de los imp’os?

ÀA quŽ ÇdiosesÈ se refiere el salmista? A los jueces que hab’an sido nombrados para juzgar a Israel de acuerdo con la ley. El contexto en su totalidad confirma esto.

La palabra para dioses en hebreo es elohim, la cual normalmente se usa para nombrar a Dios. Descubrimos en la Concordancia Strong que ocasionalmente es aplicada en manera deferente para los magistrados de la ley. El contexto del salmo lo confirma, siendo entonces los dioses aquellos jueces injustos que est‡n ense–ore‡ndose sobre el pueblo de Dios y oprimiŽndolo. A pesar de su gran estatus en Israel, como si fueron dioses, ustedes son nada m‡s que hombres, y como tal morir‡n bajo el juicio divino.

Yo dije: Vosotros sois dioses, y todos vosotros Hijos del Alt’simo, pero como hombres morirŽis ... (vers’culos 6, 7).

ÀDe quŽ manera se relaciona lo anterior con el comentario de Jesœs en Juan 10? ƒl estaba reprendiendo a los fariseos por las cr’ticas injustas e irrazonables que le hac’an. Les dec’a que no eran nada mejor que aquellos jueces injustos del Salmo 82. Si Dios les llamaba dioses, a quienes eran hombres corruptos, Àc—mo era que ellos le llamaban blasfemo a Žl, que era el justo, solo porque hab’a dicho que es el hijo de Dios?

En efecto, lo que les dec’a era algo as’ como: ÒVosotros, hip—critas, m‡s pronto aceptar’ais que aquellos jueces injustos fueran dioses, que al que ha demostrado su justicia por medio de los milagrosÓ.

La cl‡usula sois dioses de ninguna manera puede ser tomada como que significa que los creyentes del Nuevo Testamento sean dioses creadores. Incluso si tal doctrina fuera cierta, no podr’a ser probada con este texto, porque nada de lo que este dice se refiere a los cristianos.

Solo una cosa podr’a ser peor que dar culto a un dios falso y esa ser’a que la persona se imagine a s’ misma como un dios. Los maestros de palabra de fe practican ambas cosas.

En este cap’tulo aprendimos que...

á      La doctrina de palabra de fe respecto al sacrificio de Cristo constituye una herej’a.

á      De acuerdo con sus maestros, la muerte de Cristo en la cruz es insuficiente para la expiaci—n de pecado:

o   Cristo debi— morir espiritualmente y sufrir en el infierno como un pecador perdido, para completar lo que falt— en la cruz.

o   Cristo perdi— su deidad en la cruz.

o   Cristo tuvo que nacer de nuevo como cualquier pecador y entonces su deidad le fue restaurada.

o   Cristo libr— una batalla en el infierno para vencer a Satan‡s.

Las mencionadas doctrinas de palabra de fe son blasfemias.

La Biblia ense–a que:

á      La sangre de Cristo es suficiente para todo pecado.

á      El sacrificio de Cristo fue corporal, no espiritual.

á      Cristo descendi— triunfante a los infiernos, no como un perdido pecador.

á      El sacrificio de Cristo es santo en todas sus etapas, tal como las ofrendas por el pecado del Antiguo Testamento.


Cap’tulo 11: Job y el reino

En un concurso televisado hace algunos a–os, un grupo de infantes deb’a Ñcada unoÑ colocar diversas piezas de madera en el sitio correcto de un tablero. Uno de los peque–os lleg— al œltimo espacio redondo que le sobraba, pero con una pieza cuadrada en su mano. El dilema y la confusi—n eran aparentes en su rostro al darse cuenta de que hab’a hecho todo mal desde el inicio del problema. Pero en lugar de ceder a lo obvio, hizo lo t’picamente humano: tratar de meter la pieza a la fuerza en el espacio y golpearla con su peque–o pu–o con todas sus fuerzas.

ÁCu‡n a menudo los cristianos somos tentados a hacer lo mismo con una doctrina! Apenas pensamos tener la respuesta a algo, Áhorror!, y aparece un vers’culo que contradice toda la f—rmula. Entonces, en vez de volver a la premisa b‡sica (la primera pieza), tomamos el vers’culo, lijamos sus costados y simplemente lo acomodamos a la fuerza. As’ armamos nuestro peque–o paquete doctrinal y pensamos que es irrefutable.

El dilema del justo que sufre, retratado en el libro de Job, es la œltima pieza con la que el movimiento de la fe tiene que enfrentarse, si desea mantener intacta la universalidad de sus premisas. As’ declaran al respecto que las dificultades de Job le cayeron por falta de fe, la cual a su vez fue causada por un problema de temor. Para ello citan Job 3:25: Porque el temor que me espantaba me ha venido. Y me ha acontecido lo que yo tem’a.

Jerry Savelle explica que Dios le dio riquezas a Job, pero que Žl mismo las destruy— debido a su temor. Fue su propia lengua la que lo meti— en problemas, segœn dice. Pero, avanzando m‡s en el libro, su confesi—n positiva le saca adelante[51].

Entonces, de acuerdo con este punto de vista, los amigos que le consolaban habr’an estado en lo correcto. Job se lo merec’a, por haberse Žl mismo tra’do desgracia por su pecado de incredulidad y temor.

Pero revisemos el libro de Job y veamos cu‡l fue la causa de sus problemas.

Y Jehov‡ dijo a Satan‡s: ÀNo has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como Žl en la tierra, var—n perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? (Job 1:8)

ÀA quŽ tem’a Job? ÁLe tem’a a Dios y a su juicio! Y cuando dice en el cap’tulo 3: y me ha acontecido lo que yo tem’a, expresa Ñen el lenguaje poŽtico del libroÑ, su pensamiento de que lo sucedido provino de Dios mismo.

Dios, en Job 2:3, indica que lo ocurrido no ten’a causa en Job: À ...para que lo arruinara sin causa?

La historia completa del desaf’o de Satan‡s y las simples respuestas de Dios acerca del car‡cter impecable de Job eliminan toda posibilidad de que sus problemas le vinieron por causa suya. La posici—n del movimiento palabra de fe acerca de este libro podr’a ser v‡lida si se leyera que Dios hubiera dicho algo as’: ÒEst‡ bien, Satan‡s, tienes aqu’ un punto a favor. Job tiene un peque–o problema de temor, entonces tienes derecho de atacarloÓ. Pero claro que algo as’ no se lee, m‡s bien Dios dice: ÀÉy que todav’a retiene su integridad, aun cuando tu me incitaste contra el para que lo arruinara sin causa? (Job 2:3)

ÀPor quŽ habr’a llamado perfecto Dios a Job, si ten’a un problema de miedo e incredulidad? El temor a Jehov‡ jam‡s constituye falta. Dios deja perfectamente en claro que los desastres sufridos por Job no proven’an de s’ mismo.

Otro uso muy peculiar del libro de Job se halla en el capitulo 36, vers’culo 11: Si oyeren, y le sirvieren, acabaran sus d’as en bienestar y sus a–os en dicha.

Nuevamente, Savelle exclama que si obedecemos y servimos a Dios, podremos pasar nuestra vida terrenal con prosperidad y placer[52].

Savelle ignora que Dios no est‡ diciendo nada de esto en el vers’culo 11. Es Elia quien, en medio de su argumento err—neo, insiste en que los problemas de Job han sido causados por alguna perversidad secreta suya. En el vers’culo 17 del mismo capitulo, Žl dice: Mas tœ has llenado el juicio del imp’o, en vez de sustentar el juicio y la justicia. O en otras palabras: ÒÁMereces tu castigo, Job!Ó

ÀAcaso el Se–or confirma la premisa b‡sica de Eliœ? No. Mi ira se encendi— contra ti y tus dos compa–eros: porque no habŽis hablado de m’ lo recto, como mi siervo (Job (42:7). Luego Dios a–ade que Job deber’a orar por ellos: ...a Žl atenderŽ para no trataros afrentosamente (vers’culo 8).

Dios mismo afirma que las declaraciones de los consoladores de Job son completos desatinos. Parece como que si Dios le hubiera hecho regresar a Eliœ a la pizarra para reexaminar su premisa de que no es posible que un hombre justo sufra enfermedad y pobreza. Es as’ como se concluye que las argumentaciones de Eliœ en Job 36 son realmente ejemplos inspirados por Dios acerca de la locura humana, y no una declaraci—n de la voluntad de Dios para los creyentes.

Toda la Biblia es palabra inspirada por Dios, pero no todo es una cita de Dios mismo. En ocasiones la Escritura registra las tonter’as que la gente dijo o hizo, para que nosotros no caigamos en igual falta.

En el pensamiento del evangelio de la prosperidad, no hay lugar para el sufrimiento de los creyentes obedientes. Se se–ala que ciertos textos b’blicos indican que el reino de Dios ya ha venido a la tierra en forma del primer adviento de Cristo. Vers’culos tales como Lucas 17:21 (porque he aqu’ el reino de Dios est‡ entre vosotros) y Mateo 4:17 (el reino de Dios se ha acercado) son su base.

El razonamiento es el siguiente: Ya que Dios ha establecido su reino en la tierra con Jesœs y sus seguidores, podemos acceder a todas las bendiciones del reino aqu’ y ahora, en la Žpoca actual. Al no existir enfermedad ni escasez en el cielo, tampoco debe haberlas entre nosotros. El reino es un asunto en tiempo presente.

Parece que existe un mal colocado Žnfasis en este punto. El reino no se ha establecido en su totalidad. Muchos vers’culos del Nuevo Testamento indican que el reino tambiŽn es en el futuro.

El Se–or Jesucristo que juzgar‡ a los vivos y a los muertos en su manifestaci—n y en su reino (2 Timoteo 4:1)É me preservar‡ para su reino celestial. (2 Timoteo 4:18)É es necesario que a travŽs de muchas tribulaciones, entremos en el reino de Dios (Hechos 14:22).

Adem‡s, Pablo nos dice que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios (1Corintios 15:50).

Por todo el Nuevo Testamento hay un tono futurista en cuanto al reino. Los maestros de la Palabra se adelantan a los l’mites del desarrollo corriente del reino y quieren que se manifieste todo en el presente. Naturalmente que Dios no desea la pobreza, la enfermedad, el dolor ni la tristeza en la tierra. Pero la voluntad de Dios est‡ en proceso de desarrollo y aœn no ha llegado a su cumplimiento en la tierra.

Hasta los santos m‡s piadosos experimentan dolor, tristeza u otros infortunios en su momento actual. Y los experimentan dentro de la voluntad presente de Dios, porque existen todav’a dentro de una creaci—n ca’da.

El hecho de que el reino aœn no se cumpla en su totalidad, produce que ciertas ‡reas de nuestro entendimiento sean nebulosas. As’, cuando se ense–a sobre este tema, se lo debe hacer con mucha cordura y moderaci—n.

La iglesia de Esmirna es otro obst‡culo en las suposiciones de la palabra de fe acerca de los ciudadanos del reino. Yo conozco tus obras, y tu tribulaci—n y tu pobreza (pero tu eres rico) É (Apocalipsis 2:9). Aqu’ Jesœs otorga su reconocimiento a la iglesia de Esmirna por sus riquezas espirituales, a pesar de su pobreza. Si la palabra ÇricoÈ se estuviera refiriendo a riqueza material, entonces ÇpobrezaÈ, por contraste, tendr’a que significar destituci—n espiritual. Pero Dios no alabar’a su pobreza espiritual.

Tampoco no dice que su riqueza espiritual dependa de su pobreza material. Este texto no apoya ni una doctrina de prosperidad ni una de pobreza tampoco. Indica que la bendici—n espiritual estaba con ellos, a pesar de sus circunstancias econ—micas.

Los jud’os dispersos de Palestina despuŽs del PentecostŽs tampoco viv’an en prosperidad, de acuerdo con Santiago 2:5-6:

ÀNo ha elegido Dios a los pobres de este mundo para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? Pero vosotros habŽis afrentado al pobre. ÀNo os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales?

La actitud de Santiago se muestra incongruente con la doctrina de la prosperidad del siglo XX.

Por eso nos distanciamos justificadamente del absurdo ascetismo medieval, el cual surgi— de una interpretaci—n desequilibrada de dichos textos. Asimismo rechazamos el equivalente desequilibrio que resulta del distorsionado punto de vista acerca del reino de Dios tal como lo presenta la palabra de fe.

 

 En este cap’tulo aprendimos que...

á      El evangelio de la prosperidad sufre dificultades al intentar conciliar el Libro de Job con sus suposiciones.

á      Lo acomodan, afirmando que Job se provoc— a s’ mismo sus calamidades por su temor y manifestando su miedo, lo cual constituye una forma de falta de fe.

á      El Libro de Job revela que la causa de las calamidades fue una guerra espiritual entre Dios y Satan‡s. Nada en Job era la causa de ellas.

á      Cualquier intento de culpar al mismo Job de sus problemas cae en la categor’a de los Çconsoladores de JobÈ.


Cap’tulo 12: La psicolog’a del movimiento

Por coincidencia, mis parientes de ambos lados familiares provienen de la misma regi—n de Estados Unidos de la que son los fundadores del movimiento palabra de fe. Cada pa’s tiene sus regiones distintas, que comparten el mismo acento y ciertos patrones de pensamiento.

Estoy muy familiarizado con la cosmovisi—n de la regi—n centroccidental. Puedo a veces detectar a una persona que ha sido criada en dicha regi—n, aunque haya perdido su acento, pues sus actitudes y formas de percibir la realidad, la delatan.

No me ha sorprendido descubrir actitudes t’picas de centroccidente reflejadas en las ense–anzas de palabra de fe. La mentalidad de sus fundadores es tan cl‡sica de esa regi—n, que aun cuando no hubiera sabido su procedencia, la habr’a adivinado sin dificultad alguna.

No todos sus adherentes muestran estas caracter’sticas, ni estos comentarios constituyen evidencias objetivas. Pero ciertas tendencias se notan en sus libros y sermones de manera tan destacable que valen la pena subrayarlas.

Extremismo

El extremismo ve la realidad en blanco y negro. Todas las cosas tienden a ser absolutamente correctas o puramente incorrectas.

El extremista categoriza a la gente de manera similar. Para Žl, todos son buenos o malos, llenos de fe o completamente incrŽdulos. Siente que hay una sola forma correcta de hacer cualquier cosa. La idea de que pueda existir m‡s de una manera o, de que un punto de vista estŽ parcialmente correcto o incorrecto, no cabe con facilidad en la mente de un extremista.

Para el extremista, si el Se–or prospera a los piadosos, algo malo debe haber en quien no es rico. Si alguien enferma y Dios no le sana, debe ser por pecado o falta de fe. Interrogantes m‡s all‡ de eso son innecesarios.

Seria muy conveniente si la realidad operara de manera acorde. Pero no es as’. En efecto, ni Dios actœa as’. ÀSe ha dado cuenta de que cada vez que pensamos haber descubierto la f—rmula espiritual perfecta, Dios hace algo para mostrarnos que no es as’? As’ crecemos. Cuando las cosas no salieron como pens‡bamos, buscamos a Dios y descubrimos nuevas verdades.

Un pastor responsable no cerrar‡ los ojos ante los problemas de la gente, solamente porque sus f—rmulas no funcionaron de acuerdo al plan. Tampoco tachar‡ a la gente de insinceros o ignorantes.

La ley m‡s elemental para razonar e investigar en cualquier campo o dominio humano, espiritual o secular, funciona bajo el siguiente principio: si un fen—meno no se conforma a la teor’a aceptada, se debe investigar hasta saber por quŽ. Dios usa este proceso natural para guiarnos a un nuevo entendimiento. Pero a veces cerramos nuestra mente de una manera necia, actuando irresponsablemente hacia nosotros mismos, hacia los dem‡s y hacia Dios.

Anti-intelectualismo

ÒÀNo es preferible pertenecer a un grupo de predicadores incultos llenos del Esp’ritu Santo que a uno de te—logos ‡ridos?Ó dec’a un predicador en la grabaci—n. ÒBueno, s’ ÑpensŽÑ, cualquier cristiano preferir’a estar en el primer grupo, lleno del Esp’ritu Santo, sin tomar en cuenta el grado de educaci—nÓ.

Sin embargo, estoy agradecido de que esa no sea la œnica opci—n posible. ÀQuŽ tal la siguiente? ÒÀEntre cu‡les quisiera estar: entre un grupo de predicadores incultos llenos del Esp’ritu Santo o uno de te—logos llenos del Esp’ritu Santo?Ó

Para algunos del movimiento esta œltima opci—n es imposible. ÀPor quŽ? Por el fen—meno del anti intelectualismo.

Esta postura sostiene que el intelecto es poco v‡lido en la bœsqueda y evaluaci—n de la verdad. El coraz—n es bueno y el intelecto es malo. La raz—n se opone a la fe o al menos es un obst‡culo. La educaci—n es peligrosa para el crecimiento espiritual. As’ son las actitudes que tipifican el anti intelectualismo.

Durante la primera mitad del siglo XX, hubo gran cantidad de avances cient’ficos y, junto con ellos, tambiŽn fueron proclamadas teor’as pseudocient’ficas, como por ejemplo, la teor’a de la evoluci—n. En las universidades predominaba la ense–anza de las filosof’as materialistas y humanistas. La teolog’a liberal tambiŽn mostr— gran crecimiento.

Por todo lo expuesto, se produjo un clima poco manejable para muchos cristianos y, en vez de sostener su postura y derrotar tales ideas en sus propios tŽrminos, casi todos se retiraron del ‡rea del pensamiento y el intelecto. Solo el Çcoraz—nÈ interesaba (pero sin definir exactamente quŽ se entiende por coraz—n) y como resultado, surgi— una ola de anti intelectualismo entre los evangŽlicos.

Esta postura es tambiŽn un aspecto del pensamiento m’stico. Para el m’stico, la raz—n es un medio innecesario para la verificaci—n de la verdad. Tal vez no lo exprese en estos tŽrminos, pero en su coraz—n, lo piensa as’.

Es imprescindible aceptar la validez de la raz—n para evaluar las verdades. Sin eso, ningœn pensamiento puede ser v‡lido, incluyendo el cristianismo. Al rechazar el valor de la raz—n, ni siquiera podemos evaluar las verdades b’blicas. No se puede usar el intelecto para descalificar su propia validez.

El anti intelectualismo nunca es v‡lido. Por definici—n, se invalida solo, porque uno tiene que utilizar su intelecto para tratar de defenderlo. Aun cuando puede ser expresado en tŽrminos muy ÇespiritualesÈ y sonar muy santo, siempre es auto contradictorio.

Aunque nuestra raz—n sea v‡lida, nuestro nivel de conocimiento puede no serlo, especialmente cuando es conocimiento fuera de los l’mites de la creaci—n material, es decir del campo espiritual. Pues, Àc—mo se puede saber si alguna informaci—n que llega desde fuera de la creaci—n es correcta?

Para saberlo, es necesario un est‡ndar con el cual se pueda establecer un juicio. Tal norma debe ser racionalmente congruente consigo misma y con el criterio para establecer un juicio: solo la Biblia llena estos requisitos y puede ser el est‡ndar para la revelaci—n tanto de la verdad como del conocimiento.

Por eso afirmamos que cualquier supuesta revelaci—n espiritual que nos urge a pasar por alto la raz—n, tambiŽn est‡ urgiŽndonos a obviar la Biblia.

Adem‡s, se hace evidente que la doctrina de la palabra de fe se coloca ingenuamente en manos del existencialismo y humanismo secular. Estos afirman que el cristianismo es una creencia sin base racional. Ambos declaran que existe una dicotom’a irreconciliable entre la fe y la raz—n. Para estos la fe es creer algo sin evidencias, o en contra de ellas. Significa un paso no racional, abandonando por total la facultad humana de razonamiento.

La fe, vista de esa manera, no es b’blica. La fe b’blica es un paso l—gico de confianza, basada en un Dios siempre congruente consigo mismo. La fe, en el verdadero sentido cristiano, no puede ser vaciada de su contenido racional.

En todos los dem‡s puntos, el humanismo y la palabra de fe son contrarios. Pero concuerdan en su definici—n de fe. El humanista puede se–alar a los cristianos y manifestar: ÁAh’ est‡! Los mismos cristianos admiten que su fe no es racional. ÁAs’ se ve su falsedad!

Misticismo cristiano

Un cristiano m’stico es aquel que basa su percepci—n de la realidad en la subjetividad y en experiencias internas que Žl piensa provienen de Dios, en vez de basarse en hechos objetivos, como por ejemplo el an‡lisis de las Escrituras.

Este tipo de creyente solo acepta los hechos que son consistentes con lo que Žl cree haber recibido de Dios. Si los hechos no son consistentes con sus impresiones internas, los descarta y continœa proclamando lo que imagina haber escuchado de Dios.

Todos los creyentes experimentamos impresiones subjetivas del Esp’ritu Santo. Con el tiempo aprendemos c—mo responder a ellas. Pero, todos los te—logos cristianos concuerdan en que es anti b’blico basar las doctrinas en algo externo a las Escrituras. Desafortunadamente, existen otros esp’ritus que tratan de influenciarnos: el diablo existe. De all’, la raz—n de que debemos basarnos en un est‡ndar externo como medida de las cosas, es decir, la Biblia.

Algunos l’deres de la palabra de fe siguen ese mismo patr—n de misticismo. DespuŽs de haber le’do unos cuarenta de sus libros, me es evidente que ellos no llegan a sus creencias por medio del escudri–amiento de las escrituras. Todos mencionan algœn tipo de Çconocimiento reveladoÈ como base de sus posiciones. Buscan vers’culos despuŽs para confirmar tales revelaciones.

En vista de que un an‡lisis escritural serio no fue lo que les convenci— desde el principio, es casi imposible convencerles de sus errores por media de las escrituras. Perciben sus revelaciones con un entendimiento superior.

El m’stico eventualmente se vuelve una victima de su propio pensamiento, ya que si confesara que los hechos prueban su error, esto le ocasionar’a una tremenda duda en todas las creencias de su vida y ministerio. El precio que tendr’a que pagar por cuestionar sus propios mŽtodos se vuelve demasiado elevado. Hay demasiado en juego, demasiada realidad que afrontar.

Descarta a todas las personas y hechos en contra. El m’stico se dedica a vivir el resto de su vida en una burbuja psicol—gica irreal pero segura, construida por Žl mismo. La gente que no concuerda con sus ideas, es tachada como ÇincrŽdulaÈ y aquellos que le dicen que han puesto a prueba sus ense–anzas, sin ningœn resultado, son vistos como personas que se enga–an a si mismas.

Pragmatismo

Si algo suena bien, se siente bien y funciona bien, debe ser lo correcto. Esta f—rmula parece ser la seguida por muchos cristianos de hoy, para llegar a sus posturas doctrinales.

El pragmatismo se basa en la premisa de que si algo funciona bien en la vida, debe ser verdad. Esta actitud, tan profundamente basada en la cultura estadounidense, es producto de nuestra historia.

Cuentan que un pastor entr— cierta noche a una reuni—n de cristianos y encontr— a varios de ellos jugando a la cuija. Cuando les advirti—: ­ÑÀNo saben que eso est‡ mal?Ñ, le contestaron: ÑÁPero funciona!Ñ No fue f‡cil para el pastor llegar a persuadirles de que el hecho de que funcionara no lo hac’a bueno.

El hecho de que algo funcione no constituye evidencia de verdad. Puede darse el caso de que funciona por un esp’ritu maligno, como en el juego de la ouija. La evidencia de la verdad espiritual es la Biblia y nada m‡s. Por esa raz—n, el que un individuo sea pr—spero en su vida no prueba nada de nada.

Culto a los hŽroes

Bueno, si toda su doctrina es errada, ÀC—mo se explica que estos maestros tengan ministerios tan grandes?, me preguntaba el anciano de una iglesia. Para Žl, este argumento era devastador. Y yo, en verdad me sent’ devastado por un momento. No porque la pregunta fuera de dif’cil respuesta, sino por pensar que una persona de ese rango en la iglesia, pudiera considerar eso como un argumento convincente.

Muchas sectas falsas tienen ministerios en gran escala, entre ellos los mormones, testigos de Jehov‡ y otros. El ÇministerioÈ del Papa es muy grande tambiŽn. El tama–o de un ministerio nunca prueba que sea portador de la verdad.

Indudablemente que un l’der muy conocido y respetado causa gran impacto psicol—gico. Las buenas cosas que ha hecho en el pasado tienden a darle un aire de credibilidad a las que dice en el presente.

Pero incluso un hombre bueno puede decir cosas erradas y malas. Pedro es el ejemplo cl‡sico, cuando dijo e hizo varias cosas m‡s bien tontas, incluso despuŽs de PentecostŽs. Pablo tuvo que reprenderlo, en G‡latas Cap’tulo Dos.

Pedro ten’a una excelente reputaci—n en la iglesia, sin embargo lo encontramos haciendo ciertas necedades que pod’a haber puesto en peligro el futuro de la iglesia. Pablo lo corrigi— para bien de todos. Algunos hombres buenos empiezan bien, pero terminan haciendo necedades; esto no los transforma en malas personas, simplemente en seres falibles, como lo somos todos.

En los Estados Unidos, nuestra tendencia a rendir culto a los hŽroes ha llevado a que algunos l’deres de personalidad encantadora sean puestos en alta estima, sin que realmente lo merezcan. Algo similar puede ser el caso de estos maestros de la palabra de fe.

En este cap’tulo aprendimos que...

á      Los maestros de la fe comparten ciertos atributos: una mezcla de normas culturales estadounidenses junto con misticismo gn—stico.

o   Misticismo cristiano

o   Extremismo

o   Anti intelectualismo

o   Pragmatismo

o   Culto a los hŽroes


Cap’tulo 13: La negaci—n de los s’ntomas: ÀEs v‡lida?

ÑEl evangelista no debe llegar enfermoÑ, pensŽ. Pero, ah’ estaba yo, quince minutos antes de la reuni—n, afuera de la carpa con dolor de est—mago.

Hab’a ido a respaldar a un misionero amigo que realizaba reuniones evangelistas bajo carpa. En el camino, tuve la sospecha de que iba a predicar. As’, cuando el predicador local no apareci—, no me sorprendi— que me mi amigo misionero me pidiera que predicara. La sorpresa era mi dolor de est—mago.

ÑBueno, pensŽ, Ñsi no es la voluntad de Dios que predique, me lo podr’a decir de otra formaÑ. Conclu’ entonces que Satan‡s era al culpable. Sœbitamente, el Esp’ritu de Dios me dio la impresi—n de que el dolor era una mentira de Satan‡s y que deb’a declararme sano en el nombre de Jesœs. Reprend’ al diablo y sanŽ antes de siquiera terminar la oraci—n. La reuni—n continu— en el horario planeado, y Áhubo sanidades!

Existen incontables promesas sobre la sanidad en la Biblia. Aquellos que presumen que el ministerio de sanidad existi— solo en la primera Žpoca de la iglesia tienen serias dificultades para comprobar su negaci—n por medio de la Biblia. Milagros de sanidad existen hoy en d’a.

Al otro extremo, continuamente se nos exhorta a travŽs de los canales cristianos y libros populares acerca de que podemos ser sanados instant‡neamente, de cualquier dolencia, si ponemos en pr‡ctica nuestra fe en Cristo.

Una popular ÇalabanzaÈ dice que nos Òlevantemos y seamos sanadosÓ en el nombre de Jesœs. Se nos recalca que Dios ya ha hecho todo lo que tiene que hacer y que Cristo muri— por todas nuestras dolencias, adem‡s de nuestras culpas. Si no recibimos sanidad es porque no tenemos la voluntad de apropiarnos de las promesas de Dios.

No se trata de cuestionar la validez de la sanidad divina ya que el testimonio de la Escritura es claro. Lo que preocupa es que mucha gente ha tratado de Òlevantarse y ser sanadaÓ y no ha podido. Saben que creyeron a Dios y esperaron con gran expectativa los resultados de su fe. Cuando la sanidad no se manifiesta, comienzan a sentir culpabilidad, pensando: ­ÑNo practicamos la feÑ o ÑSucede algo malo con mi espiritualidadÑ, y entran en un c’rculo de sufrimiento, culpa y duda que les lleva a la desesperaci—n.

En ningœn lugar del Nuevo Testamento se garantiza que los enfermos ser‡n sanados instant‡nea y milagrosamente, sin excepci—n alguna, bajo la sola condici—n de su fe en Cristo. Tras a–os de estudiar el tema de la sanidad divina, no he podido hallar ese tipo de promesa. Aunque todos los maestros de la palabra de fe lo expresen juntos y a coro, no podr‡n encontrar esta promesa donde no existe.

Negar los s’ntomas

La forma m‡s popular de aproximaci—n al tema de la sanidad divina se la puede llamar Òla negaci—n de los s’ntomasÓ y constituye la piedra angular del movimiento de la Palabra. Esta forma consiste en que a la persona afligida por enfermedad se le urge ÑdespuŽs de haber orado por ellaÑ a que niegue que sus s’ntomas sean indicativos de enfermedad. Estos s’ntomas son entonces llamados Òmentiras del enemigoÓ.

Las premisas bajo las cuales funciona este mŽtodo son las siguientes:

á      Es la voluntad de Dios que la persona goce de perfecta salud[53].

á      Uno debe creer que ya est‡ sano antes de que se manifiesten los resultados y se deben negar todos los s’ntomas[54].

á      Si no se consigue la sanidad, se considera como falta de fe o de pecado oculto[55].

Los que lideran el uso de este mŽtodo no est‡n totalmente de acuerdo entre s’ en su forma de aplicaci—n. En cuanto a la doctrina de la prosperidad s’ existe un consenso, pero no respecto a la doctrina de la sanidad.

Algunos llegan a creer que recurrir a la ciencia mŽdica constituye una falta de fe. Otros consideran que la medicina es meramente una forma en que Dios manifiesta su sanidad y no ven sus visitas al doctor como una contradicci—n a sus ministerios de sanidad.

Varios seguidores de la palabra de fe niegan la existencia de la enfermedad que les aflige y prefieren decir que son s’ntomas enga–osos. Otros no niegan la realidad de la enfermedad, pero declaran que esta no tiene ÇderechoÈ de estar en ellos[56].

Un reconocido maestro de la fe, por ejemplo, explicaba en uno de sus libros c—mo lo atacaban los s’ntomas de la gripe: congesti—n nasal, dolor en los ojos y dolores musculares por todo el cuerpo; pero que se rehus— absolutamente a aceptarlos. Luego de varios d’as de valiente lucha y por abundante confesi—n positiva, los Çs’ntomas enga–ososÈ lo dejaron y no lleg— a tener la enfermedad para nada.

Tales testimonios son el colmo del absurdo. ÀEst‡ diciendo que los microbios de la gripe no estaban en su cuerpo despuŽs de todo? ÀO que los Çs’ntomas enga–ososÈ ten’an alguna causa espiritual independiente de los microbios?

En esta secci—n resulta innecesario tratar extensamente con ciertos textos o l’neas argumentativas, debido a que son idŽnticos a los ya tratados en la doctrina de la prosperidad. Los cap’tulos acerca de la confesi—n positiva, 3Juan 2 y Marcos 11:24, se aplican igualmente a la cuesti—n de la sanidad y haremos alusi—n a ellos solo cuando sea necesario clarificar algœn punto.

Se debe aclarar que no todos los practicantes de la sanidad por fe son miembros del movimiento palabra de fe. Por ejemplo, la fallecida Kathryn Kuhlman que fue una de sus principales practicantes, ten’a poca paciencia con aquellos que mantienen que la fe inevitablemente lleva a la cura de las dolencias.

Como varios de los principales maestros est‡n en total desacuerdo entre s’, y debido a que la cuesti—n de la sanidad divina es muy compleja, debemos limitar nuestro estudio al mŽtodo de la negaci—n de los s’ntomas. Examinaremos las premisas y las Escrituras relacionadas con ellas, en un intento por determinar si este mŽtodo es correcto con respecto a las Escrituras y a quŽ grado se justifica el interŽs generalizado que causa en nuestros d’as.

Esperamos llegar a una conclusi—n equilibrada como para sostenerla sin da–ar la fe ni restringir la mano del Dios soberano; sea con respecto a su habilidad de sanar o a los mŽtodos que Žl emplea.

Examinemos, pues, algunas preguntas vitales.

En 1Pedro 2:24, Àse nos garantiza la sanidad instant‡nea y milagrosa?

Quien llev— el mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.

La m‡s m’nima menci—n del tema de la sanidad en los c’rculos de la Palabra de le, provoca Ñcasi garantizadoÑ los clamores de por cuya herida fuisteis sanados. Esta cl‡usula es vista como evidencia adecuada para el mŽtodo de la negaci—n de los s’ntomas, capaz de silenciar toda oposici—n.

Esta interpretaci—n gira alrededor del uso del tiempo pasado del verbo sanar. Para el movimiento de la Palabra, nuestra salud f’sica es algo ya legalmente obtenido, tan a nuestra disposici—n como la salvaci—n de los pecados; y ya que esto œltimo puede ser ganado por fe solamente, igual lo primero. La œnica barrera posible es la incredulidad.

Las marcas del l‡tigo (las llagas) en la espalda de Jesœs fueron un sustituto para nuestras enfermedades, segœn estos maestros, as’ que no hay base leg’tima para estar enfermo, aparte del pecado. Cualquier s’ntoma de enfermedad es una mentira del enemigo, que debe ser rechazada de plano.

Aunque han sucedido milagros a travŽs de este mŽtodo, no estamos tratando con testimonios, sino con an‡lisis de la Escritura. A pesar de que el mŽtodo de la negaci—n de los s’ntomas puede tener base escritural, es inaceptable que 1Pedro 2:24 sea prueba de ello. Mis razones, a continuaci—n:

Nada cambia, sea que la sanidad estŽ o no presente en la expiaci—n

Aunque reconozcamos que este vers’culo prueba que la sanidad est‡ en la expiaci—n, aun as’ no es prueba de que deba ocurrir instant‡neamente o por medios milagrosos. El asunto del cu‡ndo y el c—mo no se menciona, solo lo asumen aquellos que desean interpretarlo de esa manera.

Todo aspecto de salvaci—n se cumple en la expiaci—n: algunos de estos aspectos est‡n a nuestra disposici—n al momento, pero otros no. La glorificaci—n de nuestros cuerpos, la plena restauraci—n de la creaci—n material, nuestro derecho a gobernar y reinar junto con Cristo en la tierra, todos son parte de la expiaci—n.

Nuestro perfeccionamiento y santificaci—n fueron tambiŽn logrados en el Calvario, por lo cual podemos experimentar paz con Dios y seguridad de nuestra salvaci—n. Pero, Àcu‡ntos somos ya perfectos? La santificaci—n es un hecho legal y un proceso a la vez. Dios usa una variedad de experiencias para aplicar estos beneficios a nuestras vidas, algunos agradables, otros no tanto.

Lo que se pasa por alto en la interpretaci—n que hace la palabra de fe de 1Pedro 2:24, es la distinci—n entre la compra legal realizada en el Calvario y su resultado en la experiencia. Aunque aceptemos que Jesœs muri— por nuestras enfermedades, la cuesti—n del tiempo y el mŽtodo de aplicaci—n todav’a queda abierta.

La sanidad f’sica no est‡ en el contexto

Al ver la palabra sanado, el concepto de enfermedad f’sica al instante nos viene a la mente. Los usos figurativos de esta palabra son menos frecuentes en el castellano. Pero en la Biblia, sanidad se entiende tambiŽn como salvaci—n.

En el cap’tulo 28 de los Hechos, por ejemplo, Pablo cita del capitulo 6 de Isa’as: Y oigan con los o’dos, y entiendan de coraz—n, y se conviertan, y yo los sane. En el contexto, tanto de los Hechos como de Isa’as, la purga de la culpa moral es el tema, no la sanidad f’sica.

En toda la Primera Ep’stola de Pedro no se menciona la sanidad divina, aunque es seguro que el ap—stol cre’a en ella. La primera mitad del vers’culo demuestra que Pedro se refiere a la crucifixi—n de Cristo por el pecado quien llev— Žl mismo nuestros pecados en su cuerpo.

El Nuevo Testamento b‡sicamente emplea tres palabras griegas para sanar. Una de ellas es therapeuo, la cual significa sanidad f’sica, literalmente ÒsanarÓ. La otra palabra es sozo, que significa ÒsalvarÓ y tambiŽn ÒsanarÓ, pues se salva al enfermo de las consecuencias de la enfermedad. La tercera es hiaomai, siendo esta la que escribe Pedro en su primera carta (2:24), y significa ÒcurarÓ.

Este œltimo tŽrmino tiene le peculiaridad de que es una palabra Òcamale—nÓ, es decir, que toma su significado del contexto. Si el objeto gramatical es algo espiritual, la palabra significa sanidad espiritual. Si el objeto es algo f’sico, debe d‡rsele el significado de sanidad f’sica. Para interpretar este verbo, uno debe preguntarse: ÒÀEs el objeto del verbo algo espiritual o algo f’sico?Ó La interpretaci—n acorde ser‡ la correcta.

Al aplicar este principio a 1Pedro 2:24, se puede ver que Pedro se refiere a algo espiritual: el pecado. Por las heridas de Cristo hemos sido curados de la ÒenfermedadÓ del pecado; concepto que encaja perfectamente en la teolog’a y Žnfasis de  1Pedro.

Si Pedro hubiera deseado aclarar que se trataba de sanidad f’sica, el tŽrmino m‡s apropiado habr’a sido therapeo, y no hiaomai.

Es una cita de Isa’as 53:5

Algunos han argumentado que ser’a repetitivo decir la misma cosa dos veces en un vers’culo. Por lo tanto, Pedro debe haber querido referirse a algo diferente del pecado, en su œltima cl‡usula.

Debe tomarse en cuenta que esta cita es una forma muy t’pica de la poes’a jud’a, llamada paralelismo y ejemplificada en el libro de Isa’as. La poes’a hebrea es una rima de ideas m‡s que de sonidos. La œltima secci—n de un vers’culo repite el significado de la primera parte, pero en diferentes palabras. Esta f—rmula se ve constantemente en los Salmos, de all’ su belleza. Por ejemplo: De Jehov‡ es la tierra y su plenitud; el mundo y los que en Žl habitan (Salmo 24:1).

Varios de los profetas usaban este formato y tenemos en Isa’as el principal ejemplo. Si la cl‡usula de por su herida hemos sido sanados se refiriera a algo diferente de la primera parte del vers’culo, constituir’a una ruptura del patr—n poŽtico de todo el cap’tulo 53 de Isa’as.

Algunos maestros accidentalmente confunden la diferencia entre Isa’as 53:5 y el siguiente vers’culo citado por Pedro. Se extienden para probar que el vers’culo 4 se refiere a la sanidad f’sica, se–alando que dolores en realidad significa dolencias. De alguna manera lo mezclan con el vers’culo de por su herida y Álisto!, encuentran la relaci—n con la sanidad f’sica.

Para ser precisos, debemos distinguir cuidadosamente estos dos vers’culos y d—nde se los cita en el Nuevo Testamento. Mateo cita el vers’culo 4 en Mateo 8:17, refiriŽndose con claridad a la sanidad f’sica. Pero Pedro tom— el vers’culo 5 de Isa’as para citarlo en su segunda carta 2:24, y este no se refiere a sanidad del tipo f’sico.

ÀEn quŽ vers’culo del Nuevo Testamento se encuentra algo de la negaci—n de los s’ntomas? Lo m‡s posible es que en Marcos 11:24, que ya fue analizado en el cap’tulo cinco de esta obra. Lo esencial de dicho texto es que la respuesta se ha dado en sentido legal, antes de la manifestaci—n visible.

Negar que el tŽrmino todo incluya la sanidad ser’a absurdo. Tampoco podemos excluirla en base a que no sea mencionada la sanidad espec’ficamente en todo el cap’tulo. Negarlo nos obligar’a a limitar la fe a Òmover monta–asÓ y Òmarchitar higuerasÓ.

La œnica precauci—n que debemos tener en cuanto a la aplicaci—n de este texto a la sanidad por negaci—n de los s’ntomas reside en el discernimiento de la voluntad revelada de Dios, en cuanto al tiempo y al mŽtodo.

Las Asambleas de Dios, una denominaci—n cl‡sicamente pentecostal que en verdad cree en la sanidad divina, toman una posici—n moderada acerca de lo del sufrimiento por enfermedad de los creyentes:

 ... cuando los creyentes optan seguir el modelo del Rey de reyes ... Podr‡n reconocer la verdad de Romanos 8:17, acerca de que son herederos junto con Cristo: si es que padecemos juntamente con Žl, para que juntamente con Žl seamos glorificados. Pablo incluso lleg— a gloriarse en sus debilidades, en vez de negarlas (2Corintios 12:5-10) [57].

Algunos evangelistas del movimiento testifican que han recibido sanidad milagrosa por medio de Marcos 11:24. Su entusiasmo es entendible. Se les hace f‡cil confundir el don especial de la fe que experimentaron, con la fe general de la vida cristiana ordinaria y, por eso, caen en error doctrinal y en juicios cr’ticos.

ÀVemos a Jesœs o a los ap—stoles aplicando el mŽtodo de sanidad por negaci—n de s’ntomas? Consideremos algunos posibles ejemplos:

Los diez leprosos, Lucas 17:12-14

Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ÁJesœs, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando Žl les vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteci— que mientras iban, fueron limpiados.

La sanidad tom— lugar despuŽs de que los leprosos creyeron su palabra y la obedecieron. Este ejemplo claramente contiene el elemento de la fe, pero no cumple los pasos de la negaci—n de los s’ntomas. Jesœs no les requiri— que confesaran su sanidad como obtenida antes de que realmente ocurriera.

El hijo del noble, Juan 4:49-51

El oficial del rey le dijo: Se–or, desciende antes de que mi hijo muera. Jesœs le dijo: Ve tu hijo vive. Y el hombre crey— la palabra que Jesœs le dijo, y se fue. Cuando ya Žl descend’a, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive.

El noble demostr— su fe en Marcos 11:24, ya que crey— sin tener ninguna evidencia visible de la sanidad, aparte de la palabra de Jesœs. No pod’a ver a su hijo, pues no se encontraba presente. Jesœs no le requiri— que negara ningœn s’ntoma, solamente que creyera su palabra.

El criado del centuri—n, Mateo 8:13

Entonces Jesœs dijo al centuri—n: Ve, y como cre’ste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora.

La sanidad fue efectiva al instante, basada en la fe del centuri—n. Este deb’a creer que su criado ser’a sanado con solo una palabra de Jesœs. La ausencia del criado presenta el mismo problema del caso anterior. Estos incidentes son excelentes ejemplos de fe, pero quedan muy lejos de ser prueba de la sanidad por negaci—n de los s’ntomas.

Otros ejemplos del Nuevo Testamento sobre este mŽtodo de sanidad no vienen pronto a la mente. Si acept‡ramos que los mencionados pueden ser tomados como ejemplos del mŽtodo, apenas ser’an tres casos de un total de treinta aproximadamente, aparecidos en el Nuevo Testamento. Es decir un diez por ciento del total.

Nos preguntamos por quŽ tanto Žnfasis en un mŽtodo que representa no m‡s del diez por ciento de los casos. ÀPor quŽ se lo proclama como si representara el cien por ciento? ÀEs apropiada esta perspectiva b’blica?

Es mi parecer que un ministerio responsable deber’a someter este mŽtodo a la gu’a del Esp’ritu Santo para cada caso individual y no emplearlo cuando no existe indicaci—n de que deba ser aplicado. La iglesia debe reconsiderar su postura y adoptar un equilibrado y moderno enfoque del tema de la sanidad.

ÀY quŽ acerca de las sanidades que se atribuyen los maestros de la fe? ÀSon genuinas?

Posiblemente lo sean. No por sus ense–anzas, sino a pesar de ellas.

Por mis conexiones con una variedad de grupos cristianos, he podido concluir que estos maestros no experimentan un mayor porcentaje de sanidades que otros. Lo que sucede, es que ellos hablan m‡s al respecto.

Ya se discuti— el tema de la manipulaci—n sem‡ntica, por la cual se alteran las definiciones b’blicas. Los milagros experimentados en este movimiento pueden ser un efecto reverso de manipulaci—n sem‡ntica.

Cuando dichos maestros usan las palabras Dios, Cristo o fe, los oyentes pueden asumir que est‡n hablando sobre una sola confianza en Dios. Posiblemente ignoran que los maestros en verdad se refieren a la manipulaci—n de Dios y a una fuerza m’stica llamadaÇfeÈ. Dios, en su misericordia, pasa por alto la ignorancia de tales oyentes y responde a sus clamores.

Mi sospecha es que esto sucede a menudo en AmŽrica Latina. El catolicismo ense–a una correcta doctrina de Dios, a pesar de sus crasos errores. Los cat—licos, o quienes dejaron el catolicismo, pueden­ clamar el nombre de Dios, como fueron adoctrinados. Por su gracia, Dios puede usar ese llamado, a pesar del contenido falso de las palabras que los maestros predican.

En este cap’tulo aprendimos que...

á      El movimiento de la fe sostiene falsas premisas con respecto a la sanidad.

o   Premisa falsa 1: La salud perfecta es siempre la voluntad de Dios.

o   Premisa falsa 2: Una persona debe creer que ya est‡ sana, ignorando los s’ntomas, antes de que se manifieste su sanidad.

o   Premisa falsa 3: Si no se da la sanidad, esto evidencia la falta de fe o que existe pecado oculto.

á      Ninguna de las premisas mencionadas es b’blica.

o   El texto clave de la palabra de fe, 1Pedro 2:24, no apoya estas premisas.

o   Incluso si la sanidad es parte de la expiaci—n, el contexto no menciona nada sobre el tiempo o mŽtodo de la sanidad, ni si esta ser‡ durante la vida terrenal.

o   El t—pico del texto es el perd—n, o sea sanidad espiritual, no f’sica.

o   El texto es una cita de Isa’as 53:5, el cual tampoco tiene nada que ver con la sanidad f’sica.

á      Aunque Dios puede llevar a que alguien niegue los s’ntomas de su enfermedad, esto no debe ser tomado como la norma para todos los casos.


Cap’tulo 14: ÀSan— Jesœs a todos?

Todo mensaje del movimiento pone un gran Žnfasis en el ministerio sanador del Se–or Jesœs. Esto en s’ no es malo. Jesœs, en efecto, es nuestro sanador.

Los maestros de la palabra de fe casi siempre recalcan que Jesœs san— a todos los que acudieron a Žl con fe. Citan textos como Mateo 4:24 y le trajeron todos los que ten’an dolencias; y los san—. Luego explican que Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (Hebreos 13:8). De lo cual concluyen que Jesœs siempre sana a aquellos que oran en fe, incluso hoy.

Algunos se sorprenden al saber que Jesœs no siempre san— a los que iban a Žl. Para prevenirnos de pensar que est‡ obligado a hacerlo, nos dej— un ejemplo en Lucas 5:15-16,

Pero su fama se extend’a m‡s y m‡s; y se reun’a mucha gente para o’rle, y para que les sanase de sus enfermedades. Mas Žl se apartaba a lugares desiertos y oraba.

La conjunci—n mas indica que Jesœs no hac’a lo que se esperaba de Žl todas las veces. A menudo hizo otra cosa.

 Aparentemente Jesœs deseaba ense–ar a sus disc’pulos que la comuni—n con el Padre era m‡s importante que el propio ministerio, por m‡s glorioso que este fuera. As’ que, por excepci—n, a veces Jesœs se rehusaba a sanar a la multitud.

TambiŽn debemos considerar el factor de la elecci—n divina en cuanto a la sanidad. Los cristianos no concuerdan en cu‡l ser’a su causa. Pero tenemos un ejemplo de ella en Juan 5:1-5, donde se relata la sanidad de un hombre incapacitado en el estanque de Betesda.

Jesœs no fue atra’do a sanar a este hombre por su fe, pues no la ten’a. Este ignoraba la identidad del Se–or tanto antes como despuŽs de ser sanado. Este milagro no est‡ relacionado con la fe, sino con la soberana voluntad divina.

El vers’culo 9 aclara que fue sanado mientras estaba acostado en su lecho. Este hombre no mostr— m‡s fe que cualquier otro all’ presente.

Ser’a vano preguntar por quŽ Jesœs lo escogi— a Žl y no a otro. Se perder’a de vista la lecci—n de este suceso. La decisi—n soberana de Dios en la sanidad opera aqu’ y la pregunta es incontestable. Dios no est‡ interesado en ajustarse a nuestros sistemas exactos de l—gica o f—rmulas espirituales e ignora nuestros sentimientos acerca de lo que es o no justo.

Jesœs es verdaderamente la misma persona que era aqu’ en la tierra, pero ya no tiene el mismo ministerio. ƒl est‡ en una posici—n de autoridad y sus prop—sitos son dirigidos de manera muy diferente a como era cuando estuvo de forma visible entre nosotros.

Ahora es la cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo. Esto significa que su ministerio de sanidad ha sufrido un cambio fundamental; ahora este ministerio lo cumplen seres humanos, agentes imperfectos. Con esto ya tenemos suficientes nuevos problemas, que deber’an suavizar el martillo dogm‡tico.

Cuando llamamos a la gente a seguir a Cristo, tambiŽn les estamos llamando a nosotros y a la iglesia. Nos hemos vuelto participantes activos del proceso de sanidad. No est‡ ya en la mano de Jesœs puesta sobre los cuerpos enfermos, sino en nuestras manos. M‡s deber’amos temblar que enorgullecernos. Si consideramos esta realidad, resulta m‡s acorde ser humildes que hacer burdas declaraciones.

El caso de Timoteo

Timoteo es otra interesante excepci—n de la postura de la superfe. Pablo lo urge en 1Timoteo 5:23 a que no bebas agua, sino usa un poco de vino por causa de tu est—mago y de tus frecuentes enfermedades. Sus aflicciones eran sin duda, f’sicas. La palabra est—mago no puede tomarse como figurada, ni podemos pensar que el vino tenga que ser administrado por razones espirituales.

Pero, Àestamos seguros de que Timoteo ten’a fe? En 1Timoteo 1:2 el disc’pulo de Pablo es llamado verdadero hijo en la fe. En el original se lee a Timoteo, un genuino hijo en la fe. Pablo felicita a Timoteo por tu fe autŽntica. Y a–ade, en 2 Timoteo 1:5, trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti. No hay duda del nivel de fe de Timoteo, y aun as’ sufr’a frecuentes enfermedades.

Nunca escuchamos que Pablo le exhorte diciendo: ÒSolo cree en Dios para tu sanidadÓ, ni llamando a sus s’ntomas mentirosos. Quedamos sin saber por quŽ Dios no lo habr‡ curado de manera sobrenatural. Lo que s’ sabemos es que el problema no era falta de fe.

A travŽs de todo el Nuevo Testamento, no se ve cr’tica de parte de los ap—stoles hacia los enfermos. No se critica a nadie por falta de fe, si estaban enfermos o sufr’an pobreza.

El aguij—n de Pablo

Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguij—n en mi carne, un mensajero de Satan‡s que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera (2Corintios 12:7).

Nunca ha dolido tanto una espina como la de Pablo en el costado de los evangelistas de esta doctrina. Ellos dan explicaciones muy complejas para mantener el supuesto de que un hombre de fe y poder, nunca estar‡ enfermo. Les repugna mucho m‡s la noci—n de que Dios puede realmente usar la enfermedad como un medio de gu’a en su ministerio.

Pero no se puede inferir de otra manera de la lectura de G‡latas 4:13: Pues vosotros sabŽis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anunciŽ el evangelio al principio.

El tŽrmino griego d’a, en forma gramatical ÇacusativaÈ, solo puede significar que Pablo predic— el evangelio en Galacia a causa de su enfermedad, la cual le detuvo el tiempo necesario para establecer all’ la iglesia. El supuesto de algunos de que su aflicci—n no era f’sica, es refutado por la frase en el cuerpo, del vers’culo 14.

Una explicaci—n comœn acerca del aguij—n de Pablo, dada por los maestros de la palabra de fe, es que era un demonio que le habr’a sido asignado por parte de Satan‡s, para que le siguiera y pusiera obst‡culos a su ministerio. Esta explicaci—n parte de la frase mensajero de Satan‡s de 2Corintios 12:7.

Pablo dice que su aguij—n era algo en su cuerpo. Si fuera un demonio, significar’a que lo ten’a en el cuerpo. ÀEs esta una perspectiva aceptable? ÁMuy dif’cilmente! Ni siquiera cuadra con el vers’culo 10, donde dice: Por lo cual, por amor a Cristo, me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias.

Si la enfermedad de Pablo era una persecuci—n, entonces ÀquŽ significa la que se menciona en el vers’culo 10? ÀEn quŽ parte de la Biblia dice que la persecuci—n debe ser vista como ÇenfermedadÈ por parte del creyente?

Pablo no era el œnico que sufr’a angustias y persecuci—n por Cristo. Pedro fue encarcelado y martirizado. Esteban muri— apedreado y Santiago por espada. Parece que las angustias eran comunes entre los primeros cristianos. ÀHab’a acaso un demonio asignado a cada uno? Cuando los creyentes hoy sufren persecuci—n por Cristo, Àsignifica eso acaso que tambiŽn existe un demonio asignado a cada uno de ellos, para mantenerles humildes?

Algunos reconocen que la aflicci—n de Pablo era f’sica pero discuten que no se aplica en la actualidad. Este aguij—n en la carne le habr’a sido dado para que por la grandeza de las revelaciones dadas a Žl, no se enorgulleciera y exaltara desmedidamente.

Segœn esta l—gica, no nos podemos aplicar esto a nosotros a menos que tengamos las mismas revelaciones como Pablo.

Es il—gico asumir que uno deber’a lograr al menos algo igual a Pablo para ser tratado as’ por Dios. Algunos cristianos son orgullosos, incluso sin haber logrado nada de nada. La restricci—n era al orgullo de Pablo, no a sus logros. Asumir que Dios no aplica esas restricciones hoy en d’a es tanto irracional como presuntuoso.

ÀQuien es el culpable?

ÑÁEl acoso de los miembros de mi iglesia es casi peor que el c‡ncer!Ñ, me dijo Judy, temblando. ÑYa no puedo soportar ni un minuto m‡s y estoy a punto de retirarme de la congregaci—n.

Judy era una mujer joven, atacada de c‡ncer al colon, que hab’a postergado su operaci—n por mucho tiempo, mientras buscaba a Dios y cre’a en ser curada. A pesar de su fe, Dios no la sanaba milagrosamente y ella continuaba asistiendo a su iglesia carism‡tica, donde en cada reuni—n, los hermanos le dec’an: ÑAy, Judy, Ác—mo desear’a que creyeras que Dios te va a sanar!Ñ Tales comentarios her’an profundamente sus emociones ya tan delicadas y afectadas.

Cuando ya no se pudo postergar m‡s la operaci—n, su esposo Tom tom— las riendas del asunto y la hospitaliz—, antes de que su dolencia fuera inoperable.

ÑMientras esperaba la cirug’aÑ, informa Judy, Ñlos hermanos segu’an viniendo con libros y grabaciones sobre la fe, para que yo los estudiara. Casi no pod’a sostener en mis manos un libro, mucho menos leerlo.

ÑMe dec’an: ÔSi tuvieras fe suficiente, no tendr’as que pasar por esta operaci—n.Õ Yo cre’a con todas mis fuerzas, pero como Dios no me sanaba, cada vez me sent’a m‡s y m‡s culpable. Ese c’rculo vicioso y el acoso de los cristianos casi me hace perder la raz—nÑ.

La cirug’a fue un Žxito, pero al regresar a la iglesia, una hermana le dio la bienvenida diciŽndole en un tono triste: ÑÁC—mo siento que te hayas operado! C—mo hubiera deseado que tuvieras fe para ser sanada. As’ no hubieras tenido que hacerte operar.

Judy dice que ese comentario le doli— tanto como la incisi—n. La sanidad lograda a travŽs de la cirug’a, en vez de haber esperado por un milagro, era evidencia innegable de fracaso espiritual.

Ser’a tranquilizador imaginar que el tipo de experiencia sufrida por Judy es algo raro. Pero no es as’. Hay cientos de dramas similares sufridos por creyentes que han sido influenciados por la doctrina de la sanidad garantizada. Bas‡ndonos en Santiago 5:14-16, vemos que un sinnœmero de errores se han cometido en este caso:

ÀEst‡ alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por Žl, ungiŽndole con aceite en el nombre del Se–or. Y la oraci—n de fe salvar‡ al enfermo, y el Se–or le levantar‡; y si hubiere cometido pecados, le ser‡n perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que se‡is sanados.

Santiago se refiere a enfermedades graves. Debido a que la persona afligida debe ÇllamarÈ a los ancianos, est‡ obviamente en incapacidad de ir a verlos. La frase salvar‡ al enfermo es muy fuerte e indica que la vida de la persona corre peligro. Es muy dudoso que este texto se lo pueda aplicar a dolencias menores.

Es de notar tambiŽn que se debe llamar a los ancianos, no a cualquier otro creyente. Aunque es cierto que todos los creyentes tienen derecho de orar por los enfermos, esta debe ser tratada por los l’deres de la iglesia en casos de enfermedad grave. La frase oren por Žl se refiere a los ancianos.

El delicado equilibrio existente entre alma y esp’ritu, cuerpo y mente, debe ser manejado por hombres de Dios maduros por sus a–os y experiencia. Los que hayan merecido la ordenaci—n a cargos de liderazgo espiritual son los mejor calificados para entender lo complejo de la naturaleza humana. En ocasiones, la confesi—n de pecados que toma lugar es solo para ser escuchada por personas de esas caracter’sticas.

La oraci—n de fe ser‡ hecha por los ancianos, no por el afligido. El texto no menciona que la fe del enfermo sea un requisito. Aunque Jesœs y sus disc’pulos normalmente esperaban fe de la persona por quien oraban, no es un requisito en todos los casos, especialmente en los severos.

A menudo, como en el caso de Judy, existe tal debilitamiento del esp’ritu, por la debilidad del cuerpo, que a la persona enferma le puede ser muy dif’cil ejercitar su fe. Cuando la gente enfrenta la posibilidad de morir, generalmente siente miedo y confusi—n. Algunas veces su œnica opci—n es pedir ayuda.

La palabra enfermo se repite dos veces en el texto, como resultado de la traducci—n de dos vocablos diferentes en griego. El segundo se encuentra en la frase y la oraci—n de fe sanar‡ al enfermo. La expresi—n griega aqu’ traducida enfermo es kamno.

El Diccionario expositivo de Vine expresa que es Òcomœn acompa–amiento de la enfermedad: Cansancio mental, el cual frecuentemente es obst‡culo para la recuperaci—n f’sica y est‡ relacionado de manera ’ntima con toda la idea de la enfermedadÓ. Esta misma palabra se emplea en Hebreos 12:3, para que vuestro ‡nimo no se canse hasta desmayar.

Al entender todo esto se aclara por quŽ las enfermedades serias deben ser tratadas por ancianos experimentados y no por novatos.

Los principales maestros del movimiento de la fe insisten que la esta es una proposici—n de parte del enfermo. Sin importar cu‡nta fe tenga el pastor, las dudas del enfermo neutralizan la del pastor. Aunque esto puede ser cierto en muchos casos, no lo es en todos los casos.

En Santiago 5, la gram‡tica indica que la fe de los ancianos es la que cuenta, y no la del doliente. Oren por Žl, y la oraci—n de fe salvar‡ al enfermo.

Pero, Àen quŽ quedamos en cuanto a la premisa: ÇSi no hay sanidad, esto es clara evidencia de falta de fe?È Podemos preguntar: ÇÀla falta de fe de quiŽn?È Si la fe requerida es la de los ancianos, entonces cœlpese tambiŽn a los evangelistas y pastores de falta de fe cuando no haya sanidad. TambiŽn cœlpeseles de pecado oculto e incredulidad. Pero dudo que esta sugerencia se vuelva popular.

Una premisa equilibrada

Ya que las premisas de la palabra de fe son dif’ciles de mantener a la luz de las Escrituras y de la realidad, necesitamos algunas que sean m‡s ajustadas a ambas. Intentemos con las siguientes:

1.    Es la voluntad normal de Dios que la gente sea sanada.

2.   Casi siempre Dios espera que el enfermo tenga fe, pero Žl no est‡ limitado a la falta de ella.

3.   El cu‡ndo y el c—mo de la sanidad corresponden a la soberan’a de Dios, no a la del hombre.

4.   El uso de formas naturales de sanidad, como la medicina, no es algo inferior a los medios milagrosos, ni necesariamente una prueba de una fe dŽbil.

5.    Existen suficientes complejidades y excepciones para juzgar al enfermo como espiritualmente inferior, solo bas‡ndose en eso.

Estas son pautas que dejan suficiente espacio de acci—n, sin restringir la mano de Dios. SiguiŽndolas, el lector puede experimentar nueva libertad y paz en su ministerio y en su conducta con los dolientes.

En este cap’tulo aprendimos que...

á      La ense–anza del movimiento de la fe asume que Dios siempre sana a los que tienen suficiente fe.

á      Igualmente se asume que Jesœs san— a todos los que se le acercaban. Jesœs sigue siendo el mismo, sana a todos los que vienen con fe a Žl. Esta suposici—n es falsa.

o   Jesœs no siempre san— a los que se le acercaban (Lucas 5:15-16).

o   Jesœs sigue siendo el mismo. Sin embargo, esto es irrelevante. Aunque su persona es la misma, sus prop—sitos y ministerio son diferentes. Su misi—n en la tierra fue probar que era el Mes’as. Su ministerio actual, desde el cielo, es la santificaci—n de su pueblo.

o   Hasta ahora nadie ha explicado adecuadamente la espina en la carne de Pablo, en tŽrminos de la suposici—n de que Dios siempre sana a los que tienen fe.

o   Acudir a los doctores y a la medicina no es indicador de falta de fe.


Cap’tulo 15: Fe razonable

ImaginŽ que veinte a–os de experiencia en el campo misionero har’an de m’ un hombre invencible con gran fe y poder. Aunque Dios me ha ense–ado muchas lecciones, todav’a encuentro ‡reas en que existen luchas de fe.

El ministerio misionero tiene cierta manera de infundir fe en la persona. Algunas veces es tener la fe o fracasar; andar por la fe o caer. Otras veces las circunstancias dif’ciles me han transformado en un estudiante indispuesto y ocasionalmente me he sentido m‡s como un conscripto que como voluntario.

Me molesto cuando veo que algunos predicadores declaran su fe en maneras jactanciosas. En charlas privadas con tales personas, observo en ellos los mismos temores y frustraciones que nos acechan a todos nosotros.

 Un evangelista comparti— conmigo su dificultad de confiar en Dios con respecto a sus finanzas. Esta confesi—n humilde me bendijo y nos impuls— a una discusi—n de c—mo nuestras fuerzas mutuas est‡n designadas para compensar las debilidades de los dem‡s. Confesaos vuestras ofensas unos a otros ... (Santiago 5:16).

La fe es una virtud delicada. Muchos acostumbran usar la palabra fe para describir una gran variedad de virtudes o actitudes, sin entender la ense–anza b’blica sobre ella. La fe tiene varias falsificaciones. Por lo tanto es imprescindible identificar la diferencia entre la fe y esas imitaciones.

La fe se involucra con la planificaci—n sabia

Y les dijo: ÔCuando os enviŽ sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, Àos falt— algo?Õ Ellos dijeron: ÔNada.Õ Y les dijo: ÔPues ahora, el que tiene bolsa, t—mela, y tambiŽn la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre unaÕ (Lucas 22:35-36).

Jesœs expresa aqu’ dos clases de fe en las que el creyente puede caminar. Primero, mand— a los disc’pulos en una aventura de fe, sin dinero, sin cambio de ropa. Salieron y predicaron, guiados por el Esp’ritu. Dios hizo milagros y provey— todas sus necesidades.

Sin embargo, cuando regresaron, Jesœs les dijo: Pero ahora os digo ... ÀPor quŽ tal cambio de instrucciones? Cristo les estaba ense–ando que andar sin preparaci—n ordinaria, bajo la gu’a especial de Dios, era una clase de fe fuera de lo comœn. Pero la vida cristiana cotidiana es diferente. La vida de fe normal implica una planeaci—n adecuada bajo la gu’a del Esp’ritu, con la confianza de que Dios har‡ funcionar bien Sus planes.

A veces los nuevos misioneros caen en esta trampa. Van al campo misionero sin una ayuda econ—mica adecuada, Çconfiando en DiosÈ. Siempre estar‡n pobres, sin sostŽn adecuado. Sin embargo Dios, por su misericordia, provee sus necesidades por medio de milagros. Pero esta clase de situaci—n no es lo mejor para ellos. Necesitan aprender que el proceso de fe normal implica una buena planeaci—n bajo la gu’a del Esp’ritu.

Algunos piensan en el man‡ del desierto como el ejemplo ideal de la provisi—n milagrosa y de la gu’a divina. Pero los jud’os estuvieron en el desierto por causa de su incredulidad. Esa clase de vida desŽrtica no era la de abundancia que Dios quer’a para ellos. ÀQuŽ sucedi—, pues, cuando entraron en la Tierra Prometida? ÁSe termin— el man‡! La provisi—n milagrosa se acab—. En vez de eso, plantaron mieses, planearon los d’as de fiesta y trabajaron como cualquier pueblo. Su fe en Dios se manifestaba por el proceso ordinario de sembrar y cosechar. Esto, no el desierto, es la vida de fe.

Conozco una iglesia en Texas que decidi— establecer una nueva Escuela Dominical, supuestamente Çpor la feÈ. Compraron materiales y empezaron a cavar el cimiento al lado de la iglesia, sin planos ni dinero. Pronto vino la polic’a a preguntar: ÒÀD—nde est‡ su autorizaci—n civil para la construcci—n?Ó Fin del proyecto.

La fe es activa

Las personalidades pasivas son susceptibles de imaginar que su temperamento es una manifestaci—n de fe fuerte. Suponen que la fe es una confianza apacible en Dios que no requiere actividad de su parte. Santiago 2 afirma que la fe, no acompa–ada con obras, permanece estŽril.

Algunas iglesias predican poco sobre Santiago 2 por temor a que alguien pueda pensar que est‡n proclamando la salvaci—n por obras. Sin embargo, la afirmaci—n de Santiago de que La fe sin obras es muerta revela una verdad esencial. Debemos distinguir entre la mera aprobaci—n mental versus la fe activa. Sin obras, la fe permanece estŽril.

Observemos c—mo Dios envi— agua al rey Josafat en 2Reyes 3:16-17. Dios les hizo cavar fosos primero. ÀNo pudo Dios cavar Sus propios fosos? Claro. Pero quiso que ellos demostraran la realidad de su fe.

El orden correcto de los eventos es importante. Primero, Dios les dio la promesa de que iba a enviarles agua. Luego requiri— una manifestaci—n pr‡ctica de fe por parte de ellos. Una vez cavados los fosos, Dios envi— las aguas.

La fe es superior a la esperanza

Aun el infierno podr’a ser tolerable si tuviera esperanza. No minimizamos esta relevante virtud. La esperanza es una cierta expectativa de que algo bueno podr’a suceder en el futuro. La fe, sin embargo, es una acci—n en tiempo presente. La fe piensa en la promesa de Dios como un hecho legalmente realizado.

Las personas viven a menudo con esperanza, sin resultados, imagin‡ndose que est‡n ejercitando la fe. ÁQuŽ tr‡gico! Con un poco de instrucci—n en c—mo acertar la voluntad de Dios y confiar en la promesa, la esperanza podr’a ser transformada en una fe productiva.

Una buena manera para poner a prueba esta diferencia es preguntarle a una persona: ÒÀQuŽ le ha dicho Dios con respecto a esto?Ó La mirada at—nita de la persona revelar‡ que tiene esperanza, no fe.

A veces notamos este malentendido en los enfermos que piden oraci—n para ser sanados. Piden con la esperanza de recibir mejor’a, aunque viven en pecado, el hogar lleno de ’dolos y con poca intenci—n de entregarse plenamente a Cristo. Luego imaginan que la ÇfeÈ en Dios fall—. No se dan cuenta que esa fe cuesta mucho m‡s que la esperanza.

ÀQuŽ es lo que cambia la esperanza en fe? Solamente una promesa de Dios puede hacerlo. Insisto en que nuestros convertidos reconozcan las promesas de Dios, las escriban y las revisen peri—dicamente. Sin un entendimiento de las promesas de Dios, el cristiano no avanza espiritualmente.

La vida de Abraham ilustra bien esta verdad. ƒl deseaba un hijo mucho antes de que Dios le diera las promesas. Ten’a la esperanza de que algœn d’a Sara concebir’a. Pero cuando vino la promesa, sus esperanzas se transformaron en fe, porque ten’a algo m‡s s—lido en apoyarse. Sus esperanzas se transformaron en una fe s—lida.

Tratar de tener fe sin una promesa de Dios es frustrante. Eso no es fe, es esperanza. Es la promesa que da certeza a la esperanza y la transforma en fe. As’ dice Hebreos 11:1: ... la fe es la certeza de lo que se espera ... El contexto del cap’tulo anterior confirma esto. En Hebreos 10:36-39, el escritor exhorta a los creyentes a que se sostengan en las promesas de Dios. Al hacer esto, la esperanza se transforma en fe, como en el caso de Abraham.

ÀEs l’cito usar la Palabra de Dios para obtener promesas personales como esa? ÁClaro! Tanto que uno no abusa del significado original del texto, apoy‡ndose en el principio b‡sico del texto, es aceptable. Es cuando a–adimos interpretaciones imaginarias, o aplicaciones personales fuera del contexto, que estamos abusando de la Palabra de Dios.

La fe no es un asunto de personalidad ni de temperamento

Algunos nacen con una personalidad encantadora. Este don les abre puertas y les rinde una vida m‡s f‡cil. El que tiene encanto anda en un camino con pocos obst‡culos. Para nosotros los que no tenemos tal don, es una lucha m‡s fuerte. El encanto puede ser una fuerza maravillosa si Dios lo controla. Pero bajo el dominio de motivaciones carnales, es desastroso. Esto es cien veces verdad cuando esas personalidades encantadoras suben al pœlpito.

Cuando los hombres encantadores entran al ministerio, usualmente desarrollan un seguimiento ciego y leal a s’ mismos. Todo lo que hacen se ve como correcto a los ojos de sus seguidores. Cada error es disculpado. Son vistos como sabios y sus opiniones son aceptadas. Desarrollan un estilo lleno de ret—rica entretenida. Por a–os he tratado de descubrir c—mo lo logran. A pesar de que podr’amos envidiar a tales personas, podemos confortarnos con esto: El encanto mueve a las personas, pero la fe mueve a las monta–as.

As’ como los que tienen encanto tambiŽn hay predicadores que suponen que las opiniones extremas y las afirmaciones autoritarias son una manifestaci—n de fe. Cuando alguien as’ hace tal clase de afirmaci—n acerca de la fe, pregœntese si tiene datos firmes equivalentes a la fuerza con que la declara.

Las personalidades fuertes casi siempre est‡n muy seguras de lo que es la voluntad de Dios para otros a su alrededor. Esta tendencia a veces hace que empujen a las personas en direcciones contrarias a la voluntad divina. Si permitimos que nos hagan esto, no estamos andando con fe, sino bajo intimidaci—n. Tales personas son capaces de mezclar un poco de voluntad fuerte con temperamento desenfrenado y rociar esto con fervor. A esta mezcla le a–aden la etiqueta de ÇfeÈ. Y lo que en realidad logran es una f—rmula para el desastre.

La fe est‡ libre de presunci—n

La falsificaci—n m‡s peligrosa de la fe es la presunci—n. Esto se asemeja a la fe m‡s que a cualquiera de los otros sustitutos. Desde cierta perspectiva, son casi indistinguibles. La diferencia radica en la voluntad revelada de Dios.

Hace a–os se report— que tres diabŽticos arrojaron su insulina como un acto de ÇfeÈ y murieron al poco tiempo. ÀOsamos afirmar que les falt— fe? Si arriesgar la vida de uno no es un acto de fe, entonces, ÀquŽ es? ÀFracas— la fe? No, porque la fe no estaba involucrada. Era la presunci—n. Dios no les dijo que hicieran eso. Dios solamente cuenta como fe lo que concuerda con su voluntad revelada.

La presunci—n puede ocurrir por actuar en base a la experiencia ajena, en vez de o’r de Dios por s’ mismo. TambiŽn puede venir por confundir la diferencia entre una promesa divina y la manera en que se aplica a su vida personal.

Los israelitas aprendieron esto en una forma dura cuando subieron presuntuosamente a la monta–a a pelear con sus enemigos (Deuteronomio 1:43). ÀQuŽ estaba mal con eso? Ellos hab’an peleado antes con sus enemigos y hab’an triunfado. ÀY por quŽ no tambiŽn esta vez? Seguramente Dios entender’a las intenciones de sus corazones y pasar’a por alto el hecho de que les dijo que no lo hicieran. Pero los amonitas vinieron, y los cazaron como abejas, y los derrotaron. La œnica diferencia real entre ese incidente y las batallas previas, era la voluntad revelada de Dios. S’, Dios quiere que ganemos nuestras batallas. Pero solamente c—mo y cu‡ndo Žl diga.

ÀCu‡l es, pues, una buena definici—n de fe? La fe es una dependencia activa del poder de Dios para realizar su voluntad revelada. La fe, entonces, contiene tres elementos:

1. Est‡ basada en las promesas de Dios.

2. Es activa, no pasiva.

3. Es dependiente, no presuntuosa.

 Si cualquiera de estos tres elementos falta, no es realmente fe, sino una falsificaci—n improductiva.

La fe est‡ vinculada con todo lo que somos. Ella obra por amor, se mueve con paciencia y anda con humildad.

En este cap’tulo aprendimos que...

á      La fe es objeto de muchas falsificaciones.

á      La fe y la planificaci—n trabajan en armon’a.

á      La fe es humilde, no presuntuosa.

 

ApŽndice A: Comparaciones

Dios

Palabra de fe: Humanoide. Algunos sostienen que es humano. Otros dicen que es como humano. Todos afirman que tiene algœn tipo de forma humana.   

Biblia: Dios es incorp—reo e infinito.

 

Hombre

Palabra de fe: Un peque–o dios. Creado como igual a Dios. Imagen de Dios significa un duplicado de Dios.

Biblia: Un ser creado, dependiente por siempre de Dios. Imagen, no duplicado. Su conciencia moral y voluntad son comunes con Dios.

 

Fe

Palabra de fe: Una fuerza m’stica, sustancia o ley de la cual depende tanto Dios como el hombre.

Biblia: Sola confianza en Dios.

 

Caida de Ad‡n

Palabra de fe: El hombre perdi— su divinidad en la ca’da, la recupera por medio de la regeneraci—n.

Biblia: El hombre perdi— su comuni—n con Dios. Nunca posey— ni poseer‡ divinidad.

 

Expiacion

Palabra de fe: La sangre de Cristo fue insuficiente para la expiaci—n del pecado. Cristo ten’a que morir espiritualmente, se hizo pecador y perdi— su deidad, la cual le fue restaurada cuando naci— de nuevo en el infierno.

Biblia: La muerte de Cristo en la cruz es totalmente suficiente para la expiaci—n de pecados.

 

Confesion

Palabra de fe: Las palabras poseen un poder m’stico que cambia la realidad por medio de declaraciones o confesiones positivas.

Biblia: El tŽrmino Çconfesi—nÈ, en la Escritura, significa Òdeclarar la verdadÓ acerca de algo o Òadmitir la culpaÓ.

 

Sanidad

Palabra de fe: La voluntad de Dios es la sanidad por fe. En consecuencia somos sanados por nuestra declaraci—n positiva. La enfermedad es una prueba de falta de fe. Los s’ntomas son mentiras del diablo.         

Biblia: Dios sana por fe, aunque no siempre. La enfermedad no es una prueba de falta de fe. La Escritura nunca exige la negaci—n de los s’ntomas.

 

Creacion

Palabra de fe: Dios cre— por medio de una fuerza-sustancia llamada fe, en combinaci—n con su palabra.       

Biblia: Dios cre— ex nihilo, de la nada, usando su poder, dependiendo

solo de s’ mismo.

 

La tierra

Palabra de fe: Dada por Dios al hombre y perdida por Dios en la ca’da de Ad‡n. Dios la est‡ recuperando con la cooperaci—n del hombre.

Biblia: Dios es el due–o para siempre. El hombre habita la tierra, pero Dios es su due–o. Dios no perdi— nada en la ca’da de Ad‡n. El hombre es el œnico perdedor.


ApŽndice B: 2Pedro 1:3-4

Ocasionalmente he escuchado a algunos proponentes del movimiento de la fe referirse a este texto como base de su pensamiento de que Çsomos diosesÈ.

Interpretan la frase participantes de la naturaleza divina como que significara que tenemos la misma esencia divina de Dios y que, por lo tanto, somos seres divinos. Esta interpretaci—n confunde la naturaleza de Dios con su esencia.

La palabra esencia es un tŽrmino con el que los te—logos describen algo espiritual que existe, pero no posee sustancia material. A veces usamos la palabra ser con ese mismo fin.

La palabra griega fusis, naturaleza, se menciona catorce veces en el Nuevo Testamento. Significa Òcar‡cterÓ cuando se refiere a personas, como en Efesios 2:3: Žramos por naturaleza hijos de ira. Eso significa que nuestro car‡cter merece la ira de Dios, no que seamos part’cipes de una sustancia llamada ira.

El contexto menciona el poder de Dios. Su divino poder nos ha dado todo cuanto necesitamos para la vida y la piedadÉ Participar de su naturaleza divina significa que somos objetos de su poder santificador. Podemos vivir piadosamente gracias al poder que se manifiesta en nuestra vida, no porque compartamos alguna esencia de su ser.

ÀAcaso obtenemos lo que necesitamos para una vida piadosa a travŽs de una esencia divina mutua? No. Es É por medio del conocimiento de Aquel que nos ha llamadoÉ La clave es conocer a Dios.

El punto central del contexto es el desarrollo de nuestro car‡cter. Pedro no da ninguna indicaci—n de que crea que somos peque–os dioses. La naturaleza a la que se refiere es una semejanza en car‡cter. Por esto mismo a–adid a vuestra fe, virtud; a la virtud, conocimiento É. (vers’culo 5).

Conclusi—n: Ser participantes de su naturaleza divina significa que participamos de su divino poder y que, por medio del conocimiento de Dios, creceremos en virtud.


ApŽndice C: 150 vers’culos que no les gusta escuchar a los de la palabra de fe

Prosperidad

ÒSi caminas en la Palabra de Dios, prosperar‡s y gozar‡s de saludÓ, afirma K. Copeland en su obra Leyes de la prosperidad (p. 17). ÒEntrega un d—lar a favor del evangelio y recibir‡s cienÓ, declara G. Copeland, autora de La voluntad de Dios es la prosperidad (p. 54). Pero la Biblia dice:

É disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia, ap‡rtate de los tales. Pero gran ganancia es la piedad acompa–ada de contentamiento; porque nada hemos tra’do a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. As’ que teniendo sustento y abrigo; estemos contentos con esto (1Timoteo 6:5-8).

No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situaci—n. SŽ vivir humildemente, y sŽ tener abundancia; en todo y por todo estoy ense–ado, as’ para estar saciado como para tener hambre, as’ como para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Filipenses 4:11-13).

Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija (1Corintios 4:11).

Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro ... (Hechos 3:6).

Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada, anduvieron de ac‡ para all‡ cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiado, maltratados; de los cuales el mundo no era digno ... (Hebreos 11:37, 38).

Hermanos m’os amados, o’d: ÀNo ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? Pero vosotros habŽis afrentado al pobre. ÀNo os oprimen los ricos y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales? (Santiago 2:5,6)

Y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenŽis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos (Hebreos 10:34).

Porque no digo esto para que haya para otros holgura, y para vosotros estrechez, sino para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que tambiŽn la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad (2Corintios 8:13, 14).

Porque Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los pobres que hay entre los santos que est‡n en JerusalŽn (Romanos 15:26).

Yo conozco tus obras, y tu tribulaci—n, y tu pobreza (pero tœ eres rico) ... (Apocalipsis 2:9).

Pero por cuanto eres tibio, y no fr’o ni caliente, te vomitarŽ de mi boca. Porque tœ dices: Yo soy rico y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tœ eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo (Apocalipsis 3:16-17).

Confesi—n positiva

Kenneth Copeland, en su obra El poder de la lengua (p. 19) afirma: ÒTodo el curso natural y circunstancial que rodea al ser humano es controlado por su propia lenguaÓ. Pero la Biblia dice:

Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados y no tenemos morada fija (1Corintios 4:11).

Por lo cual por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy dŽbil, entonces soy fuerte (2Corintios 12:10).

Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que se‡is sanados (Santiago 5:16).

Por lo cual quisimos ir a vosotros, yo Pablo ciertamente una y otra voz, pero Satan‡s nos estorbo (1Tes. 2:18).

É antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en c‡rceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos (2Corintios 6:4-5).

É como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, pero poseyŽndolo todo (2Corintios 6:10).

La soberan’a de Dios

K. Hagin declara: ÒDios no gobierna este mundoÓ, en El arte de la intercesi—n (cap’tulo 1). Y en una intervenci—n en Trinity Broadcasting Network (el 12 de noviembre de 1985) a–adi—: ÒÀSaben quiŽn es el m‡s fracasado de la Biblia? El mayor fracasado de la Biblia es DiosÓ.

ÀEst‡ Dios al control de toda su creaci—n?

Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tœ dominas sobre todo: en tu mano est‡ la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos (1 Cr—nicas 29:12).

Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti (Job 42:2).

Porque Jehov‡ el Alt’simo es temible; Rey grande sobre toda la tierra (Salmos 47:2).

Nuestro Dios est‡ en los cielos; todo lo que quiso ha hecho (Salmo 115:3).

Todo lo que Jehov‡ quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos (Salmo 135:6).

ƒl muda los tiempos y las edades ... (Daniel 2:21).

formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehov‡ soy el que hago todo esto (Isa’as 45:7).

Mi consejo permanecer‡ y harŽ todo lo que quiero. (Isa’as 46:10).

... por el poder con el cual puede tambiŽn sujetar a s’ mismo todas las cosas. (Filipenses 3:21).

ÀEst‡ Dios al control de la humanidad?

Aun antes que hubiera d’a, yo era; y no hay quien de mi mano libre. Lo que hago yo, ÀquiŽn lo estorbar‡? (Isa’as 43:13).

ÁAy, del que pleitea con su Hacedor! Áel tiesto con los tiestos de la tierra! ÀDir‡ el barro al que lo labra: QuŽ haces? O tu obra: ÀNo tiene manos? (Isa’as 45:9).

ƒl ... quita reyes y pone reyes; da la sabidur’a a los sabios y la ciencia a los entendidos. (Daniel 2:21)

... para que conozcan los vivientes que el Alt’simo gobierna el reino de los hombres, y que a quien Žl quiere, lo da, y constituye sobre Žl al m‡s bajo de los hombres. (Daniel 4:17)

Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y Žl hace segœn su voluntad en el ejŽrcito del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga ÀQuŽ haces? (Daniel 4:35)

Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los l’mites de su habitaci—n. (Hechos 17:26)

Por esto no pod’an creer, porque tambiŽn dijo Isa’as: ceg— los ojos de ellos y endureci— su coraz—n; para que no vean con los ojos, y entiendan con el coraz—n, y se conviertan y yo los sane. (Juan 12:39, 40)

As’ que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Porque la Escritura dice a Fara—n: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece. Pero me dir‡s: ÀPor quŽ, pues, inculpa? Porque ÀquiŽn ha resistido a su voluntad? Mas antes oh, hombre, ÀquiŽn eres tœ, para que alterques con Dios? ÀDir‡ el vaso de barro al que lo form—: Por quŽ me has hecho as’? (Romanos 9:16-20)

[de las diez naciones rebeldes] porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que Žl quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios. (Apocalipsis 17:17)

ÀEst‡ Dios limitado por los deseos y pensamientos de los humanos?

Como los repartimientos de las aguas, as’ est‡ el coraz—n del rey en la mano de Jehov‡; a todo lo que quiere lo inclina. (Proverbios 21:1)

... por cuanto Jehov‡ los hab’a alegrado, y hab’a vuelto el coraz—n del rey de Asiria hacia ellos, para fortalecer sus manos en la obra de la casa de Dios, el Dios de Israel. (Esdras 6:22)

Y Jehov‡ dio gracia al pueblo delante de los egipcios, y les dieron cuanto ped’an; as’ despojaron a los egipcios (ƒxodo 12:36).

Y he aqu’ que yo endurecerŽ el coraz—n de los egipcios para que los sigan; y yo me glorificarŽ en Fara—n y en todo su ejŽrcito, en sus carros y en su caballer’a. (ƒxodo 14:17)

... porque Jehov‡ hab’a resuelto hacerlos morir. (1 Samuel 2:25)

Estas palabras habl— Jesœs en el lugar de las ofrendas, ense–ando en el templo; y nadie le prendi—, porque aœn no hab’a llegado su hora. (Juan 8:20)

ÀCarga Dios con la responsabilidad de las cosas malas tambiŽn?

Kenneth Hagin se–ala en Clave de la Sanidad B’blica (p. 20): ÒDios nunca ha enfermado a nadieÓ. Y Savelle, en Si Satan‡s no puede quitarte el gozo (p. 86) a–ade: ÒNo fue Dios quien hizo estas cosas a Job. Job mismo se meti— en problemas por su lengua largaÓ.

ÀO quiŽn hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ÀNo soy yo Jehov‡? (ƒxodo 4:11)

Y Jehov‡ dijo a Satan‡s: ÀNo has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como Žl en la tierra, var—n perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todav’a retiene su integridad, aun cuando tœ me incitaste contra Žl para que lo arruinara sin causa? (Job 2:3)

Y vinieron a Žl todos sus hermanos y todas sus hermanas, y todos los que antes le hab’an conocido, y comieron con Žl pan en su casa, y se condolieron con Žl, y le consolaron de todo aquel mal que JEHOVç hab’a tra’do sobre Žl ... (Job 42:11).

ÀHabr‡ algœn mal en la ciudad, el cual Jehov‡ no haya hecho? (Am—s 3:6)

La herej’a de que Jesœs muri— espiritualmente

Esta doctrina sostenida por todos los l’deres de la palabra de fe afirma que la expiaci—n corporal de la cruz fue insuficiente para todo el pecado. Jesœs tambiŽn muri— en su Esp’ritu, dej— de ser Dios, se hizo pecador en la cruz y descendi— al infierno donde sufri— por su pecado como un hombre condenado, por tres d’as, luego de los cuales naci— de nuevo por el Esp’ritu. Adem‡s, dicen, derrot— a Satan‡s en una batalla y finalmente resucit—. Estas doctrinas se ense–an en la serie de audio Lo que sucedi— entre la cruz y el trono, de K. Copeland.

Suficiencia de la sangre (viz., Jesœs no sufri— por los pecados en el infierno porque su sangre compr— la completa redenci—n. No se derram— sangre en el infierno).

porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisi—n de los pecados (Mateo 26:28).

Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el reba–o en que el Esp’ritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Se–or, la cual Žl gan— por su propia sangre. (Hechos 20:28)

a quien Dios puso como propiciaci—n por medio de la fe en su sangre ... (Romanos 3:25).

Pues mucho m‡s, estando ya justificados en su sangre, por Žl seremos salvos de la ira. (Romanos 5:9)

En quien tenemos redenci—n por su sangre, el perd—n de pecados segœn las riquezas de su gracia. (Efesios 1:7)

Pero ahora en Cristo Jesœs, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habŽis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. (Efesios 2:13)

en quien tenemos redenci—n por su sangre, el perd—n de pecados. (Colosenses 1:14)

y por medio de Žl reconciliar consigo todas las cosas ... haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Y a vosotros tambiŽn, que erais en otro tiempo extra–os y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte ... (Colosenses 1:20-23).

y no por sangre de machos cabr’os o becerros, sino por su propia sangre, entr— una vez para siempre en el Lugar Sant’simo, habiendo obtenido eterna redenci—n. (Hebreos 9:12)

Por lo cual tambiŽn Jesœs, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeci— fuera de la puerta (Hebreos 13:12).

Y el Dios de paz que resucit— de los muertos a nuestro Se–or Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hag‡is su voluntad (Hebreos 13:20-21).

elegidos segœn la presciencia de Dios Padre en santificaci—n del Esp’ritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo. (1Pedro 1:2)

... no con cosas corruptibles ... sino con la sangre preciosa de Cristo. (1Pedro 1:18,19)

... y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. (1Juan 1:7)

Al que nos am— y nos lav— de nuestros pecados con su sangre. (Apocalipsis 1:5)

y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y naci—n. (Apocalipsis 5:9)

ÀSe volvi— Cristo pecador en la cruz, tomando una naturaleza pecaminosa y fue entregado a Satan‡s?

Padre, perd—nalos porque no saben lo que hacen. (Lucas 23:34)

[Nota: Para nada son palabras de un pecador.]      

Padre, en tus manos, encomiendo mi esp’ritu. (Lucas 23:46)

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesœs que su hora hab’a llegado para que pasase de este mundo al Padre ... (Juan 13:1).

Entonces Jesœs le dijo: De cierto te digo que hoy estar‡s conmigo en el para’so. (Lucas 23:43)

ÀFue el sacrificio de Cristo corp—reo o espiritual?

Este es mi cuerpo que por vosotros es dado. (Lucas 22:19)

Y a vosotros tambiŽn, que erais en otro tiempo extra–os y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en SU cuerpo de carne, por medio de la muerte ... (Colosenses 1:21-22).

aboliendo en su carne las enemistades. (Efesios 2:15)

Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo. (Hebreos 10:5)

En esa voluntad somos santificados mediante la ofrende DEL CUERPO de Jesucristo hecha una vez para siempre. (Hebreos 10:10)

Porque tambiŽn Cristo padeci— una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en esp’ritu, en el cual tambiŽn fue y predic—. (1Pedro 3:18-19)

Dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entreg— el esp’ritu.

[Nota: Esta frase Òconsumado esÓ corresponde a la palabra griega teletestai, una f—rmula usada para la firma de recibos, y que significa Òpagado en su totalidadÓ o ÒcanceladoÓ. Entonces, Jesœs declara que se ha logrado la completa redenci—n en la cruz. (Juan 19:30)

No se libr— ninguna batalla en el infierno porque...

Y dijo Jehov‡ a Satan‡s: ÀDe d—nde vienes? Respondiendo Satan‡s a Jehov‡, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella. (Job 1:7),

...conforme al pr’ncipe de la potestad del aire, el esp’ritu que hoy opera en los hijos de desobediencia. (Efesios 2:2) [La victoria sobre Satan‡s fue ganada en la cruz, no en el infierno.]

anulando el acta de los decretos que hab’a contra nosotros, que nos era contraria, quit‡ndola de en medio y clav‡ndola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibi— pœblicamente, triunfando sobre ellos en la cruz [En la cruz, no en el infierno] (Colosenses 2:14-15)

La herej’a de la nueva creaci—n

(Que los cristianos tengan esp’ritus humanos perfectos que no pueden pecar, en los cuales encontramos nuestra gu’a y por medio de los cuales controlamos nuestro destino v’a la confesi—n positiva). Pero la Biblia dice,

As’ que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiŽmonos de toda contaminaci—n de carne y de esp’ritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. (2Corintios 7:1)

... y todo vuestro ser, esp’ritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Se–or Jesucristo. (1Tes. 5:23)

Conozco, oh Jehov‡, que el hombre no es se–or de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos. (Jerem’as 10:23)

EsperŽ yo a Jehov‡, esper— mi alma; en su palabra he esperado. (Salmos 130:5)

La fe es un don de Dios, no es generada por nuestro propio esp’ritu

Kenneth Hagin, en su folleto Tenga fe en su fe, afirma: ÒNos ayudar’a tener la fe muy adentro de nuestro esp’ritu y decir en voz alta: ÔFe en mi fe.ÕÓ Pero la Biblia dice,

... fue de gran provecho a los que por gracia hab’an cre’do. (Hechos 18:27)

Conforme a la medida de fe que Dios reparti— a cada uno. (Romanos 12:3)

Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no solo que cre‡is en Žl, sino tambiŽn que padezc‡is por Žl. (Filipenses 1:29)

puestos los ojos en Jesœs, el autor y consumador de la fe (Hebreos 12:2).

Morir segœn la Biblia (no por enfermedad)

Estaba Eliseo enfermo de la enfermedad de que muri—. (2 Reyes 13:14)


 

Bibliograf’a

[Nota: Los t’tulos de los libros han sido traducidos del inglŽs al espa–ol para facilidad del lector. Esto no indica que hayan sido traducidos efectivamente. Si el t’tulo en inglŽs no se menciona es porque el libro existe en espa–ol. Una vez que se menciona la traducci—n por primera vez, las menciones sucesivas se hacen en el idioma original. Asimismo los t’tulos de las citas aparecen en espa–ol.]

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Savelle, Jerry, If Satan Cannot Steal Your Joy [Si Satan‡s no puede quitar tu gozo...], Harrison House, Tulsa, OK, 1983.


Notas Finales



Cap’tulo 1

[1]. Copeland, Kenneth. Esp’ritu, alma y cuerpo, audio 01-0601, lado uno, 1985.

[2]. Copeland, Kenneth. La autoridad del creyente IV, cinta 01-0304.

[3] Orlando Christian Centre, 13 de octubre de 1990. Cita tomada de este sitio:

[4]. En teolog’a, llamamos a ese error apoteosis, la elevaci—n del hombre al estatus divino. Diccionario Merriam Webster.

[5]. Earl Paulk, Satan Unmasked, p. 97.

[6]. Kenneth M. Hagin, Zoe: La clase de vida de Dios, Kenneth Hagin Ministries, Inc., Tulsa, OK, 1989, pp. 35-36, 41.

[7]. Hinn Benny. Praise-a-thon (TBN), Nuestra posici—n en Cristo, cinta A031190-1, noviembre de 90.

[8]. Hinn Benny. TBN, 1 de diciembre de 1990.

[9]. Hinn Benny. Praise-a-Thon TBN, 6 de noviembre de 1990.

[10]. Hinn Benny. Praise-a-thon (TBN), noviembre de 1990, Nuestra posici—n en Cristo, cinta A031190-1.

[11]. Copeland, La fuerza del amor, Kenneth Copeland Ministries, Fort Worth, 1987, audio 02-0028, lado 1.

[12]. Hagin, Kenneth, La palabra de fe, diciembre de 1980, p. 14.

[13] Ahora estamos en Cristo, 1980, p. 24. Cita tomada de Let us Reason Ministries: August 27, 2004.

[14]. TBN, grabado 7 de julio de 1986.

[15]. TBN, grabado 7 de julio de 1986.

[16]. Paul Crouch, Programa de TBN, Praise the Lord, 7 de julio de 1986.

[17]. Paul Crouch, Praise-a-thon, 2 de febrero de 1991.

[18]. Ibid.

[19]. Nuestra posici—n en Cristo, cinta grabada A031190-1.

[20]. Trinity Broadcasting Network, 1 de diciembre de 1990.

[21]. Nuestra posici—n en Cristo, cinta grabada AO31190-1.

 

Cap’tulo 2

[22]. The Force of Faith, KCP Publications, Fort Worth, TX, 1989, p. 10. Cita tomada de http://www.Bible-reading.com/crisis.html#4b. Esta, a su vez, es de Cristianismo en crisis (Hank Hanegraaf, Editorial Unilit).

[23]. Forces of the Recreated Human Spirit, Kenneth Copeland Ministries, 1982, p. 8. (Cita tomada de Let Us Reason Ministries: CopelandÕs Land of Biblical Revelations. http://www.letusreason.org/Wf22.htm)

[24]. Citado de http://www.Bible-reading.com/crisis.html#4b. Cita tomada de Cristianismo en crisis (Hank Hanegraaf, Editorial Unilit).

[25]. Dynamics of Faith & Confession [Din‡micas de la fe y de la confesi—n], Tulsa, OK, Harrison House, 1987, pp28-29.

[26]. Copeland, Kenneth. The Power of the Tongue, KCP Publications, Fort Worth, 1980), 4. (Cita tomada de Let Us Reason Ministries: CopelandÕs Land of Biblical Revelations. http://www.letusreason.org/Wf22.htm)

[27] Cita tomada de Let Us Reason Ministries, CopelandÕs Land of Biblical Revelations.

 

Cap’tulo 4

[28]. Matta, Judit, The Christian Answer to the Gnostic Charismatic Heresies, Spirit of Truth Ministries, Los Osos, 1999. (El texto original fue publicado en 1984 bajo el t’tulo de El Jesœs nacido de nuevo del movimiento palabra de fe).

 

Cap’tulo 5

[29]. Copeland, Kenneth, The Power of the Tongue, Copeland Publications, 1996, p.19.

[30]. Copeland, Kenneth, The Laws of Prosperity, Copeland Publications, 1974, p. 98.

[31]. Copeland, Kenneth, The Power of the Tongue, Copeland Publications, 1996, p.19.

[32]. Capps, Charles, The Tongue as a Creative Force, Harrison House, 1977, p. 81.

[33]. Copeland, Kenneth, The Laws of Prosperity, Copeland Publications, 1974, p. 98.

Capps, Charles, Success Motivation, Harrison House, 1982, p. 26.

[34]. El creyente y la confesi—n positiva, Declaraci—n oficial de las Asambleas de Dios, reuni—n del Presbiterio General, agosto, 1980. Vea: http://ag.org/top/beliefs/position_papers/4183_confession.cfm

 

Cap’tulo 7

[35]. Savelle, Jerry, Prosperity of the Soul, Harrison House, p. 72.

[36]. Copeland, Gloria, GodÕs Will Is Prosperity, p. 54. Copeland, Kenneth; The Laws of Prosperity, Copeland Publications, 1974, p. 87.

[37]. Comentario del Nuevo Testamento de Meyers, p. 585.

[38]. El Comentario Internacional del Nuevo Testamento, 2 Corintios, p. 299.

 

Cap’tulo 8

[39]. Estas son ideas generales de enunciados t’picos hechos por Kenneth y Gloria Copeland, los l’deres de los maestros de la prosperidad, en sus obras. Referirse a Prosperity Is the Will of God, p. 13.

[40]. Savelle, Jerry, Living In Divine Prosperity, Harrison House, p. 170.

 

Cap’tulo 9

[41]. La mayor’a de los maestros de la prosperidad lo hacen. Ejemplos:

Capps, Charles: Success Motivation, Harrison House, 1982, p. 42;

Cerillo, Morris, A Guide to Total Healing and Prosperity, cap. 12.

[42]. Hagin, Kenneth, Key to Scriptural Healing, pp. 9-10.

[43] No citado. Es un resumen de las ense–anzas.

 

Cap’tulo 10

[44]. Kenneth Hagin, C—mo obtuvo Jesœs su nombre, cinta 44H0, Rhema Bible College, Tulsa, Oklahoma.

Hagin es fundador de esta supuesta escuela b’blica. Copias de esta cinta se pueden obtener en Rhema.

[45]. Copeland, Kenneth, cinta 00-0303, What Happened from the Cross to the Throne.

[46]. Matta, Judith, Born Again Jesus, Spirit of Truth Ministries, 1984, p. 34.

La Septuaginta es la traducci—n al griego del Antiguo Testamento, hecha unos 200 a–os antes de Cristo. Era la Biblia de los ap—stoles, la cual citaban cuando se refer’an al Antiguo Testamento.

[48] Kenyon, E.W., Bl ood Covenant, Kenyon Publishers, 1981 p. 53.

[49]. Paulk, Earl, Satan Unmasked, Cathedral Shop Publishers, 1984 pp. 96-97.

[50].­ Cho, Paul, La cuarta dimensi—n, Logos Associates, 1987, p. 9.

 

Cap’tulo 11

[51]. Savelle, Jerry, Living In Divine Prosperity, Harrison House, p. 50.

[52]. Savelle, Jerry, Prosperity of the Soul, Harrison House, p. 22.

 

Cap’tulo 13

[53]. Hagin, Kenneth, La palabra de fe.

[54]. Hagin, Kenneth, Key to Scriptural Healing, p. 13.

[55]. Capps, Charles, The Tongue a Creative Force, p. 35.

[56]. Savelle, Jerry, If Satan Cannot Steal Your Joy..., Harrison House, Tulsa, OK, 1983.

[57]. The Believer and Positive Confession, declaraci—n oficial de las Asambleas de Dios, reuni—n del Presbiterio General, agosto, 1980. Para ver este documento visite: http://ag.org/top/beliefs/position_papers/4183_confession.cfm